lunes, 26 de noviembre de 2007


EMILIO ZOLA


Hoy en día suele hablarse muy poco de este escritor francés, quien dejó un gran legado literario a la humanidad. Quizás sea necesario redescubrir a uno de los grandes pensadores de finales del siglo XIX, que cobijó en su seno gran parte de las inquietudes de la clase trabajadora: sus miserias, su oscuridad, su deseo de germinar hacia una nueva senda...
Armand Lanoux, nos legó un libro llamado “Buenos días señor Zola”, en donde el autor nos muestra con su pluma erudita la estampa de aquel quien dio a luz y generó toda una corriente de pensamiento de mediados y finales del siglo XIX. Infancia y juventud, madurez y fama del mentado intelectual nos apuran a indagar más sobre los pasajes vitales de quien diera tanta lumbre a la humanidad toda. Pareciera morboso el deseo de especular si el viejo Zola fue víctima de un atentado o bien de un destino trágico ante su muerte, pero eso es menos importante ante la obra del escritor acabado, sereno o bien revolucionario que se plasma en la voz del narrador de sus novelas.
Sin mayores pretensiones nos acercamos a sus traducciones en español, así podemos disfrutar de Naná, de La bestia humana, La Taberna y Germinal. Esta última, llevada a la pantalla grande en el año 2002. Zola, tal como lo señala Lanoux, se ocupó en develar las miserias y las vicisitudes que atormentaban a la clase trabajadora. Tal vez sea esa la razón que más nos acerque a su obra y que persevere en el tiempo.
Himnos revolucionarios señalan su nombre, el despertar de los trabajadores no le es desconocido, casi brota junto a su pluma y es menester que se erija como uno de los cantores que lentamente en sus páginas desgrana toda esa fuente inmisericorde que retuerce a nuestros trabajadores.
No menos importante nos resulta un film de mediados de los cincuenta sobre la vida del escritor, dicha obra se centra particularmente en el caso Dreyfus, del cual Zola fue el adalid y la defensa que sin sentir la intimidación de un sistema luchó a brazo partido por la verdad y la justicia con verdadero ahínco socialista, libertario o no eso sería cuestionable, recordemos que el escritor era un burgués al cual el tiempo no supo moldear dentro de los parámetros de aquello que para algunos pocos debía ser lo correcto. Sin dejarse intimidar Zola nos procuró una fuente de aprendizaje directo en cuanto a la problemática social de mediados del siglo XIX, siendo él uno de aquellos privilegiados en develar las tenebrosas realidades que muy pocos intelectuales se atrevían abordar. Algunos podrán señalar que su pluma sólo se contentó en dar testimonio sobre aquellos lamentables sucesos que vivió su época, que su denuncia no infundía demasiado arte a la literatura, nada más errado pensar que el escritor debe cantar o contar solo lo bello, pues toda realidad se dignificó y alcanzó un lugar privilegiado en la obra de este autor.
Muchos hablan del naturalismo, de su visión oscura y determinista sin ver ni conocer todo aquel contexto que nos enseña el autor, que siendo periodista, literato y observador agudo nos prodigó una buena lección para darnos cuenta de aquello que muy pocas veces leemos, observamos o queremos darnos cuenta, y que muy pocas voces se atreven enunciar.
El tiempo siempre guarda nombres para la posteridad, ese es su trabajo, como el trabajo del autor será concentrar parte de un tiempo en unas líneas para que la posteridad de su dictado. Lo claro es que Zola supo remecer la fibra de todo un bloque social, unificándolo, orientándolo y haciéndolo responsable. Tal vez sus novelas, verdaderas denuncias de una época plagada de miserias, oscuridad y una enorme visión de lo real sean la mejor fuente en donde beber el amargo licor del padecer de aquellos seres abyectos y parias que procuran día a día, minuto a minuto nuestra sociedad. La canallada en pleno, la angustia, la miseria y el dolor contenido, el hambre y la indignidad que se transforma en instinto, en bestialidad cobra la fuerza de un verdadero clamor que intenta sólo despertar a aquel que aún duerme en el letargo que le procura aquello que viven otros y del cual se es víctima. Es más fácil ponderar lo que se vive a descubrir lo que otros padecen y contentarse con lo no tan mal cuando se podría estar peor. Aquello es ruindad, aquello es negación de la esencia del individuo, aquello es sometimiento, necesidad de verse sojuzgado y tolerancia absurda ante quienes dicen como deben ser las cosas.
Zola nos propone luz ante la oscuridad, alimento ante la miseria y es sospechoso no encontrar aquellos libros en donde se alimente nuestra necesidad, nuestra ansiedad de devorar aquello que nos haga comprender más aún el estado actual de las cosas, que dicho sea de paso se repite en interminable cadencia hasta nuestros días. La máquina voraz envuelve una nueva cueva en donde sucumben cientos y miles de esclavos son el alimento para llenar las panzas de unos pocos acostumbrados a no mover un pelo. Difícil será cuestionarse mientras no existan los medios que estén al alcance para todos en una prueba de verdadera justicia para así poder luchar con verdaderos argumentos sobre aquel manto de tinieblas e ignorancia en el cual unos más otros menos nos encontramos todos sumidos. Bajo las pestilencias de este sistema, cubiertos de un lodo espeso se encuentra un verdadero deseo de querer salir del fondo del pozo, pero pocos por no decir nadie se detiene a reflexionar el porqué de tal asunto.
No me digan que cada uno se forja su destino, pues muchos ni siquiera pueden aspirar durante toda su existencia a ser dueños de dignidad humana. Qué hacemos para combatir aquello. Procuremos abrir espacios de aprendizaje, abramos nuestro entendimiento a quienes han sufrido lo mismo o más que nosotros, intentemos comprender que aquel condicionamiento no es el camino que se ha elegido, sino al cual nos ha condenado este medio embrutecedor que no permite siquiera reflexión alguna en aquellos que deben descrestarse por conseguir un miserable pan para no morir de hambre. Hablamos de justicia y nos contentamos con pequeños placebos, alimentemos nuestra esencia con aquello que verdaderamente nos hará libre.
El conocimiento y la cultura de la mano de la educación podrá salvaguardar nuevas generaciones. Es necesario educar, entregar las herramientas necesarias y para ello debemos abrir todas las instancias que sean necesarias a fin de no dejarnos vencer por esta máquina que intenta secar nuestra fuerza productora y nuestro único deseo libertario de justicia, equidad y solidaridad, sólo desde las fuentes podremos construir un verdadero mañana para olvidarnos de aquellos que por durante siglos han profitado del esfuerzo incansable de cientos y miles de trabajadores. Por ello, es necesario reeditar a Zola, leerlo, comprenderlo y así lograremos aprender quizás más de todo aquello que las galimatías de enrevesados filósofos nos intentan explicar, pues la palabra simple y directa ya en su momento logró generar un verdadero bloque de ideas que nutrió a toda la clase trabajadora, es así como el proletariado de gran parte del orbe se sintió identificado con la obra de Emilio Zola, así como hoy a más de cien años de su muerte puede uno identificarse con él. Las cosas siguen igual, mas la inquietud persevera, nadie nos podrá cortar las alas, por lo tanto, amigos, a volar. Zola estaría encantado.