lunes, 26 de noviembre de 2007


EMILIO ZOLA


Hoy en día suele hablarse muy poco de este escritor francés, quien dejó un gran legado literario a la humanidad. Quizás sea necesario redescubrir a uno de los grandes pensadores de finales del siglo XIX, que cobijó en su seno gran parte de las inquietudes de la clase trabajadora: sus miserias, su oscuridad, su deseo de germinar hacia una nueva senda...
Armand Lanoux, nos legó un libro llamado “Buenos días señor Zola”, en donde el autor nos muestra con su pluma erudita la estampa de aquel quien dio a luz y generó toda una corriente de pensamiento de mediados y finales del siglo XIX. Infancia y juventud, madurez y fama del mentado intelectual nos apuran a indagar más sobre los pasajes vitales de quien diera tanta lumbre a la humanidad toda. Pareciera morboso el deseo de especular si el viejo Zola fue víctima de un atentado o bien de un destino trágico ante su muerte, pero eso es menos importante ante la obra del escritor acabado, sereno o bien revolucionario que se plasma en la voz del narrador de sus novelas.
Sin mayores pretensiones nos acercamos a sus traducciones en español, así podemos disfrutar de Naná, de La bestia humana, La Taberna y Germinal. Esta última, llevada a la pantalla grande en el año 2002. Zola, tal como lo señala Lanoux, se ocupó en develar las miserias y las vicisitudes que atormentaban a la clase trabajadora. Tal vez sea esa la razón que más nos acerque a su obra y que persevere en el tiempo.
Himnos revolucionarios señalan su nombre, el despertar de los trabajadores no le es desconocido, casi brota junto a su pluma y es menester que se erija como uno de los cantores que lentamente en sus páginas desgrana toda esa fuente inmisericorde que retuerce a nuestros trabajadores.
No menos importante nos resulta un film de mediados de los cincuenta sobre la vida del escritor, dicha obra se centra particularmente en el caso Dreyfus, del cual Zola fue el adalid y la defensa que sin sentir la intimidación de un sistema luchó a brazo partido por la verdad y la justicia con verdadero ahínco socialista, libertario o no eso sería cuestionable, recordemos que el escritor era un burgués al cual el tiempo no supo moldear dentro de los parámetros de aquello que para algunos pocos debía ser lo correcto. Sin dejarse intimidar Zola nos procuró una fuente de aprendizaje directo en cuanto a la problemática social de mediados del siglo XIX, siendo él uno de aquellos privilegiados en develar las tenebrosas realidades que muy pocos intelectuales se atrevían abordar. Algunos podrán señalar que su pluma sólo se contentó en dar testimonio sobre aquellos lamentables sucesos que vivió su época, que su denuncia no infundía demasiado arte a la literatura, nada más errado pensar que el escritor debe cantar o contar solo lo bello, pues toda realidad se dignificó y alcanzó un lugar privilegiado en la obra de este autor.
Muchos hablan del naturalismo, de su visión oscura y determinista sin ver ni conocer todo aquel contexto que nos enseña el autor, que siendo periodista, literato y observador agudo nos prodigó una buena lección para darnos cuenta de aquello que muy pocas veces leemos, observamos o queremos darnos cuenta, y que muy pocas voces se atreven enunciar.
El tiempo siempre guarda nombres para la posteridad, ese es su trabajo, como el trabajo del autor será concentrar parte de un tiempo en unas líneas para que la posteridad de su dictado. Lo claro es que Zola supo remecer la fibra de todo un bloque social, unificándolo, orientándolo y haciéndolo responsable. Tal vez sus novelas, verdaderas denuncias de una época plagada de miserias, oscuridad y una enorme visión de lo real sean la mejor fuente en donde beber el amargo licor del padecer de aquellos seres abyectos y parias que procuran día a día, minuto a minuto nuestra sociedad. La canallada en pleno, la angustia, la miseria y el dolor contenido, el hambre y la indignidad que se transforma en instinto, en bestialidad cobra la fuerza de un verdadero clamor que intenta sólo despertar a aquel que aún duerme en el letargo que le procura aquello que viven otros y del cual se es víctima. Es más fácil ponderar lo que se vive a descubrir lo que otros padecen y contentarse con lo no tan mal cuando se podría estar peor. Aquello es ruindad, aquello es negación de la esencia del individuo, aquello es sometimiento, necesidad de verse sojuzgado y tolerancia absurda ante quienes dicen como deben ser las cosas.
Zola nos propone luz ante la oscuridad, alimento ante la miseria y es sospechoso no encontrar aquellos libros en donde se alimente nuestra necesidad, nuestra ansiedad de devorar aquello que nos haga comprender más aún el estado actual de las cosas, que dicho sea de paso se repite en interminable cadencia hasta nuestros días. La máquina voraz envuelve una nueva cueva en donde sucumben cientos y miles de esclavos son el alimento para llenar las panzas de unos pocos acostumbrados a no mover un pelo. Difícil será cuestionarse mientras no existan los medios que estén al alcance para todos en una prueba de verdadera justicia para así poder luchar con verdaderos argumentos sobre aquel manto de tinieblas e ignorancia en el cual unos más otros menos nos encontramos todos sumidos. Bajo las pestilencias de este sistema, cubiertos de un lodo espeso se encuentra un verdadero deseo de querer salir del fondo del pozo, pero pocos por no decir nadie se detiene a reflexionar el porqué de tal asunto.
No me digan que cada uno se forja su destino, pues muchos ni siquiera pueden aspirar durante toda su existencia a ser dueños de dignidad humana. Qué hacemos para combatir aquello. Procuremos abrir espacios de aprendizaje, abramos nuestro entendimiento a quienes han sufrido lo mismo o más que nosotros, intentemos comprender que aquel condicionamiento no es el camino que se ha elegido, sino al cual nos ha condenado este medio embrutecedor que no permite siquiera reflexión alguna en aquellos que deben descrestarse por conseguir un miserable pan para no morir de hambre. Hablamos de justicia y nos contentamos con pequeños placebos, alimentemos nuestra esencia con aquello que verdaderamente nos hará libre.
El conocimiento y la cultura de la mano de la educación podrá salvaguardar nuevas generaciones. Es necesario educar, entregar las herramientas necesarias y para ello debemos abrir todas las instancias que sean necesarias a fin de no dejarnos vencer por esta máquina que intenta secar nuestra fuerza productora y nuestro único deseo libertario de justicia, equidad y solidaridad, sólo desde las fuentes podremos construir un verdadero mañana para olvidarnos de aquellos que por durante siglos han profitado del esfuerzo incansable de cientos y miles de trabajadores. Por ello, es necesario reeditar a Zola, leerlo, comprenderlo y así lograremos aprender quizás más de todo aquello que las galimatías de enrevesados filósofos nos intentan explicar, pues la palabra simple y directa ya en su momento logró generar un verdadero bloque de ideas que nutrió a toda la clase trabajadora, es así como el proletariado de gran parte del orbe se sintió identificado con la obra de Emilio Zola, así como hoy a más de cien años de su muerte puede uno identificarse con él. Las cosas siguen igual, mas la inquietud persevera, nadie nos podrá cortar las alas, por lo tanto, amigos, a volar. Zola estaría encantado.

viernes, 31 de agosto de 2007

SOMBRAS CONTRA EL MURO


SOMBRAS CONTRA EL MURO

Con esta novela, Manuel Rojas nos entrega un nuevo episodio y espacio en la vida de Aniceto Hevia, el hijo del Gallego. El hijo de ladrón.
La novela parte cuando Aniceto, se encuentra trabajando como ayudante de un pintor anarquista español, quien en su fuero más íntimo pensaba que el esperanto debía ser el idioma que unificara al mundo. “Esperanto está idiomo internacia”.
De ahí en adelante, una serie de sucesos significativos irán estructurando y construyendo el bagaje de experiencias del cual se nutrirá el protagonista. Todo su deambular, su vagabundaje, resulta ser tan similar como el de aquel que llegó a ser un paradigma para aquellos anarquistas de comienzos del siglo veinte, Máximo Gorki. La procesión de Aniceto es un camino de aprendizaje, se podría decir que de humanización, ya que ante él, se presentan dos caminos y aquello resulta ser la constante de la novela, la moral que el protagonista deberá hacer parte de sí para diferenciar, optar y así poder ser un hombre íntegro. En esto me permito hacer hincapié, ya que la dinámica de los acontecimientos que se relató en Hijo de Ladrón, en la cual Aniceto debía cargar con el peso de un apellido, que era el de un delincuente y el hecho de intentar demostrar por medio de su accionar que no por ello, él estaba condicionado y condenado a ser lo mismo.
El cuestionamiento es recurrente en el protagonista, ideas que fluyen por su cabeza, observa, escucha, viaja de aquí para allá, siempre con hambre, recuerda a Cristian que ha muerto, y a quien encuentran en la morgue. Surge dentro de los anarquistas uno en particular, que podríamos decir es, junto con Aniceto, uno de los pilares que sostienen la obra, es Alberto, un anarquista individualista, de aquellos de acción directa, que más que pensar en la propaganda sólo piensa en vivir y vestir mejor. Aniceto desarrolla un análisis mostrando aquella delgada línea en la cual se podía llegar a ser un idealista comprometido o sólo un delincuente.
Es el tiempo de la efervescencia social, de los mítines universitarios y obreros. Se menciona al poeta cohete Daniel, que no es otro más que José Domingo Gómez Rojas, así también atraviesan por la obra algunos personajes con sus anécdotas y que son dignos de destacar, como Gutiérrez, el aprendiz de intelectual que, con ojo escrutador, en él podríamos reconocer al novelista José Santos González Vera. El narrador nos pone en cierta situación en la cual ambos hambrientos conversaban en la oscuridad de un conventillo, Gutiérrez dado a la lucubración le comenta a Aniceto sus orígenes, su vida, proyectos y esperanzas, Aniceto mientras tanto va extrayendo de un saco unas bolitas que se comienza a echar a la boca por un gran lapso de tiempo, comió de ellas sin ser sorprendido por su nuevo amigo, a quien no le ofreció, luego de un tiempo le menciona su hallazgo y el aprendiz de intelectual le hace notar que aquello que se estaba echando a la boca era luche, un tipo de alga con el cual se acompañaban algunas comidas marinas típicas de la zona y que él despreciaba.
Otro de los aspectos dignos de mencionar es el de los oficios planteados por el narrador, en la novela pasan algunos maestros, oficiales y aprendices denotando orgullo y conocimiento en torno a sus cualidades: peluqueros, lustradores, zapateros, pintores de brocha gorda, oradores, quienes en el mayor de los casos hacían gala de erudición y sabiduría en el Centro de Estudios Sociales Francisco Ferrer, sí, aquel Francisco Ferrer de la escuela moderna. El tema de los oficios resulta importante dentro de la cuestión social, ya que el grupo de obreros en aquel tiempo resultaba ser más organizado, solidario y preocupado por el devenir del hombre explotado. La unidad de aquel tiempo en sindicatos y federaciones tenía fuerza y valor, y carecía de miedo, lo cual impregnaba dentro de sus organizaciones una mayor conciencia de clase y un mayor espíritu de lucha..
Personajes como el Chambeco, Voltaire, el doctor Juan de ascendencia italiana, aquel hombre de una bonhominia altruista y que refleja en sí la figura del doctor Juan Gandulfo, amigo y compañero del escritor Manuel Rojas son dignas de poner atención y
de ser rescatadas como un medio de reconocimiento a la obra de este último.
Volviendo a la figura de Alberto, aquel ser que denotaba en Aniceto un cierto misterio y admiración, quizás un poco por cargar en su cuerpo una Colt del 12, a la usanza de los expropiadores franceses o argentinos, éste era el prototipo de hombre que representaba aquel resentimiento y que fue cautivado por el deseo de vestir y vivir a cuerpo de rey. No gustaba del trabajo, sólo servía de modelo a pintores y robaba, era en el fondo un ladrón de poca monta que al final asesina y se ve obligado a alejarse y a rehuir de la justicia, así como de sus amigos.
Este tema, discutido dentro del anarquismo sobre la violencia, es puesto en el tapete en esta obra, de seguro para quien lee la obra como un lector ingenuo resultará atrayente, ya que en el mayor de los casos uno se muestra siempre a favor del bandido, del perseguido, pero es necesario volver a poner en realce aquel tema de discusión para así poder nutrir y dar una visión coherente y lógica de los mecanismos a través de los cuales se maneja o se ha manejado el anarquismo. Sin llegar en este punto a negarlo o aprobarlo, sólo dando así como nuestro narrador un pie para generar la discusión.
En el texto surgen también situaciones anecdóticas como aquel momento en que Aniceto es tomado preso con su amigo Manuel por estar jugando con una piedra en una plaza, son llevados a la comisaría y pasados a un calabozo por desórdenes a la propiedad pública, cosa que nunca fue tal.
Allí, dentro del calabozo, el narrador nos expone una situación irrisoria, la llegada de un borracho, quien pedía cervezas al guardia y puteaba a medio mundo sin dejar dormir a nadie. El amigo de Aniceto al ver que el borracho llevaba un sombrero y no se dejaba de decir estupideces, va y se lo enfunda hasta la boca, hecho que causó la risa de todos los reclusos, pero a la mañana siguiente vendría la venganza, cuando el borracho se sentaría a defecar en el escusado del calabozo. El hedor que inundó el lugar se hizo insoportable, y luego de gritos y quejas por parte del resto de los reclusos el beodo fue puesto en libertad, al rato se fueron Aniceto y Manuel, no sin antes tocar su parte y conversar con el juez.
Así también, resultan interesantes las hojas que dedica Manuel Rojas sobre aquel anarquista francés, René, quien ejecutó el primer robo de una obra de arte en el Museo Nacional de Bellas Artes, al extraer con total sutileza un original de Velásquez, la necesidad, el hambre el hecho de mantener una familia, la inopia, en fin razones sobran. Todo aquello quizás lleven al ser humano a deambular por aquellos lugares que entregan una pequeña tranquilidad, un pequeño alivio, pero viene el cuestionamiento, aquella situación en la cual el ser se pregunta ¿y a quién venderle esto?, no faltará el comprador de arte, lo cual podría significar que se estaría privando a una comunidad de aquella obra. René, se da un gusto, y en su fineza opta por devolver la obra. Tal experiencia devela un hecho, pero más aún una dignidad y un deseo de entregar a todos lo que no es de nadie en particular. Esa es la enseñanza.
Otro suceso anecdótico es el de una conversación con otros anarquistas que llegaban al movimiento o al Centro de Estudios Sociales sin saber como (vengo a buscar a tal o cual) e inmediatamente eran hechos compañeros, así nutridos sólo del deseo, muchos anarquistas sin tener una base sólida y procurados sólo de una buena voluntad y de un deseo de solidaridad llegaron a bautizar a sus hijos como Bakunin de las Mercedes o Tigre de la Revolución, hecho que causa gracia y a la vez una profunda preocupación.
Así construye Manuel Rojas su obra, con todas esas características que nos muestran en gran medida como se desarrolló un proceso constructivo e histórico de nuestra realidad social y que, sin duda, es nuestro deber rescatar y mejorar, si tomamos esta obra como estudio de una situación que podría ser mejor.
Ahora bien, la obra tiene en sí una rica gama de personajes, anécdotas y aprendizajes que para todo aquel que sienta la “idea” y aquel deseo de construir una sociedad libre y sin prejuicios es de vital importancia.
Uno de los aspectos poco analizados por escritores chilenos sobre la obra de Manuel Rojas ha sido el del humor, (no así en el caso de González Vera, de quien Enrique Espinoza publicó un texto de estudio sobre este tema*) ya que dentro de la idiosincrasia de esta tierra navegan grandes y muchas veces poco estudiados escritores chilenos.
Ver:
Espinoza, Enrique, González Vera, Un clásico del Humor, Editorial Ercilla 1986, Santiago, Chile.
Alegría, Fernando, Las Fronteras del Realismo, Literatura chilena del siglo XX, Empresa editorial Zig-Zag, 1964,Santiago, Chile.
Rojas, Manuel, Sombras contra el Muro, Empresa editorial Zig-Zag, 1964, Santiago, Chile.

GONZÁLEZ VERA Y EL COMUNISMO ANÁRQUICO


JOSE SANTOS GONZÁLEZ VERA


He estado releyendo con fruición la obra de José Santos González Vera y me parece que desde su primera novela Vidas Mínimas el autor nos muestra con acertada inteligencia una obra concisa y verídica, y qué más verdadero si en ésta se refleja todo un contexto histórico, social e individual, la obra es el espejo de una realidad dolorida en donde se descubren los seres más abyectos y toda una gama de individuos comunes que nunca llegarán a figurar dentro de la oficialidad de un país. Es la gran masa que aún no se unifica para darle el golpe certero a los palitroques del estado, por ello, la obra de González Vera se transforma en la voz de los oprimidos, obra trascendente escrita a fines del año 1920 y cuyos originales se perdieron por espacio de un año, tras el asalto a la federación de estudiantes, más específicamente en una segunda batahola llevada a cabo por las hordas fascistas de las guardias blancas de aquella época (dentro de las cuales se encontraba aquel lobo con piel de oveja, Alberto Hurtado), quienes prorrumpieron en las dependencias de la imprenta Numen. La obra de González Vera, sólo vio la luz un año más tarde luego de ser encontrada por un amigo del escritor.
Es bastante similar la concepción de nuestro escritor con la del argelino Camus ya que éste en El primer hombre, obra inconclusa y que, sin embargo, revela la estirpe de este genial escritor, nos señala que aquel mundo, aquel contexto en el cual él vivió estaba lleno de aquellos hombres que son la fuerza y el motor de un país, son quienes dan vida a toda una organización, mas son entes anónimos, aquellos seres que tienen una vida cotidiana llena de trabajo y cansancio hombres que no pasarán desapercibidos del curso de la historia, ya que ahí está el escritor, que observa y grafica toda aquella realidad que es el testimonio de una parte importante sino la más importante de la realidad histórica de la humanidad.
Ya en su segunda obra, Alhué, González Vera nos ofrece la estampa y las reminiscencias de aquel pueblo casi rural en el cual se desarrolló su infancia, Ah! La infancia. Es según algunos críticos su segundo acierto literario en él podemos participar de un universo lleno de personajes característicos y llenos de una singular concepción, como el tendero, la joven devota de dios y de los remedios, la imagen del padre, etc. El autor a través de su prosa austera, nos lleva a recordar por medio de aquellas imágenes todo un mundo visual y conceptual que muchos olvidamos al llegar a la madurez.
Bastante se criticó a González Vera al recibir el Premio nacional de literatura en 1950, hubo quien lo llamó “fotógrafo de plaza de provincia” (y no hablo de un escritor cualquiera, me refiero al mismísimo Pablo de Rokha), al igual que Volodia Teitelboim, quien en su libro Tradiciones realistas en la literatura chilena señala: “Hombres que empiezan de anarquistas y luego derivan con elegancia hacia un discreto burocratismo, como Manuel Rojas y González Vera, producen algunas bellas páginas; son orgullosos cultivadores de una literatura que repudia todo compromiso, que a su juicio no sea la literatura misma”. Éstos que arguyen que la obra de nuestro autor es precaria, que sólo lo mueve la visión del “ Arte por el arte”, que su visión es sólo una fotografía, me parecen un tanto ligeros, por decir lo menos, acaso no ven aquellos “juiciosos” críticos, el descarnado relato, en sus obras, prueba de una sensibilidad que refleja cromáticamente toda la realidad de nuestra propia historia y cierto es que el autor nunca ha estado de lado de los explotadores y menos ha traicionado la idea libertaria, él es el medio, el engranaje que nos abre las puertas y puede mostrarnos claramente la realidad de las vidas mínimas y esto es aunque minimalista una contribución trascendente en la avanzada hacia la causa revolucionaria, primero, es nuestro deber crear conciencia en nuestro proletariado a fin de que se pueda percibir el obstáculo que existe entre las clases sociales, González Vera, lo logra de manera llana y sencilla, porque esto es lo que algunos no entienden presas de la envidia que los consume, quienes olvidaron para con González Vera el sentir solidario y aunque a éste le tengan sin cuidado aquellas diatribas, es necesario dilucidar la bonísima y profunda calidad humana que posee.
Ahora respecto al juicio de Teitelboim, considero que tal apreciación se torna liviana en boca de quien propugna el comunismo, veo ante todo, intereses creados, tanta maledicencia asombra, es fácil, muy fácil y cómodo lanzar fieramente los dardos en contra de quien por méritos propios ha logrado destacarse, sin tener la necesidad de que un partido esté tras de ti sopesando tu valor o erigiéndote como el representante de la clase obrera.
Luis Vitale, corrobora este hecho, y nos confirma que el movimiento anarquista fue la base del movimiento obrero y el primer motor en las primeras dos o tres décadas del siglo.
“Quien dirigía el movimiento obrero en Chile hasta que se consolida Recabarren, sin ninguna duda que era el movimiento anarquista. Eso ha sido ocultado por la izquierda, no solamente en Chile sino en todo el mundo”.
Aquello que conocemos como envidia, a algunos habitantes de esta tierra parece fluirles como la libertad fluye en los mares. Es más, creo que dicha actitud desalienta a muchos jóvenes que ven el comunismo como una vía hacia la libertad.. Por ello considero que todo partido no hace más que perseguir el predominio de una autoridad, llámese comunista, socialista, etc. El verdadero comunismo, pienso, se sustenta sobre la base de la solidaridad y de la libre asociación e interacción y entendimiento entre los pares, paras poder alcanzar ese estado de bienestar y equidad que todos aquellos que nos sentimos libertarios hemos anhelado por tiempo.
Es necesario mantenerse alerta, puesto que en todas las áreas del conocimiento una semilla reaccionaria crece, por lo tanto, es nuestro deber unirnos para develar aquella conciencia tácita que muchos de nosotros mantenemos en estado primitivo, aquí, pienso, se trata de abrir nuevos caminos, liberarnos y crecer, para luego ver germinar la semilla libertaria e igualitaria del comunismo anárquico. Cuando era muchacho la tercera obra de Vera, vio la luz en 1959, en esta obra el genio desarrolla a cabalidad la historia del anarquismo chileno de los años veinte, en cuyas semblanzas hacen gala los más destacados poetas y escritores tanto como pensadores del anarquismo nacional, en aquel entonces el movimiento ácrata, contaba con destacados representantes todos ellos imbuidos del más ferviente y arrebatador anhelo de cambio social, una brisa libertaria se respiraba en el ambiente, llena de cambios y respuestas revolucionarias, era el tiempo de Alessandri, pronto vendría la dictadura de Ibáñez, muere José Domingo Gómez Rojas, producto de una seguidilla de asaltos a las dependencias de los centros de reuniones anarquistas, éste es encarcelado y vejado, torturado hasta decir basta, pero aquel momento dio pie para que muchos de sus pares se organizaran, el poeta muere en el hospital psiquiátrico, víctima de las torturas infundidas en la cárcel, la misma en la que tiempo atrás se encontrara recluido un ácrata, quien escribió en la misma celda en donde estuviera Gómez Rojas “estar preso por el pueblo no es una humillación sino un acto de libertad”.

LA SONRISA DEL CAIMÁN


Debo reconocer que la lectura de Dauno Tótoro me asombró por sobre todas las cosas, hacía tiempo que no leía una novela contundente, me apasionó la forma en que trataba a los personajes, en especial la figura de Clerence Jones y de Fabián, singulares si se les quiere llamar de algún modo. El policía siempre atento, siguiendo los pasos de su sospechoso amigo, inclusive sembró sospechas en mí. En primer lugar, pensé que era este tipo quien estaba al servicio de Hiendrich, pero el error fue posible, posteriormente, creí que el pobre de Fabián moriría sin derecho a pataleo, pero a pesar de todas las desventuras sufridas por Marco y sus amigos, Fabián fue el único que pudo en cierta medida compensar las ansias de todos los revolucionarios que intentaron desbaratar el sueño de quince años de un viejo nazi que seguía abogando por la purificación de la raza en busca de aquel Uebermensch.
Se dio la ilógica y se pudo volver a cobrar venganza dentro de los márgenes preestablecidos, todo ese relato, está impregnado de la más nueva y actual narración, teniendo en cuenta que nuestro autor es un personaje que ha recorrido todos aquellos meandros por los que hace gala de buena erudición. Dauno Tótoro, es conocedor del paraje en que se desenvuelve, y a pesar de todo aquello parece llevar un sello de amargura en sus relatos, la clara negación y el pensamiento de no poder lidiar en contra de las fuerzas que parecen aplastar todos aquellos sueños de solidaridad y de bienestar común que tanto necesitamos. Sin embargo, el relato lineal en la obra de Tótoro, parece estar pagado de situaciones que nos hacen ver por su sencillez y dulzura la poca humanidad de la que nos asimos sin concesiones, es ésta la que nos transporta hacia lugares de fecunda creatividad, pero todo este manjar de sensaciones no es sino una nueva forma de plasmar la literatura chilena, tan seudo densa y sin sentido que hemos visto por décadas, aún recuerdo los pasajes de algunos escritores sumidos en la corriente de la conciencia, que fuera todo un proceso, toda una época ( debo reconocer que todos aquellos autores que desarrollaron este monólogo interior: Joyce, Faulkner y Droguett, en nuestro interior, por dar sólo unos nombres lo hicieron con total maestría) pero ahora surge con nuevos bríos esta narrativa que nos lleva a reconocer un estadio que nos parecía perdido, el manejo de todo aquello que significa lidiar con las más puras fibras de la biología o de las técnicas de la narración más perfecta. Tótoro nos muestra una sociedad corrupta hasta los huesos y es él nuestro antihéroe de mil batallas, que lidia ante un sinnúmero de situaciones que parecen no tener un asidero en esta realidad, las imágenes de los personajes resaltan en un revuelo demente y nos angustia pensar si realmente el joven Fabián perdió la vida en su venganza iracunda o si aquello que menciona el encargado y corresponsal de Clarence es realmente cierto, el hecho verdadero es que al parecer siempre se antepondrá el poder lucrativo y la máquina de un sistema avalado por las cúpulas verticalistas de un poder que por mucho tiempo (por no decir siempre) se ha deleitado con la humanidad que ven en los pobres, el medio y motor para continuar con su engaño y darle un pequeño placebo a una sociedad que tanto necesita de todo.
De esta forma, vemos a través de todo el relato una maraña de corrupción y de manejo al servicio de poderes ocultos , sí, aquellos que gozan de impunidad y de recursos que surgen del sudor de aquellos que se tornan anónimos ante nuestros ojos.
Ahora bien, la problemática con respecto al personaje principal ( Marco Buitrago) nos revela la figura del antihéroe que manifiesta un pesimismo casi absoluto ante las situaciones y los poderosos contra los cuales se ve enfrentado, de partida uno podría pensar que él así como otros personajes no harían nada para resolver el problema de fondo que se le presenta, sin embargo, en su fuero interno, aquella luz de esperanza sigue titilando en medio de una oscuridad brumosa estilo Londres 1850 y que sostiene el deseo de mostrar y demostrarse que todo ese cúmulo de situaciones poco apoco se irán desmadejando en medio de una red que por momentos parece confusa y sin solución aparente, pero nuestro obstinado personaje sabe sortear todas esas situaciones límites que se presentan no sin ello desconocer el apoyo de ciertos dioses del olimpo que por momentos parecieron ayudarlo en su angustiosa tarea por la búsqueda de la verdad. Lugares: inhóspitos, sitios marginales, balas, golfas mulatas y jóvenes ávidas de carne tersa, lugares sórdidos, lujosos hoteles, cruceros, lanchas y yates, droga, muerte, suciedad y por último el deseo inefable que supera o sobrepasa la expresión porque todo aquello que siente y contempla cala en las fibras más hondas de aquel hombre que tiene conciencia e ideales, aquel hombre que busca la tranquilidad personal y ajena, que lucha y siente dolor. Aquel hombre que siente que todo aquello que realizó, no fue más que otra experiencia que debía ser vivida, el verdadero cambio revolucionario consiste en este caso en abrir las puertas y luchar por un ideal que es o parece ser concreto y que está al alcance, todo cambio substancial surge de las manos que quieren cambiar lo establecido en pos de una sociedad más justa y humana.Por eso, La sonrisa del Caimán, de Dauno Tótoro es una novela que merece ser leída por todas las personas que gusten del relato policiaco, densa, casi espumosa, un dejo de Bukowski y una nostalgia que por momentos nos recuerda al obstinado y terco Heredia de Ramón Díaz Etérovic.

LUIS CORNEJO Y LOS AMANTES DEL LONDON PARK


LOS AMANTES DEL LONDON PARK

Esta novela de Luis Cornejo, escrita en tercera persona y que relata la relación amorosa de Pedro, (un mecánico cuyo oficio cotidiano es manejar la rueda Chicago del parque de entretenciones London ubicado en Valparaíso) y Rosalía, una joven prostituta que se vende a los marinos extranjeros (noruegos, alemanes, etc) en el Rolland Bar.
La historia es sencilla, Pedro es un obrero bohemio, con muy poco cariño por desempeñar el trabajo que realiza, más bien sin presentar una sola muestra de deseo, siempre presionado por don Eustaquio, el dueño del parque, quien al parecer sólo se preocupa de recibir el dinero por sus juegos y de paso explotar un poco a sus obreros, dentro de los cuales también se encuentra el compadre de Pedro, Ruiz. Éste, de carácter más pasivo y al igual que Pedro un bebedor contumaz, pero con aquel aura de sometimiento y temor por quedar en la calle, es del tipo de persona que acata las decisiones de quien se muestra más fuerte.
Pedro sólo es un autómata dentro de su trabajo, sin embargo, niega todo compromiso. Y que puede si no reconocer el absurdo de su vida por lo menos intuirlo, el tedio y el fracaso en sus días de pobre, lo llevan a anidar una idea que lentamente comenzó a ganar espacio en su mollera y que en sus estados de borrachera le llegaba a mencionar a su compadre: “un día de estos le prendo fuego al London Park”.
Sin embargo, lo esencial no radica tanto en el carácter impulsivo de Pedro, o tal vez en parte sí, ocurre que uno de aquellos días, luego de la jornada laboral ambos compañeros y compadres las emplumaron con rumbo al restaurante de Don Paolo un bachichi que les ponía unas cuantas botellas al fiado. Los hombres beben, se embotan, son dos cueros vineros abrazados uno junto a otro, deciden caminar y dirigirse con dirección a una carroza que está a unos metros de ellos, un paco se les acerca, los detiene por unos segundos, duda en llevarlos preso y como se da cuenta que tiene más que perder que ganar (ya que con el parcito en capacha los hijos del paco no podrían subir gratis a los juegos del London) decide indultarlos y les ordena que se marchen, Ruiz muy agradecido da un impulso a su compadre y emprenden la caminata.
Con poco dinero llegan al centro del puerto, es medio día y deciden apostar el resto del dinero en los pingos. Ganan mucho dinero, se visten bien, comen bien, beben del bueno y se van en busca de Rosalía, a quien Pedro había visto la noche anterior y de quien había quedado completamente prendido.
Cuento corto, se acuestan, gasta todo el dinero, le pide que se vaya con él no sin antes mandarse un numerito de macho ofendido. La mujer accede y se marchan al cuartucho donde mora Pedro. Pobrísimos, la mujer se desvive por su hombre, plancha, lava etc. Su juventud se comienza a desvanecer sin darse cuenta. Pedro cada día más celoso siente el temor de que Rosalía vuelva a reincidir, en algún momento la ve conversar con algún vecino y siente que lo cela y está pronta a engañarlo y dejarlo.
Vuelve a beber, a ser llevado por las olas del vicio y no siente la resaca que le golpea la cerviz cuando ya está nuevamente ebrio. Comienza a llegar tarde a casa, cada vez más tarde, hasta que una noche la Rosalía amante incondicional, casi. Sale en su busca no lo encuentra, bebe unas cervezas y se observa en el espejo del boliche, el tiempo a curtido su tersa piel, se ha marchitado sin darse cuenta al lado de ese hombre que poco a poco la comenzó a hacer sufrir, a postergarla, a olvidarla. Vuelve a casa se acuesta, duerme. Pedro regresa borracho se tira a la cama, ella lo golpea y mientras tanto va descubriendo aquel olor a puta barata que desprende la ropa del crápula. Llora, se siente traicionada y luego se marcha, ella había vivido todo aquello en su infancia y Pedro había asumido su fracaso, aquel fracaso impuesto por los celos.
Pasó el tiempo, Pedro cada vez más sumido en la borrachera, se encuentra con su compadre Ruiz y le dice a éste: sabe compadre “un día de estos le prendo fuego al London Park”.
El aspecto social siempre presente en los cuentos y novelas de Cornejo es sumamente interesante, aquellos personajes proletarios o lumpen proletarios son los seres que inundan y dan vida al mundo del novelista, éstos son parte de un cúmulo de postergados, a quienes nadie o casi nadie, les presta atención. Es la escoria de la sociedad, sin embargo podemos apreciar y vivenciar que aquellos personajes tomados de la realidad cotidiana, muchas veces llevan una carga de humanidad y sentimientos mucho más maduro e impregnados que otros. La diferencia de clases es contundente, de un lado los pobres y del otro los “jutres”.
Otro aspecto que llama la atención de esta breve novela es la virilidad y el machismo propios de los sectores bajos. Temas como los celos, el alcohol, la lealtad, surgen y demuestran el claramente un modo de vivir, son vidas comunes, de hombres sencillos, muchas veces olvidados en el tratamiento de la novelística nacional, recordemos que recién con G. Vera y luego con N. Guzmán el novelista se introduce y grafica esta realidad, algunos escritores anteriores bocetearon cuadros de conventillos, experiencias marginales dando sólo una pincelada a aquellos espacios pintorescos de nuestra sociedad.
Siguiendo la ruta de los anteriormente mencionados escritores, Cornejo ahonda un poco más en muestra realidad, presenta hechos descarnados y trágicos como lo hizo Nicomedes Guzmán o González Vera, estos hechos resaltan por sobre manera en su libro de cuentos Barrio Bravo.Si bien la prosa de esta novela es fluida y rápida, sin muchos eufemismos, queda flotando en la atmósfera de la memoria, una vez concluida la lectura, una sensación dispersa de conexión, algo que no permite unir en una sola gavilla todos los sucesos. Parece algo así como un diamante en bruto, tal vez un proyecto de novela que habría dado para más, ¿qué fue de Ruiz, de Don Eustaquio? Quizá demasiado para la imaginación, quizá un quiebre brusco, pero no podemos negar que la lectura de esta obra resulta ser un pie para el enriquecimiento del conocimiento más material de la conducta humana. Queda esa sensación de que no somos cien por ciento buenos, ni cien por ciento malos. El lector tiene la palabra.

MAXIMO GORKI


MAXIMO GORKI

De verdad que hablamos demasiado sobre escritores y es bien poco lo que leemos. A veces uno piensa en aquel cúmulo de textos y obras o autores que nos mencionan los estudiosos de la literatura y uno no deja de sentir vergüenza y vaguedad debido a lo poco y mal informado que uno se encuentra. Confieso que esto me ha ocurrido con los escritores rusos, por quienes siento una profunda admiración, especialmente por Dostoiewski, Tolstoi y Máximo Gorki.
Alexei Peskhov, quien luego de vivir una infancia dolorosa y una adolescencia no mejor supo formar su propio destino, de más está decir que su vida no fue precisamente un camino sembrado de diáfanos jardines ni de miel sobre hojuelas, nada más alejado de su contexto y realidad. He escuchado no hace mucho que existe un invisible parangón entre la psicología del ruso y del chileno, debe ser aquello lo que me acercó a identificarme con aquella literatura, además están todas aquellas miserias tan perfectamente descritas (y en todo orden de cosas) que el nudo del cariño se tensó más firmemente en mi relación con dichos poetas de la lengua eslava.
Recuerdo haber leído Malva, Makar Chudra, La canción del Petrel y otros cuentos de Gorki, el amargo, aquel que intentó quitarse la vida en una desesperada situación, por suerte para nosotros aquel tiento no llegó a consumarse y como es sabido “lo que no te mata te hace más fuerte”, claro está que nuestro escritor quedó bien a maltraer de uno de sus pulmones, lo cual no significó dejar de lado aquello que con tanta pasión supo hacer: Escribir. Aquel talento se fue modelando en el rigor de la existencia, como buen observador, supo absorber todo lo peor y lo mejor del alma rusa, así como lo hizo Tolstoi, Dostoiewski, Gogol, Chejov, Turgeniev y muchos otros.
En su obra, Mis Universidades, Gorki nos acerca a su infancia, a su adolescencia y juventud, su aprendizaje autodidacta, su periplo de vagabundo, su faceta de educador enseñando a leer a algún analfabeto, su preocupación por la educación hacia los niños, etc. Nos encontramos frente a un escritor del pueblo, que se nutre entre las vidas del mujik, del obrero, del estudiante para crear verdaderos tipos literarios, aunque verdaderamente aquella no sea la intención llegamos a construir en nuestra memoria la imagen del ruso de finales del siglo XIX y comienzos del siglo veinte. Gorki admiraba a Tolstoi, aunque discrepaba de su mística religiosa y de aquello de la “no resistencia al mal”, que tan popular hizo en occidente al educador de Yasnaia Poliana.
Gorki sentó las bases del realismo socialista que sólo es una consecuencia del legado de todos aquellos que aportaron en él la mirada aguda del hombre de la nueva Rusia que germinaba por aquellos entonces. En 1861 se dio la libertad a los siervos, 1905 trajo el preámbulo de lo que sería la Gran Revolución Rusa, que finalmente sepultó el intento de libertar a la clase trabajadora, así lo confirman las masacres de Cronstandt y la purga posterior de Stalin. Llena de sacrificios humanos, la literatura también sacrificó la libertad de este escritor que comulgó con la política estalinista, quizás fue demasiado inocente, quizás demasiado dogmático. Lo cierto es que debemos apegarnos más a su obra que a sus ideas posteriores a la revolución, que dicho sea de paso me parecen demasiado partidarias al final de sus días, eso lo comprueban sus ensayos literarios. Ver la obra Máximo Gorki: Sobre la Literatura, en donde el autor nos relata los caminos de la nueva literatura soviética y nos hace dar un paseo por aquellas figuras que le dejaron un imperecedero recuerdo, entre ellos: Chejov, Esenin, Tolstoi y otros escritores europeos como Romaind Rolland.
Resulta interesante el artículo sobre Serguei Esenin, la manera de retratarlo, joven, lleno de vitalidad, un órgano sensitivo en la cúspide de su carrera y luego aquel desencantado poeta maldito, alcoholizado y díscolo ante una no menos poética y patética Isadora Duncan. Quien sólo aportaba una cuota de mayor dolor y angustia en el escritor suicida.
De Esenin, Maiakovski señaló, reprobando su acción : “el pueblo ha perdido a su resonante guitarrero borrachín” Un lustro más tarde Maiakowski tomaría el mismo camino.
Es así como se acercan a nosotros nuevos nombres, Gorki cita a Kropotkin, Kropotkin en su obra La Literatura Rusa: Los Ideales y la Realidad, nos nutre de un verdadero acopio de escritores, entre ellos Goncharov y su obra Oblomov, para hacernos participes de la decadente burguesía, y así tantos otros, que de verdad se necesitaría toda una vida para descubrir el caudal de aquella tierra llena de fuentes inagotables que se restituyen cada día.
Con Máximo Gorki ya tenemos tarea suficiente, demasiada madeja. Sabido es que la vida puede ser breve, pero el arte de este escritor se debe aprehender en la lectura de sus obras, Ahí está La Madre, Varenka Oleshova y muchas otras que aún no he podido conseguir para gozar de sus imágenes, pero lo claro es que si existe eternidad, ésta debe estar seguramente, en la trascendencia que cada palabra nos entrega y nos acerca a la comprensión de nuestras materiales existencias, Ars Longa, Vita Brevis. Cada cual elija su camino, sólo un guiño para aquellos que no quieran descuidar la conciencia histórica que nos previene un futuro.

NICOMEDES GUZMÁN Y SU OBRA



LOS HOMBRES OBSCUROS

Ésta, la primera novela de Nicomedes Guzmán, escrita entre 1937 - 1938 y publicada en 1939, a la edad de veinticinco años, recordemos que el autor nació en 1914, es dentro de su producción una de sus mejores obras.
En ella, se relata la vida de un lustrador, Pablo Acevedo, quien vive en un conventillo, este pequeño mundo suburbano, es donde se concentra toda la fuerza de su narración.
Dentro de este espacio, podemos presenciar la prosecución de acontecimientos que son aquellos que nutrirán el mundo del autor. Desde un inicio, y en un tono más intimista al que viéramos en González Vera, nos acercamos a la vida del protagonista, quien nos da un recorrido, y nos muestra a través de sus imágenes la dependencia en la cual habita, sin duda, un lugar plasmado de miserias y amarguras, dentro de las cuales la tragedia cubre con su densa manta las vidas misérrimas de sus moradores.
A través de una descripción llana e inteligible, el personaje nos adentra en su mundo, en donde viven todos aquellos seres que comulgan y experimentan las vicisitudes de la amargura y el duro vivir de aquellos que poco o nada tienen y que sienten como todo ser humano, las mismas inquietudes que cualquier otro: amor, anhelos, cariño, odio, celos, desgano y desilusión (ante la vertiginosa rueda del sistema capitalista que consume sus vidas en el día a día del trabajo explotador que lacera sus pulmones, sus anhelos y esperanzas).
Casi sin darnos cuenta llegamos a las fibras más íntimas del protagonista, quien se ocupa por mostrarnos a cada uno de los personajes que mora dentro de aquel arrabal, llegamos a hacernos parte de sus aflicciones, a comprender su pensamiento, a olfatear las miserias y la humedad en la que pueblan y viven, en medio de ese rincón olvidado por todos. La situación del joven Pablo es un tanto expectante, se siente cercano a los ideales revolucionarios, la mayor parte de los hombres que pueblan aquel conventillo son obreros comprometidos con la causa reivindicativa por los derechos de aquellos parias explotados. Obreros sindicalizados, trabajadores ferroviarios, mujeres que son tan obreras como los hombres, lavando ajeno, curtiendo sus manos en medio de la lavaza. En un primer momento notamos en el protagonista aquel deseo de observación, de aprendizaje, siente el ímpetu por ayudar, por solidarizar, pero se mantiene en un estado distante. Escucha a los obreros con los cuales se encuentra en un café, ellos discuten con total claridad la situación del proletariado, hacen alusión a los mítines del año veinte, se enarbola una preciosa apología en pro del poeta José Domingo Gómez Rojas, quien fue encarcelado y torturado y como consecuencia de todo aquello enloqueció y murió, dando su vida por la clase trabajadora. Sentido homenaje de aquellos que nunca lo olvidaron y que nunca lo han de olvidar.
En medio de esta discusión, de la cual el protagonista sólo participa como oyente, se van desgranando por medio de los oradores sendas defensas de posiciones con respecto a la realidad de aquella época, por un lado Robles, un trabajador que había dado años de lucha por la causa revolucionaria se muestra y hace notar su desencanto, en cuanto al llamado a unidad de los trabajadores, una especie de nihilismo pareciera incrustarse en su discurso, mientras que su compañero González, el ferroviario ve que la clase necesita de la unidad y de la fuerza que sólo el mismo proletariado puede infundir a la lucha que se ven llamados. La situación es tensa por momentos, cada uno de los hombres esgrime sus razones, que no dejan de ser alejadas de la realidad, por un lado Robles le señala a su compañero que mientras son pocos los que se desgastan ¿qué ocurre con el resto de los trabajadores al momento de actuar? Nada. Se responde. González por su parte le señala que cada uno está llamado a contribuir en lo que significa la causa. Ambos gozan de cierta razón, sin duda. Ambos hablan de experiencias vívidas, que hasta el día de hoy tienen y mantienen a la clase obrera en un estado de cierta quietud. El trozo recuerda en cierto momento a algún opúsculo de Errico Malatesta, que bien podría ser En el Café o Entre Campesinos.
A la luz de las discusiones, Pablo siente ese deseo de expresarse, sin embargo, la experiencia de aquellos dos obreros termina por opacarlo y calla.
Surge la figura de una mujer, Inés que viene a traer al protagonista la inquietud que significa el amor. Uno de los primeros encuentros se produce en el conventillo, en la fiesta que da un viejo para celebrar su onomástico. Sin muchas ganas de seguir al viejo, y más por compromiso que por deseo, se allega a la casa de éste y en aquel lugar queda obnubilado ante la presencia de Inés, que es cortejada por un “colorín” que acecha a su presa sin darle tregua. El joven observa, siente celos, pues dentro de sí se ha enconado aquella raíz de la cual no podrá jamás desprenderse y que traerá aparejada un sinnúmero de situaciones que nutrirán la novela.
Más allá de hacer un comentario de cada uno de los momentos que desarrolla el relato, es preciso centrarnos en la relación de Pablo e Inés que pese a todo, es el nudo que une de modo más fuerte esta obra.
Inés, es una joven trabajadora, una muchacha que siente en su piel el calor de la primavera, Pablo la corteja, conversa con ella, su belleza lo deslumbra, la admira. La joven, en alguna situación lleva sus zapatos para que él los lustre, el joven presiente que algo nuevo se gesta en el corazón de aquella hembra así como en el suyo. No contento con lustrar sus zapatos, va remendando el cuero de uno de ellos, la joven va a buscarlos, lo mira, se miran, le agradece y le tiende una moneda, él, orgulloso, la rechaza, pero luego la acepta, es el juego de los nuevos amantes. Poco a poco, en ambos comienza a crecer ese lazo que sólo separará la muerte.
Entre la cotidianeidad de sucesos que atiborra el conventillo, la muerte no se muestra lejana. En una de sus piezas vivía un viejo alcohólico, bonachón y viudo que había sido uno de los forjadores de una organización gremial, era un viejo pequeño, gordo, que cada vez que se emborrachaba llenaba de dulces y caramelos a los niños que vivían en ese particular recinto. El viejo murió, quizá de pena, de soledad o de desesperanza, lo cierto es que ante este acontecimiento todos los moradores sintieron la perdida que produce la partida de alguien que sacrificó gran parte de su vida al movimiento obrero.
Ante esta situación, es necesario hacer un paréntesis, ya que aún hoy en día mueren hombres nobles y entregados a una causa de la cual sólo son instrumentos, llenos de abnegación, y la mayor parte de las veces no existe tal reconocimiento, son ignorados en su lucha, el recuerdo lentamente decrece, cae y el olvido tiende su voz de espanto en la riqueza de una vida que se lleva el viento y la tierra. Por esos hombres, por los olvidados, por todos los trabajadores que han entregado años y años de sacrificios, es necesaria la lucha, la lucha vindicativa, cimiento y voz de los postergados.
Sucesos tras sucesos, la obra se va llenando de desgracia. Un número significativo de personas llega al conventillo, provenientes del norte salitrero, familias pobrísimas, entre ellas la Gringa Pobre con su hijo, que representan a una casta más baja en cuanto a sus valores, que bien podría ser tildada de lumpen proletario. Todos ellos vienen a engrosar el cúmulo delos renegados que pueblan las áreas más suburbanas de nuestra realidad social, hecho que aún no concluye.
Así como el gallo canta todas las mañanas y el sol vuelve a brillar sin exclusión para nadie. El conventillo reanuda su curso cada día, Pablo sigue los pasos de su amada Inés, quien se enferma siempre un poco más, esa tisis que carcome sus pulmones en el silencio de su interior, se niega a ser víctima, vive cada hora en el silencio que engrandece a quienes pueden luchar desde aquel lado peor de su costado, esto representa en ella una muestra de lucha por el deseo de vivir. La tos y la hemorragia callada, la dulzura de una mirada enriqueciendo una vida, su amado, quien no pregunta por no llevar más aflicción a aquel pecho, sin embargo, se duele, se muerde, se silencia, se reprime, esa es la realidad que lo ha acondicionado, ese es el sistema en el cual se mueve y vive.
La vida sigue su curso, el amante vuelve a los pasos siguiendo el aroma que rocía su mujer, sin el beneplácito de los padres de la muchacha, los jóvenes consuman su amor en el Hotel la Marina, viviendo un minuto de alegría que sellará por siempre aquel amor puro que se han confiado.
Posteriormente, viene la persecución en “pro de la limpieza”. Muchos hombres, mujeres y niños son llevados a desinfectarse de piojos y bacterias al Regimiento Cazadores, lugar habilitado para dicho proceso, todo resulta ser una humillación. Son llevadas familias completas a una desinfectación, en la cual se hace abuso de los derechos más íntimos del ser humano, todo ello movido por aquel afán del gobierno por extirpar los piojos de la sociedad, lo que trae aparejada la muerte de muchos que son acarreados hasta aquel recinto. ¿Quiénes son los piojos en sí? ¿Con quién se pretende acabar? Son preguntas que surgen de la lectura en cuestión.
Inés muere, la tuberculosis ha vencido toda su lozanía, Pablo siente esa perdida como parte de su muerte misma, en el ínter tanto ha muerto un gran número de personas que habitaron el conventillo, entre ellas la madre de su amigo Robles, la muerte ronda el lugar. La angustia, las vidas.
Su amigo Robles le ha ofrecido un trabajo en una empresa, el paso del tiempo y el recuerdo vivo, lo hacen sentirse más hombre y más comprometido en la carrera por la revolución.
En una de las últimas conversaciones se apela a la cultura, a la falta de conocimientos que presenta la clase trabajadora. Ante esto, debiera surgir la necesidad de educar e incentivar la creación de la cual está provista la masa proletaria, ya que en la realidad ésta sólo muestra una intuición e instinto, sin objetivos claros, sin muchas proyecciones ni aquel asidero que las contenga. Para ello, es necesario que dentro del mismo conglomerado surja aquel deseo por allanar y encauzar ese camino, sin prejuicios ni egoísmos, los cuales llevarán al hombre a ser un ente autónomo lleno de esperanzas y prontos a acciones que puedan llevar a cabo esa sociedad esperada por mucho tiempo, y por muchos desposeídos, dejando de lado aquella sociedad burguesa y corrupta, viciada, que maneja los hilos de la sociedad actual sumiendo al grueso de la masa en una automatización de la cual ni siquiera muchas veces tiene el tiempo de enjuiciar ni darse cuenta.
Con esto sella la obra nuestro autor, sin duda, una verdadera apología a la clase trabajadora, fermento en donde se incuba la verdadera esencia revolucionaria, lo cual se evidencia claramente en las citas que a continuación señalamos:
“Las autoridades son una pura mierda” y “El porvenir de la humanidad nace desde abajo.”
Estos, resultan ser dos aciertos incuestionables. Es necesario conocer, llegar a las fibras más íntimas de lo que somos, toda experiencia es aprendizaje y esta novela, en su esencia alberga todo un espectro de situaciones, sucesos y acciones que nos llevan a mostrarla como una de aquellas obras que se destacan dentro del ideario de los escritores de esta tierra, tan olvidadiza de su historia, y de sus consecuencias.
Por otro lado, surge la necesidad de hacer hincapié en las canciones que se mencionan dentro de la novela, la mayor parte de ellas conocidas por aquel que tenga un bagaje mínimo dentro de la cultura folclórica de nuestra sociedad, así podemos recordar temas como el Canto a la Pampa de Francisco Pezoa: Canto a la pampa, la tierra triste, y muchas otras como el : Hay un pájaro verde allí en la esquina..., o alguna otra de carácter menos folclórico, y mayormente politizada, como: Agrupémonos todos. Así, este es el mundo iniciático que creó Nicomedes Guzmán y del cual nos ha dejado una simiente que pueda ser el alero de las nuevas generaciones.
Manuel Rojas, en su Breve Historia de la Literatura Chilena, nos dice respecto a la obra de este autor: “ Obra que describe tipos de bajos fondos y tendencia política. Constituyó un éxito. Su lenguaje estaba de acuerdo con sus personajes... En suma Los hombres Obscuros, donde hay menos política y más adecuado lenguaje, es su mejor obra. Allí, Nicomedes Guzmán relata uno de los idilios más tiernos y conmovedores de nuestra novelística; lo sitúa en un conventillo, lo hace animar por dos muchachos de miserables condiciones de vida y de trabajo y le coloca el agitado trasfondo de la insurgencia proletaria”. Cita ampliar.
Ante el juicio de Nicomedes Guzmán, uno de nuestros grandes narradores, debemos decir, que la obra de éste, si bien es una de las mejores de su producción, como señala Rojas, no por ello deja de tener gran valor el resto de su obra. Muchas veces el lector no hace hincapié en la forma, en la estructura, en el lenguaje y esto lleva aparejado el deseo de inmiscuirse hasta lo más hondo en el deseo que pretende proyectar el autor, lo cual motiva a impregnarse en la obra, tal cual es, con su lenguaje, con sus aciertos y sus defectos que sin lugar a dudas los tiene, pero su contenido sigue manteniendo la vigencia y trascendencia que cada obra que se precia de ser tal, debiera tener.

Ver:
Guzmán, Nicomedes, Los Hombres Obscuros, Empresa editorial Zig-Zag, Sexta Edición, 1964, Santiago, Chile.Rojas, Manuel, Breve Historia de la Literatura Chilena, Empresa editorial Zig-Zag Primera Edición, 1964, Santiago, Chile.

PABLO GARCÍA, POETA


PABLO GARCÍA, POETA

Hace ya más de medio siglo atrás, cincuenta y cinco años más exactamente (1951) el escritor chileno, Pablo García Meguillanes publicó un poemario titulado El Estrellero Inútil, obra que no tuvo mayor repercusión en el ideario literario de aquel tiempo, pero que sin duda deja entrever algunos aspectos que el narrador consagraría más tarde en sus novelas, entre las cuales se cuentan; El tren que ahora se aleja, Los muchachos y el bar Pompeya, La noche devora al vagabundo, La tarde en que ardió la bahía, Jinete en la lluvia, entre otras.
García, más conocido por su faceta de prosista o cuentista (ver Los mejores cuentos de Pablo García, Editorial Zig Zag.) si es que a esta fecha alguien más lo recuerda, plasmó en su Estrellero Inútil, las angustias de un ser existencial, recordemos que por aquella época Camus publicó El Extranjero, situación no menor en las letras universales. Imbuido de una melancolía desgarradora, el poeta nos sitúa en el entorno de un ser consumido por la amargura, en donde el desencuentro amoroso y la soledad cobijan las blancas páginas que surgen de su desencantada pluma, pero esta necesidad de expresar su estado anímico no es sólo con un fin catártico, en ellas se experimenta la desolación del hombre puesto en medio de una sociedad que no muestra mayores salidas y en la cual la esperanza es un juego de palabras que pareciera ocultar un enorme vacío tras esa descolorida tinta que cubre la angustia, aquella angustia que sobrepasa los espacios del tiempo y que perdura hasta el día de hoy.
Es así como da inicio en su texto a Cinco relatos desvergonzados, en donde cada poema adquiere el tono de una historia circular, cruda y realista que nos sugiere el desdoblamiento de quien se observa y enuncia las miserias del contacto sexual, agónico, cansado, mortecino. El hablante es quien se muestra descarnado y carnal, desconsolado y suplicando el consuelo de quien seguramente no podrá comprenderlo jamás. Un hombre triste que asume su tristeza, que repara en el entorno insensible que conversa de negocios mientras el se enreda en su angustiosa soledad y en su profundo pesar.
Sincero y sensible cada palabra es la nota de un sistro melancólico. Retóricas preguntas que nos invaden en algún momento de nuestras vidas, que nos devanan el seso de aquello que pudo ser y que no fue.
Al igual que Leonidas Andreiev, cuando nos remece diciéndonos. “Buenos días a todos los cansados de la vida”, Pablo García nos sugiere: “Yo soy apenas un hombre cansado de vivir”. Qué fatal pero profunda afirmación de quien en aquel latente estado ve como se cierran las puertas y cuán solo se sumerge en un oscuro laberinto. Y es imposible que no nos llame la atención aquella forma narrativa de construir sus versos, con la clara y simple necesidad de expresarnos, con su estilo, aquello que desgrana su sentir.
En su segundo poema, titulado “Yo no puedo hacer el amor con veinte pesos”, se nos revela aquella voz erótica de quien sólo quiere gozar del momento abjurando de todo el entorno, de toda la hipocresía que merodea en las cabezas de quienes se piensan tan moralistas, y es que el hablante siente las culpas de una sociedad que vive entre este doble discurso, lo cual queda de manifiesto cuando leemos el siguiente pasaje: Yo no puedo hacer el amor con veinte pesos / y luego hablar de cosas dignas / Y decir: “amor mío te quiero”
Para esto el hablante nos sugiere que es necesario escuchar la canción del goce, del amor no mutilado, aquella que ya se ha liberado de los prejuicios externos y que no conducen nada más que a una pérdida del verdadero amor.
Luego el poeta se cuestiona el tiempo perdido en el inútil pensamiento, mientras alerta el amor espera, perdiendo tiempo en el tiempo, dejamos abiertos los sentidos para sumirnos en el toque de tenues y suaves caricias que nos da su palabra, en donde levemente flotan los crueles suspiros que atormentan al hablante. Entregado al trance de amar, quizás sólo en un momento eterno, que abre las puertas de una loca melancolía, su susurro envuelve los sentidos invitándonos a compartir, a dormir en el mismo lecho en donde luego del amor carnal crepita el fuego leve del cigarro que se consume. Poema oscuro, melancólico, gris, que concluye en el ensayo de un beso, mientras el poeta pierde el tiempo en largas divagaciones. ¿Qué más es todo esto? Sino un suspiro eterno, una agonía en donde el sufrimiento de quien siente y se duele en todo su ser nos proyecta el ensayo cotidiano de la vida. Sentido y sin sentido de lo que realmente somos. Capacidad de expresar lo que se piensa, lo que se siente, todo el instinto que nos arroba y nos hechiza.
Tañen las campanas, perdido está quien busca un norte, todo se torna caricia fugaz, próxima despedida, la síntesis de un viaje, el viaje de quien sabe que pronto ha de expirar, fenecer. Precariedad de la vida, inutilidad de vivir sin saber vivir. El ensayo cotidiano es la prueba fiel de que estamos siendo. De que debemos amar sin cuestionarnos en el momento que amamos, pero sabiendo que somos seres racionales, camino de contradicciones y de enfrentamientos, enfrentándonos con nuestra naturaleza, apurando los minutos del placer, para poder vivir verdaderamente, entregando cariño, sintiendo placer, viajando en medio de la geografía voluptuosa de la mujer, succionándonos, en el compromiso de la vida. Antes del pitazo del tren, en donde se anuncia el terrible doblar de las campanas.
Los cinco relatos desvergonzados, se cierran con el poema Cuántas veces cansado, amargado, olvidado de todos... en donde el poeta nos introduce en su entorno de oscura soledad, de aquella soledad en la cual más de alguna vez nos hemos sumido todos, sí, aquella en donde hemos perdido a la mujer que amamos y debemos de vivir un luto, fugaz o duradero, pero luto al fin y en donde debemos volver a nuestro rincón a reencontrarnos con la soledad de nuestros objetos que en algún minuto significaron parte de dos y que en el tránsito de la soledad, solo son un recuerdo para la borrachera cotidiana de la melancolía. Descripción de objetos, remembranzas, culpabilidad, lo difícil del silencio que nos acompaña. Estado eternamente triste que dura lo que dura el sentir en el alma, quizás eternamente y la clara euforia de no querer olvidar los recuerdos, porque el paso del tiempo demuestra cada vez más inclemente, nuestra naturaleza y las horas nos mutilan y nos desgastan como aquel tísico que echa afuera en oleadas de sangre sus pulmones, la rabia nos hace vomitar aquel dolor enorme que nos carcome por dentro y aquella soledad que solo se disipa sobre las carnes de la cortesana, de la emperatriz del placer, aquella que dicta nuevamente un trance en donde ciegos y locos erramos como penitentes, para saber que el corno lácteo del cual surge la vida lleva algo de nuestro ser, que se desmigaja en la soledad eterna de la mecánica de la naturaleza.

jueves, 19 de abril de 2007

BUSCANDO AL GUARDIAN PERDIDO ENTRE EL CENTENO




¡Maldito dinero! Siempre acaba amargándole a uno la vida!


Fue por octubre o noviembre del 2005, que mi único amigo me recomendó la lectura de El Guardián entre el Centeno, de Salinger. Inclusive, me facilitó la novela, sin temor a verla por última vez (no porque no la quisiera, sino porque era pirateada) Ahí quedó, en los anaqueles de la biblioteca, empolvándose. Pasaron los meses, me enemisté con mi amigo, por el mes de agosto del 2006. Aún no volvemos a hablarnos. Qué vientos le correrán, no lo sé. Lo que sí sé es que hace un par de semanas atrás, me dediqué a buscar el libro en cuestión, no lo encontré. Vino el tan esperado cambio de casa. Hacer cajas con libros, sellar, abrir, ordenar, etc, etc, etc. El famoso libro no aparecía, no aparecía y no aparecía. Menos mal que ya no me pedirá su libro el pichón de poeta, porque jamás apareció. No hubo caso. Se perdió como se pierde un indigente en una sociedad vertiginosa y terriblemente poblada. Oleada, tras oleada hasta que todo se cubre de olvido. Será que fue descuido, será que fue desinterés, no lo sé, pero como decía anteriormente, en aquel momento mientras lo buscaba me surgió repentinamente el interés de leer el maldito libro. Era como una maldición, como un amor desesperado y no correspondido. Al no poder encontrarlo, me vi en la necesidad de salir a comprarlo, y qué mejor que esperar el fin de semana y adquirirlo en la feria persa. Revolví toda la casa un miércoles, el jueves la ansiedad me fulminaba, el viernes ya no me quedaban uñas esperando el sábado. Soy un pobre diablo obsesivo y lo acepto. No es falsa mi tensión cuando digo que algo dentro de mí se apodera del poco buen juicio que poseo. Por fin llegó el sábado, la noche anterior casi no pude pegar un ojo, parecía uno de estos mocosos que viajan por primera vez de paseo a algún sitio.
Sé muy bien que adquirir un libro en estas ferias ya no es como antes, cuando podías conseguir buenas novelas por una moneda. Ahora el cuento es distinto, parecen verdaderos especialistas quienes te venden un libro, cualquiera, te señalan que el libro que tienes en tus manos es la mejor novela, que ya casi no lo encuentras en ningún sitio, que por eso el precio, que está descontinuado, que es décima o primera edición, que fue candidato al premio no sé qué y toda sarta de estupideces para darle mayor valor a aquello por lo que ellos pagaron la misma mísera moneda que antiguamente se pagaba por aquellos libros. Verdaderos mercachifles, que disfrutaban su ruedo intelectual, snob, pero qué diablos, me encontraba sin salida, así que pregunté a todos los viejos. Agotado, no lo tengo, vuelva el próximo sábado, lo tenía, no me ha llegado, va a pasar más tarde, etc. Ya me estaba haciendo falta un refresco y mis pies se estaban acalambrando, me pasee por todos los lugares y finalmente lo encontré, barato y créanlo o no en versión original.
La verdad no sé si tenga demasiado sentido el preámbulo que he señalado, ha de ser quizás una digresión como aquella que señalaba Holden a su ex maestro de Literatura Antolini, sobre un compañero que comenzaba un tema y estaba hablando algunos minutos sobre éste para terminar refiriéndose a otro muy distinto. En fin, la cuestión es que al llegar a casa me senté a leer y al comienzo no me pareció nada espectacular, pero poco a poco me fui introduciendo en la vida de este joven que parecía tenía más suspicacias que profesor municipal. Holden Caufield es un muchacho que ha sido expulsado de su colegio por no mostrar demasiado interés frente a sus actividades académicas en Pencey el colegio al cual asistía. Esta es una novela de aventuras, de viaje, el viaje de un héroe adolescente que se cuestiona ante la hipocresía de un medio lleno de valores trastrocados que lo hacen divagar ante cualquier situación o realidad que observa. Así su periplo se va construyendo y comenzamos a reconstruir ante un narrador protagonista que pese a sus cortos años nos muestra de una manera corrosiva y cáustica el entorno neoyorquino al cual pertenece: hipocresía, homosexualismo, prostitutas, recuerdos de un hermano ya fallecido, extremo cariño por su pequeña hermana Phoebe, crítica a su hermano escritor que se ha vendido al sistema y al medio de un Hollywood, que lo prostituye. Todo un amplio espectro en la fauna de una sociedad que permanece rancia hasta el día de hoy. Cosa curiosa, el joven protagonista odia febrilmente el cine, pero su prosa es digna de un guión cinematográfico que por momentos nos recuerda The Citizen Kane, en ese entorno sumido de recuerdos que nunca volverán, pero que se perpetúan en la memoria de quien los ha vivido. La sátira que desarrolla Holden frente al sistema educacional nos trae al tapete toda la discusión que hoy en día se ha generado por lar revuelta que han experimentado los estudiantes secundarios, así que nada más atingente esta enorme novela creada por J. D. Salinger, quien dicho sea de paso supo plasmar una verdad con parámetros clásicos o bien universales. Todo vuelve a lo mismo, todos los temas surgidos en estas páginas nos vuelven a cuestionarnos sobre el medio en el cual nos vemos insertos, aunque de una manera distante del mismo modo que el narrador, sabiendo que la cuestión es más que podredumbre, pero aparentemente sin poder revertirla, pese a la clara intención del mismo protagonista por no olvidar y dejar esta seguidilla de sucesos que nos permiten estar alertas frente a la gran maraña de un sistema que ha perdido su norte, en donde las apariencias cuentan más que aquello que verdaderamente se es. Lo superfluo se ha antepuesto a la verdadera razón, a los verdaderos valores, una familia que prácticamente es sólo circunstancial, un amasijo de profesores o educadores que francamente han perdido las directrices, etc.
Ahora bien, la novela en sí nos recuerda aquellos contextos mencionados por Auster en El país de las últimas cosas, las descripciones del Central Park, el gusto por la literatura y la belleza que se puede arrancar de las palabras, resulta poético y significativo el episodio del guante de béisbol del hermano muerto, situación que puede ser la hipótesis para el desenvolvimiento del chico en toda la novela y el cariño que demuestra por su pequeña hermana. Asimismo, asistimos al ensayo propio de una vida que busca su propio camino en el deambular de los días previos a la navidad.
El humorismo dentro de la novela es uno de los temas centrales y que por momentos señala el narrador para mantenernos en el más ameno de los estados, nos desternillamos a mandíbula batiente con sus pesadeces, con su humor negro, con sus reiteradas ironías sin dejar a nadie de lado. El muchacho es entre sus acciones y reacciones el joven que siempre está alerta y que debe de algún modo mostrar la rudeza, ya sea en sus palabras o acciones, muchas de ellas impulsadas por el instinto irreflexivo, para llegar a decirnos cuídado, debes ser fuerte para no caer víctimizado en medio de este miasma en donde la corrosiva sociedad puede hacerte desaparecer. Este escudo de aparente individualidad, no es más que el desamparo en el cual se ve inmerso el protagonista quien poco a poco nos prueba la más noble humanidad que lo mueve, pues para él lo más preciado o lo que más le gustaría ser es el guardián entre el centeno, aquel que cuida a los pequeños para que no caigan al abismo, siempre alerta en medio de la ronda que puede significar el tiovivo de la sociedad, que gira y gira en la turbia e innecesaria razón de los valores que degradan a los que vivimos presa de lo que realmente se nos ha entregado.
Pareciera que el tiempo sepulta a algunos escritores, pareciera sencillo escribir, dejar fluir la pluma, entregar como el hermano de Holden un guión barato para ser representado en la próxima película de moda, pero lo cierto es que son pocas las obras, sí, aquellas que de verdad se sostienen en el tiempo y que nos dan una luz entre el ciego mundo que está en el día a día, la verdadera razón para algunos es sumirse en lo que se desea, sin mirar más allá de lo que se tiene o que se quiere, sin precisar de alguna búsqueda constante de una meta inalcanzable que es el verdadero motor de lo que somos. No de aquel encuentro simple en donde se coronan los abogados, los profetas o literatos que se duermen en el voladero de los destellos que provoca su obra. Es más, es el deseo de estar en la constante búsqueda en el ensayo sin fin para iluminar los oscuros espacios en donde aquella luz sólo llega por los delgados hilillos de obras que parecen perdidas, extraviadas en el tiempo, para que sin más en el momento preciso podamos descubrirlas y sepamos extraer aquello que en ella se nos presenta como en un cristal que por momentos parece enceguecernos con toda la belleza y la sencilla misión de aquellos que no se han puesto más misión que abrir un poco más nuestro adormecido y obstruido entendimiento.
No todo es rutina, no todos se desperezan de la misma manera, menos aún los que parecemos andar con pasos de ciegos buscando aquellos pequeños tesoros que siempre están en las mínimas grandes cosas, como puede ser la lectura de esta novela. Salinger nos ha dejado esta novela que causó polémica y controversia en su tiempo, al presentar la verdadera cara de una sociedad, esa que muestra el vacío que nos inunda, vacío que solo se puede llenar volcándonos en no dejar que aquel ¡Maldito dinero! Siempre acabe amargándole a uno la vida!
Ahora es tiempo de reencontrar aquello que hemos perdido, y dejar de ser la miseria que se nos exige que seamos, embrutecidos, enceguecidos, semi esclavos o esclavos de un mundo que no hemos elegido y que no deseamos que así sea. El lector tiene la palabra, que juzgue el lector.

JORGE TEILLIER Y LA PROXIMIDAD EN SUS LECTORES


JORGE TEILLIER Y LA PROXIMIDAD EN SUS LECTORES

El poeta no se propone ser un personaje privilegiado dentro de las letras, es por ello que la más de las veces se ampara y se oculta en un lugar casi inaccesible, lo cual no significa que no lleve una vida como cualquier otro individuo común y corriente que deambula por las calles sin aspiraciones de trascendencia y menos, sintiéndose profeta de la humanidad, pretendiendo salvarla de la lenta o vertiginosa realidad que le depara esa misma cotidianeidad que él embellece, realza o simplemente proyecta.
El poeta sólo intenta expresar una posible realidad, la cual no es, pero que podría ser y que se sustenta en una actitud vital, que la vorágine pareciera no percibir o peor aún, negar. Dentro de esta posible y necesaria actitud frente a la vida, el poeta se presenta como el artífice de un espacio que no tiene espacio en este espacio, pero que fuera de toda duda debiera ser, es por ello que su necesidad prioritaria es la CREACIÓN, cuando comprendemos que el término creación implica hacer, nos damos cuenta que aquellas palabras reflejan una realidad que espera ser descubierta por muchos o por pocos. Es por ello que la comunión, aquel momento en donde el mensaje entra en contacto con el lector de la obra poética se torna una verdad, un especial vínculo que aflora entre lector y poema que muchas veces pareciera que quien lee, sintiera que aquello que sus ojos y labios van siguiendo con curso natural pareciera que fuese un Deyavou. Es el momento en el cual sentimos o pensamos que un poema, un verso, una estrofa, una entonación nos interpreta como si nosotros mismos lo hubiésemos escrito, o más simplemente, como que algo dentro de esto que no necesariamente sea un hecho, forme parte de nuestro contexto o lo haya sido en algún momento, o pudiera serlo.
El nexo se produce por la complicidad que surge entre la obra y el lector y como es sabido, una cosa lleva a la otra y saz, no nos damos cuenta cuando ya entramos de lleno en el mágico mundo de las palabras, que representan esa actitud vital, que sostiene y mejora la vida, esa vida que antes fue cotidiana rutina.
Así, dejamos que aquellas palabras penetren en nuestro universo, nos enriquezcan y nos cobijen de aquel desamparo, llenando nuestras carencias, enseñándonos a vivir y a percibir el mundo dentro de un nuevo espacio.
La tarea de Teillier parece ser la de un ser preocupado, que no se duerme en los laureles de la obra escrita, sino que se logra introducir en la esencia de aquella palabra que surge como un rayo incesante que por momentos pareciera fulminar la impresión de quien logra capturar aquella esencia, que fugaz, pareciera perdurar eternamente en los más condensados y sencillos versos que caen y crepitan en la conciencia atropelladamente, ordenándose para ser prontamente parte de un juego que se encabrita hacia los lugares más recónditos del pensamiento de quien los hace suyos.
Cada una de aquellas sensaciones y percepciones del poeta revisten un cuerpo que se nutre de historia, de recuerdos, de reminiscencias que pronto afloran y dan vida en el interior de su receptor. Una, dos o varias lecturas nos hacen retroceder en nuestra historia, viajar a nuestra infancia, redescubrir las viejas lecturas, pensar una y otra vez en aquello que el verbo o la palabra encierra, como un juego en donde se concentra un laberinto del cual ya no se puede salir. Laberinto hermoso. Caleidoscopio. La lectura es parte de este mágico mundo, en donde nos arrellanamos y solazamos para descubrir aquello que el tiempo no nos dejó descubrir o que simplemente se cobijó en nosotros y que lentamente fuimos perdiendo por la razón involuntaria de seguir existiendo. He ahí la labor del poeta. Darnos las claves para poder hacer el alto en el camino y como decía Drummond de Andrade, aquella piedra con la cual uno se tropieza en el camino. Sí, en el camino de quien lee. En el camino de quien se siente cercano a aquel mundo en donde se puede salvaguardar un mundo mejor que este mundo, un mundo de espacios pretéritos, futuros que es nuestra necesidad de ir construyendo en cada lectura, en cada conversación, en cada recuerdo, en cada mirada hacia la infancia, para revivir la memoria colectiva o particular de todo aquel quien se siente llamado a vivir la vida de un modo completo, bello y perdurable. Sobre todo en este tiempo en donde nos replegamos en nosotros mismos, en donde nos alienamos y consumimos en la inconsciencia absurda del querer tener, de la cosificación. El poeta abre su ventana, muestra su visión de mundo. Pareciera que algunos, los profetas, los dueños del medio apuraran los fermentos repulsivos que el entorno nos ordena y absorbe sin tener reparo alguno, apremiando a los que repentinamente tienen ciertos atisbos de conciencia, degradándolos, mostrando el rostro más turbio de la naturaleza de quien escribe, tildando al poeta de iluso, idealista, maldito o borracho.
Para aquellos que no han sabido buscar las claves de una vida sincera resulta sencillo arrojar las pedradas, resulta fácil denostar o llenar de prejuicios a aquel que opta y hace su elección por el camino más difícil, aquel en donde el individuo se proyecta solitario o marginado del sistema mismo en el cual se desenvuelve.
Si dejáramos de lado todos estos prejuicios, quizás podríamos degustar con mayor pasión aquello que esconden las palabras, aquellos sabrosos panes que nos entrega, quien se concentra o se inspira para que nuestra realidad sea más soportable o posea el sentido de la belleza y felicidad que tanto nos hace falta por estos días. No puede ser más verdadero aquello de buscar la belleza en las sencillas palabras de un poeta inspirado, aquel que se contenta haciendo relucir el brillo de las palabras que el tiempo ha horadado para darles nueva vida, en la evolución de esta sociedad que cada día involuciona más y más, de seguro no es tarea fácil encontrar en estos momentos el instante adecuado para beber y libar la ambrosía de las letras que nos pueda procurar un libro.
Teillier nos dejó un legado, del cual muchos quisieron hacer la vista gorda, pero así como ellos también existen otros que intentamos salvaguardar aquella memoria que tanto nos procuró y lo cierto es que en cada rincón se oculta la verdad, aquella que respiramos, que experimentamos y que es tarea de todo poeta o no poeta expresar para que el tiempo y la bellaza de esta vida junto a toda su experiencia no haya sido en vano.

miércoles, 11 de abril de 2007

RETAZOS DE LA VIDA DE FRANCISCO PEZOA



Poco o nada se conoce hoy en día de este escritor. Quizás, la prensa oficialista y anquilosada de esta “Patria”, con el deseo de sepultar en el olvido a aquellos hombres que han luchado por las reivindicaciones de los trabajadores, haya pensado que su cometido diera los frutos que algún día se propuso. Pero lo cierto es que aquella semilla libertaria que un día sembrara éste y muchos otros escritores, hoy vuelve a germinar.

Francisco Pezoa, nació en 1885, en Santiago. De él se señala que era un hombre muy instruido, de temperamento dócil, con quienes compartían sus inquietudes e ideales, siempre llano a ayudar al obrero o al paria desprotegido, y el más encarnizado y fiero en sus invectivas cuando se enfrentaba ante los poderosos explotadores. Colaboró con la prensa anarquista del norte y centro del país, fue un orador agudo e inteligente, manejaba al revés y al derecho la información en torno a escritores, luchas sociales y huelgas en todo el mundo. Su claridad mental y la profusión de su lenguaje son recordadas en la revista Selva Lírica, en donde se hace un compendio de aquellos escritores ácratas de comienzos del siglo veinte. Quizás uno de quienes más se haya ocupado sobre la personalidad de Francisco Pezoa sea el escritor chileno Manuel Rojas, quien se encargó de darnos noticias de este poco conocido autor que vivió todos los conflictos sociales de la primera década del siglo XX. Sumido casi en un misterio y por el paso de los años, que intentó procurar un manto de olvido sobre su memoria, Pezoa ha trascendido por aquellos cuartetos del “Canto a la Pampa”, texto compuesto sobre la base de la melodía del tema “Ausencia”(dicho tema, hablaba sobre amores no correspondidos) y que el poeta Pezoa supo infundir en aquella melodía el peso de versos que vindicaban a la clase trabajadora. Dicha composición se hizo conocida en todas las salitreras del norte chileno e inclusive trascendió las fronteras para ser entonada como un himno de la clase trabajadora en todo el continente latinoamericano. Aquel misterio que se cierne sobre la personalidad de este escritor puede desbrozarse en parte gracias a una narración de Rojas, quien en su texto “Volvamos al Folletín” intenta danos a conocer algunas características de este escritor. En este artículo, el autor de El Bonete Maulino nos dice: “Pezoa era hijo de una señora muy humilde y tenía un hermano suplementero. Cuando la madre vio que su hijo se dedicaba a lecturas y a escribir, procuró ponerse a su altura, y a veces, en tanto Pezoa, en su pieza del conventillo, con gran incomodidad, escribía o leía algo, la madre, que como otras mujeres pobres (y aun ricas), no tenía con quien conversar sobre altos problemas...” Para nadie es un misterio que la mayor parte de estos trabajadores era de formación autodidacta. Debemos recordar que por aquel entonces la clase trabajadora llena de aquella esperanza libertaria, anhelaba la “Revolución Social” para redimir a los parias y desheredados del pueblo. Pezoa vivió en aquel periodo en donde la efervescencia social era un bálsamo vivificador para todos aquellos trabajadores que veían en la “idea” un alero para construir la sociedad futura. Su vida de conventillo, le dejaba gran tiempo para dedicar a la lectura, fue así como se cultivó en todos los temas que tenían relación con los derechos de la clase trabajadora, Colectivismo, cooperativismo, mutualismo, etc. Pezoa era uno de aquellos vastos conocedores, que dejaba asombrados a sus interlocutores. De su formación política Manuel Rojas nos habla ”No sé cómo se acercó al movimiento obrero y se hizo socialista, aunque mejor sería decir que se hizo cooperativista, por lo menos teórico. Leyó una enormidad de libros y estudió francés e italiano, llegando a dominar por lo menos el primero de esos idiomas. Daba conferencias sobre cooperativismo y discutía en público, siempre con gran ecuanimidad, sobre todas las teorías sociológicas, y escribía muy bien, teniendo además un gran sentido de lo humorístico” Muchos se habrán preguntado cómo aquel hijo de mujer humilde pudo lograr asimilar y coordinar tanto conocimiento. Es por esta razón que el autor de “Canto a la Pampa” era invitado a meeting en donde debía pronunciarse para arengar a las masas obreras, fue invitado a sindicatos con el propósito de redactar pliegos de peticiones, los cuales redactó y firmó, éstos reivindicaban a los trabajadores, generando así un crisol de esperanza en aquellos que miraban desde un estrato inferior a sus patrones, dignificando a los proletarios. Pezoa supo infundir y orientar a la clase trabajadora. Es así como lo vemos en las salitreras del norte, escribiendo en periódicos de tendencias libertarias. Sabido es que su filiación anarquista lo mantuvo siempre en un estado de constante oprobio hacia los explotadores que se ocupaban de esquilmar a los obreros. El látigo de sus palabras era inmisericorde con aquellos que detentaban el poder, con los explotadores y abusadores oligarcas que no veían en los trabajadores más que a bestias de carga. Sin embargo, Pezoa era un compañero fiel con su camarada trabajador, siempre al lado de aquel obrero que sufrió los avatares infames de quienes fustigaban con su látigo a los parias del pueblo. Un artículo aparecido en el diario El Mercurio de Antofagasta con fecha 2 de junio de 1984, escrito por Jorge Peralta H, y que lleva por título “Francisco Pezoa, Poeta Popular”, describe al escritor como un hombre regordete, de baja estatura, inseparable de su cigarro, además de simpático y que siempre respondió con una sonrisa ante lo bueno o lo malo que el destino solía presentarle. Francisco Pezoa, al igual que otros poetas populares, lleno de entusiasmo aventurero, (tal vez infundido al igual que en González Vera por la lectura de los rusos, en especial Gorki, (el amargo) viajó al norte empujado por el deseo de reivindicar a la clase obrera, y al ver las injusticias que se cometían se hizo anarquista, pero no un anarquista cualquiera, porque sabía de lo que estaba hablando con precisión de fechas, lugares y hechos. “Pancho”, como era llamado por sus iguales, entre los cuales se encontraban Manuel Rojas, González Vera, Lombardozzi y ese magnífico poeta que fue José Domingo Gómez Rojas autor de Miserere, acostumbraba reunirse con ellos y con otros contertulios para platicar, con gran dominio de conocimiento, especialmente sobre la pampa trágica y sangrienta ( recordemos la matanza de los obreros en la Escuela Santa María de Iquique,1907). Este evento de gran magnitud marcará profundamente la vida de Pezoa. La escuela Santa María de Iquique vivió por aquel entonces uno de los episodios más crudos en la historia del las grandes masacres, más de tres mil personas asesinadas sólo por exigir sus derechos y mejoras en cuanto a sus condiciones miserables de vida. Antes de la masacre, en 1905, Pezoa publicó “Canción del Desterrado” en el periódico La Agitación, periódico anarquista, órgano de un grupo libertario. “La Agitación” que a la postre no resultó ser otra cosa que el mismo antiguo grupo “Luz y Libertad”, creador de “El Obrero Libre. Es de suponer que Pezoa colaboraba asiduamente con los obreros del norte y que mantenía un estrecho vínculo con los dirigentes y responsables de dichas publicaciones. Muy pocos datos precisos se tienen sobre la vida de este escritor, con respecto a su fecha de nacimiento, la revista Selva Lírica, Estudio sobre los poetas chilenos nos entrega una breve semblanza, en la sección Poetas Acráticos, sobre este poeta popular nos señala: “N. en el año 1885. Es el más representativo de nuestros poetas acráticos contemporáneos. Desde hace quince años ha tomado parte activa en el movimiento social de este país. Es un ácrata tratable. Y también un bohemio que tiene sobrado talento para señorearse en los barrios sub-urbanos. Se preocupa grandemente de su cultura, la que, dada su condición de proletario, es enorme. Traduce del francés, inglés e italiano. Ha estudiado a fondo la ciencia sociológica y los más importantes movimientos obreros habidos en Europa y América. Es autor de más de trescientos manifiestos y proclamas. En Ateneos y Centros Obreros ha dado centenares de conferencias acerca de las más variadas materias relacionadas con el mejoramiento moral y económico del Pueblo.” Debemos tener presente que a la fecha de ser publicada la Revista Selva Lírica, en 1917 nuestro poeta ya contaba con treinta y dos años de edad. No debemos olvidar que el año de dicha publicación fue simbólico, pues en Rusia estalló la Revolución de Octubre, es así como gran número de intelectuales ven con agrado la asunción Bolchevique al poder. Los Soviets de la clase trabajadora, el gobierno del pueblo por el pueblo. Sin embargo, serán los anarquistas quienes se mantendrán distantes y desconfiados. Posteriormente se les dará la razón, así lo confirma la masacre de los marinos de Krondstand y la traición de los Bolcheviques a Nestor Majno dejándolo solo, ya que su visión antiautoritaria no coincidía con la visión paternalista de los Bolcheviques. Resulta un tanto difícil intentar reconstruir una historia, con todos los sucesos y acontecimientos que se llevaron a cabo en nuestro país y en donde se incubaba el fermento del descontento social. Ahí debió haberse encontrado Francisco Pezoa. En alguna novela de Manuel Rojas podemos encontrar ciertos datos que se confunden con la novelada vida de este escritor. Es así como en “La oscura vida radiante” y en “Cuando era muchacho” de José Santos González Vera se nos entregan algunos datos que vienen a contribuir en parte con este rompecabezas que resulta ser la vida de este hombre, que ha sido olvidado durante largas décadas. Tanto González Vera como Rojas presenciaron y fueron parte de la evolución intelectual que se desarrollaba en Chile. Aquella fue la denominada generación del 20, que dio a luz e hizo conocidos a múltiples hombres de letras y de ciencia, entre ellos Santiago Labarca, los hermanos Gandulfo, los ya mencionados Rojas y González Vera y ese gran poeta que fue José Domingo Gómez Rojas, muerto en su lozanía en el manicomio producto de las torturas y de la desesperación. No olvidemos que a fines del s. XIX o comienzos del s. XX el abogado, poeta, dramaturgo y pensador anarquista Pietro Gori visitó Chile, dando conferencias que ayudaron a incrementar el entusiasmo por parte de los trabajadores que escuchaban a este iluminado, que con su verbo encendido hablaba de la Sociedad Futura. Es en este contexto en el cual se formó y educó nuestro amigo Pezoa. Por otra parte José Santos González Vera en su texto “Cuando era muchacho”, lo recuerda así: : “Pezoa no era un cualquiera. Estudió en la escuela de los burreros y tuvo de condiscípulos al zapatero Augusto Pinto, al hojalatero Farías, al marroquinero Carlos Lezana. Además, el profesor que instruyó a estos jóvenes no era un hombre de partido ni figuraba entre los que aspiran a cambiar el mundo, con lo cual llenó de interrogantes las mentes de sus discípulos, quienes al llegar a la adolescencia se hicieron anarquistas”. El anarquismo en aquel entonces, era el ideal de la época, el asilo de todas las esperanzas. Sin querer objetar lo anterior, nos sentimos completamente seguros de que aquel ideal sigue teniendo la vigencia del ayer. En estos jóvenes, dominaba el deseo de saber, el anhelo de sobresalir en los oficios, el afán de ser personales. El individuo lo era todo. Francisco Pezoa, era cigarrero, oficio mal remunerado, intermitente, que tenía sólo de bueno el dejar la mente libre. Con el tiempo Pezoa adquirió el ejercicio y gusto por la reflexión y junto con ello el hábito de la dipsomanía. Ayudó a redactar, por ser letrado, todas las proclamas de obreros y gremios cuando estuvieron en vísperas de huelga, gran habilidad poseía para enjuiciar los asuntos sociales acto que llevó a cabo con total maestría en los diarios “La Opinión”, “La Época”, y “El Pacífico”, periódico este último que se publicaba en Tacna. De la obra de Francisco Pezoa sólo se sabe que escribió un cuadernillo con sus poesías, el cual circuló principalmente por la zona norte del país ( en éste, desfilaban, sin méritos, generales, clérigos y burgueses, composiciones todas ellas para ser entonadas con música popular). Gracias a la revista Selva Lírica, nos hemos podido enterar que el autor en un comienzo concibió el canto a la pampa con el título de La Venganza, cuya música pertenecía a la tradición folclórica nortina y que no demoró mucho tiempo en ser entonada por todos los trabajadores del árido norte salitrero. Manuel Rojas en su obra "La Oscura Vida Radiante" recuerda: “Pancho, utilizando la música de algunas canciones en boga, había escrito letras que calzaban con esa música, letras de espíritu revolucionario, que tuvieron, entre los trabajadores y gente preocupada de asuntos gremiales, sociales o ideológicos, un tremendo éxito, mucho más grande que las canciones originales, cuyas románticas letras hablaban de amores sencillos y bastante aburridos, de desengaños y olvidos que quizás valía la pena callar, y entre otras escribió una que llamó “La Pampa”. A esta fecha es casi imposible encontrar un estudio de este escritor que contribuyó con su pensamiento a propagar el ideal libertario (por no decir imposible). Cada palabra escrita por este autor es una verdadera joya literaria. Cada recuerdo enunciado por sus contemporáneos un tonificador que logra rescatar del olvido la imagen difusa que lentamente comienza a diluirse con el correr del tiempo. En el ensayo sociológico realizado por Julio Pinto Vallejos” El Anarquismo Tarapaqueño y la Huelga de 1907: ¿Apóstoles o Líderes?” se hace alusión a Pezoa, más aún, el autor nos congratula con un breve poema del autor, titulado “Canción del Desterrado” de igual forma, Manuel Rojas en su novela “La Oscura Vida Radiante” reproduce unos versos de la autoría de Pezoa. En ellos el autor critica con gran ingenio y bastante humorismo a Pierre Joseph Proudhon, el autor de ¿qué es la Propiedad?” Con soterrada ironía el autor nos asombra: La propiedad es un robo… Un autor para descubrir, o más bien redescubrir, sería interesante ver en aquellas salas de referencias críticas de la Biblioteca Nacional al menos alguno de sus poemarios, (cosa que no es) o algún tipo de información más amplia de este escritor que el polvo del tiempo en vano ha intentado silenciar, puesto que las ideas, cuando están sujetas a sólidos argumentos, resultan imposibles de demoler, muy por el contrario, pues éstas se revitalizan y encuentran la atingencia necesaria en días como hoy en donde el pensamiento crítico más que una necesidad pareciera ser sólo un elemento accesorio en la moribunda sociedad que nos rodea. Del mismo modo, podemos encontrar referencias al Canto a la Pampa de Francisco Pezoa en la novela de Volodia Teitelboim “Hijo del Salitre” en uno de sus últimos capítulos se desarrolla un análisis exhaustivo de este tema. De esta mixtificación surgió esta bella canción, que hoy damos a conocer como prueba de aquel sentimiento libertario que es evidencia de aquella viva e inagotable vertiente de hombres comprometidos con la mejora y el destino social de la clase trabajadora, salud y anarquía a ti, Francisco:

Canto a la Pampa

Canto a la pampa la tierra triste
réproba tierra de maldición
que de verdores jamás se viste
ni en lo más bello de la estación;

en donde el ave nunca gorjea
en donde nunca la flor creció
ni del arroyo que serpentea
su cristalino bullir se oyó.

Hasta que un día como un lamento
de lo más hondo del corazón
por las callejas del campamento
vibró un acento de rebelión;

eran los ayes de muchos pechos
de muchas iras era el clamor
la clarinada de los derechos
del pobre pueblo trabajador.

Benditas víctimas que bajaron
desde la pampa llenas de fe
y a su llegada lo que escucharon
voz de metralla tan sólo fue;

baldón eterno para las fieras
masacradoras sin compasión,
queden manchadas con sangre obrera
como un estigma de maldición.

Pido venganza para el valiente
que la metralla pulverizó
pido venganza para el doliente
huérfano y triste que allí quedó;

pido venganza por la que vino
de los obreros el pecho a abrir
pido venganza por el pampino
que allá en Iquique supo morir.


La versión anterior corresponde al poema de Pezoa que adaptó el grupo Quilapayún para su LP “Por Vietnam”, el cual sólo nos muestra una parte de dicha composición. La versión íntegra del poema compuesto por nuestro poeta popular es la siguiente y lleva por nombre “Canto a la Huelga”, la cual ha sido extraída del ensayo “Los sucesos de Santa María de Iquique en la poesía popular” de Jorge Núñez Pinto verdadero sentir de miles de obreros:

Canto a la Huelga

Canto a la pampa, la tierra triste
réproba tierra de maldición
que de verdores jamás se viste
ni en lo más bello de la estación.

Donde las aves nunca gorjean
donde no crece la flor jamás
a donde riendo nunca serpea
el arroyo libre y fugaz.

Antaño tras año por los salares
del desolado tamarugal
lento cruzando van por millares
los tristes parias del capital.

Sudor amargo su sien brotando
llanto sus ojos, sangre sus pies
los infelices van acopiando
montones de oro para el burgués.

Hasta que un día como un tormento
de lo más hondo del corazón
por las callejas del campamento
vibró un acento de rebelión.

Eran los ecos de muchos pechos
de muchas iras era el clamor
la clarinada de los derechos
del pobre pueblo trabajador.

Vamos al puerto, dijeron, vamos,
con su resuelto y noble ademán
para pedirle a nuestros amos
otro pedazo no más de pan.

Y en la misérina caravana
al par que el hombre marchar se ve
la amante esposa, la madre anciana
y el inocente niño también.

Súblimes víctimas que bajaron
desde la pampa llenas de fe
y su llegada lo que encontraron
la ruin metralla tan sólo fue.

Pido venganza para el valiente
que la metralla pulverizó
pido venganza para el doliente
huérfano triste que allí quedó.

Pido venganza por el que vino
de los obreros el pecho abatir
pido venganza por el pampino
que como bueno supo morir.

Baldón eterno para la fiera
masacradora sin compasión,
quedó manchada con sangre
como un estigma de maldición.

Manuel Rojas logró memorizar para nosotros unos ingeniosos versos de nuestro autor, además nos señala parte del carácter de Pezoa en algunas de sus líneas: “Pancho, que no era ningún tonto, escribió una redondilla que fue muy celebrada en sus tiempos y en las que pretendía burlarse de él” (Proudhon).

Redondilla

Proudhon, autor no muy bobo,
Hace tiempo ha publicado
Un libro que ha titulado
“La Propiedad es un robo”.

Lo vi en un mostrador,
entré, lo compré, lo abrí,
y en la portadilla vi:
“Es propiedad del autor”


Finalmente, reproducimos el poema “Canción del Desterrado”, aparecido en el periódico La Agitación, Estación Dolores, el 22 de julio de 1905.

Canción del Desterrado

Yo voy por un sendero
desconocido,
persiguiendo las voces
de los que han ido:
mártires santos
que dejaron las huellas
de sus quebrantos.
Niña, si mi destierro
te ha conmovido,
al país de mi canto
yo te convido:
ven, niña mía,
a la tierra dichosa
de la Anarquía.


El poema De vuelta del Mitin, es el acopio de circunstancias de una época, la clara necesidad de la clase trabajadora por hacerse sentir, por reconocer los espacios en donde se proyecta la chispa revolucionaria, esa luz que estalla en medio de los corazones que no claudican y que perseveran en su cúmulo denso de raíces que es la clase trabajadora, despostergada, mutilada, marchita a veces pero que se revela en medio de todo este reguero de escombros que proyecta la sociedad anquilosada y rancia que poco o nada se ocupa por saber en dónde se resguarda el alero para nutrir a las generaciones venideras y mayormente complejas en este estado de profundo clima de irracionalidad. Este poema fue rescatado por el poeta del norte Andres Sabella, quien en uno de sus cuadernillos Hacia, publicó una edición en homenaje a la poesía Acrata y en donde desfilan nombres como los de Alejandro Escobar y Carvallo entre otros. Dicha publicación es una verdadera rareza literaria. Aquí están los versos del vate popular:



De vuelta del Mitin

Fui al mitin a elevar mi corazón
Fui al mitin a admirar la roja fibra
Que en los plebeyos corazones vibra
Como un ritmo de queja y rebelión

Vi pasear el pendón de la revuelta
Por jardines y plazas y avenidas
Y vi bullir las turbas oprimidas
Como una recia tempestad disuelta

Vi los gestos altivos sublevados;
Vi las miradas tristes o serenas
Que fulgen iras o que lloran pena,
que reflejan suspiros ignorados

Vi que el puño calloso se crispaba,
Vi que el chalet burgués se estremecía,
Porque un canto de guerra se extendía,
Porque un canto de guerra se elevaba.

Miente quien dice que la plebe es sierva;
Que ha de ser la perpetua prosternada:
Yo contemplé el fulgor de su mirada
Al escuchar la redentora verba.

Miente quien dice que la plebe es vil;
Que no siente las nobles emociones:
Yo escuché palpitar sus corazones
Al compás de una música viril.

¡Ay –pensé- de los amos, de los crueles
para quienes el pueblo es un canalla,
holocausto fatal de su metralla,
suculento festín de sus lebreles!

¡Ay de los que hacen derramar los llantos,
de los que causan los eternos duelos,
el día en que retumben tierra y cielos
ante el clamor de los furores santos!



De todos cuantos han contribuido a mostrarnos la difusa imagen de Pezoa, se encuentra quizás otro escritor chileno, nos referimos a uno de los contemporáneos del autor, y que quizás se mantenga tan olvidado como nuestro hombre de estudio, en las páginas de la literatura social de nuestra tierra, nos referimos al dramaturgo, Antonio Acevedo Hernández, quien en su obra, autobiográfica: “Memorias de un autor Teatral”, nos presenta la figura de un Francisco Pezoa distante, en pleno apogeo de sus facultades intelectivas, compartiendo con aquel grupo de la FECH, quienes acostumbraban a desarrollar exposiciones sobre temas de vanguardia intelectual y sociológicos, afirma Hernández que Pezoa le pareció un hombre que estaba muy por encima de la media de los intelectuales, afirma que él así como otros era de aquellos hombres que sabía de aquello que hablaba y que sintió de parte de éste cierto aire de superioridad, lo cual le hizo entender lo lejos que él se encontraba de su persona. Invitado a una conferencia sobre el nuevo teatro social que a juicio de observadores de su obra, Hernández ...posteriormente reflexionaría
Sumemos "Hijo del Salitre" de Volodia Teitelboim, (1952), novela que muestra discursos de esperanza en un futuro mejor para los trabajadores pampinos. En las páginas de esta obra Lafertte hace su aprendizaje de dirigente en los siniestros acontecimientos de Iquique. "Canto a la Pampa", del poeta anarquista Francisco Pezoa, primera muestra literaria obrera, de lo ocurrido en la emblemática escuela.
Si bien la novela “Hijo del Salitre” de V. Teitelboim aborda y analiza el tema de Pezoa, no es menos cierto que el autor de dicho texto no se propuso cantar la tragedia de la Escuela Santa María, sino que este canto a la pampa se habría desarrollado con anterioridad o en medio de las revueltas y al calor de los acontecimientos que buscaban un cambio en las condiciones de vida de los obreros de la pampa. Las consecuencias de dichas manifestaciones ya son por todos más que sabidas y la tragedia de 1907 sembró un clima para que los obreros pudieran comprender la naturaleza de la nefasta situación que aconteció en aquella pampa salitrera.

No menos interesante resultan las palabras de Antonio Acevedo Hernández, literato y autodidacta que logró compartir con aquella pléyade de escritores de principios del siglo XX y que tanto material nos han brindado para reconstruir nuestras bases literarias. Es por esto que sus Memorias de un autor Teatral, son de una valía imprescindible para el acopio de nuestra memoria colectiva. Es así como Hernández señala:
“ Pinto se acercó a Gómez, con la idea de que lo llevara a la conferencia de Pancho Pessoa. Yo le previne:
-No vayas a la conferencia, te harán cantar. Nos veremos temprano en el café y escaparemos.
Lo dejaron ir, no sin mirarme con ojos diferentes.
-Ese muchacho vale, razonó Gómez Rojas. Tiene presencia y alma de niño.
Llegó la hora de la conferencia, en un local de la calle Cóndor. La sala colmada. Gómez conversó con mucha gente. José Santos González Vera, muy joven, muy limpio, muy fino, de fácil sonrisa, ojos acogedores y, al mismo tiempo, irónicos, y de una cortesía de la época de los Luises de Francia...
Yo nada entendí de lo que dijo Pezoa; me daba sí cuenta de que su palabra era de alto valor. El público muy atento, bebía sus palabras, y cuando terminó se le aplaudió, podría decirse, con respeto...
Cuando terminó el acto, me acerqué a Pezoa, quería decirle... algo y oírlo. Me miró y dijo una frase que me hizo daño. Comprendí que esa gente sabía mucho. Entre ellos, yo estaba sobrante y.... desaparecí.”

Dentro de la naturaleza de cada escritor se cobija el alma de la literatura que se proyectará hacia el futuro, más aún si consideramos que en ellos está la simiente y el germen de todo aquel cúmulo de experiencias que nos darán las bases del socialismo libertario o bien del socialismo realista, que podría haber plasmado Gorki o Santiván que al caso da lo mismo. Para Hernández, joven aún, aquella situación marcó un hito, por ello nos hace parte de aquella realidad, pero más allá de las vicisitudes o puntos de desencuentros el escritor realiza una autocrítica para en un momento determinante poder volver a esgrimir sus bases realistas de lo que la literatura y el conocimiento de la realidad le habrá enseñado. Los ideales y la realidad en las cuales se sustenta la visión de mundo del autor de aquella época, difieren del cúmulo aplastador que pareciera condensar la raíz de aquellos autodidactas hijos del esfuerzo sobre humano.

Francisco Pezoa canta, y enarbola su pendón hacia el germinal amparo de las matrices del cuidado de quienes resguardan los ideales más puros y hermosos, más humanos, es por ello que resuenan sus cantos del ayer, del hoy y del mañana volcándose en medio de la naturaleza de esta tierra que debe mejorar su situación, que debe librarse de las garras de aquel señor incorpóreo y dominante que intenta avasallar la naturaleza libertaria de todo hombre, mujer y niño que siente en su corazón aquella bella luz que no ha de opacar ningún fuego fatuo, porque el candil y la luz de la alborada, germinará para los nuevos corazones libertarios, llenos de razón y elocuencia, que jamás perecerán y que lentamente recobran sus fuerzas en medio de todas aquellas aturdidoras mangas del marchito otoño.

Parece una lección de compromiso y seguridad con respecto a aquella convicción que mantiene el autor, además, el tono nostálgico de quien recuerda aquellas voces que son parte de todo un cúmulo de sufrimiento, nos golpea y nos remece la conciencia. Pezoa no olvidó jamás a aquellos que sufrían, se hizo parte de ellos, luchó junto a ellos, con su palabra, con su verbo que fue luz y aliento de aquellos que desfallecían. El poeta supo mantener encendida la llama de aquella luz, que nunca se logró extinguir. Así como hoy su voz vuelve a surgir para que el olvido no sea nuestra próxima derrota.