viernes, 13 de junio de 2008


DONDE TODO EMERGE

Desde abajo es el lugar en donde todo emerge y no hay que haber estudiado demasiado, ni ser un gran científico para darse cuenta de esto. Se necesita plantar una semilla para tener un fruto, alimentarla con agua día a día para verla crecer, darle sol. La naturaleza nos da pruebas de toda esta realidad que muchas veces no nos detenemos a presenciar. De vez en cuando atendemos a los animales que se reúnen en comunidad para salir adelante, pero aquello lo miramos por debajo del hombro o la más de las veces ni siquiera le prestamos atención. Nuestra naturaleza ha demorado millones de años en ser lo que es y sin embargo, prontamente la hemos estado colapsando.
No queremos darnos cuenta de que es en nuestro entorno en donde debemos concentrarnos, resguardando cada espacio para dejar algo a las futuras generaciones que algún día llegarán a habitar estos parajes.
Pese a ello, nos obstinamos en la fácil carrera de talar, asfaltar, cementar y colapsar nuestro medio, pensando simplemente en el bienestar inmediato que nos pueda procurar la venta de nuestro espacio, que ni siquiera es nuestro. Aún no comprendemos que somos pasajeros de este estadio que se llama vida. Necesidad de perpetuarnos, ambición de trascender en vida y en nuestra segura muerte se nos priva de la verdadera razón, que es el vivir.
Y siempre el hilo se ha de cortar por la hebra más delgada. Así, como bandidos que somos, negamos los verdaderos derechos en los cuales se sustentan los principios del ser humano. Sí, aquellos principios de quienes consciente o inconscientemente resguardan mejor el patrimonio de nuestro entorno.
Obstinados en producir, en consumir, en ganar, nos hemos olvidado y enceguecidos ante quienes se han sacrificado por producir, por generar recursos y dar fuentes laborales a nuestra tierra. El peón, bracero o jornalero que se revienta el lomo día a día produciendo es la pieza menos tomada en cuenta de todo este engranaje y por decir lo menos aquel quien vive más alienado y profundamente colapsado entre deudas, miseria y podredumbre en nuestro medio.
Algunos señores de terno y corbata nos hablan desde su púlpito con la grandiosa voz de profetas, diciéndonos que el salario mínimo es digno para nuestra clase trabajadora. Y yo me pregunto ¿Cuándo estos señores se han puesto un mameluco o han revuelto la mezcla para levantar una casa?¿Saben siquiera ellos, lo que cuesta alzar cuatro paredes dignas? ¿Si ni siquiera conocen el concepto de dignidad? Pero en este mundo del revés, en donde los pocos crápulas que rigen nuestro medio se contentan con dar paliativos que no producen más que estériles resultados, sólo pueden mostrar su rostro de inmundicia que a ningún lugar nos ha llevado.
Sumido entre las profundidades de la tierra, el obrero levanta nuestra tierra, ha desbrozado vías, para que sólo unos cuantos vivan en el disfrute de las recompensas que la tierra engendra. Nuestra tierra de riquezas ha sido saqueada por estos señores que lo único que han hecho, y seguirán haciendo mientras no sean arrancados de sus sitiales, es aprovecharse y alimentarse a costillas del trabajo de otros, de los más, de la masa trabajadora, que duerme inactiva en la espera de tiempos mejores, que solo podrán venir al amparo de una verdadera transformación que dicte el camino en donde germine la verdadera sabia, esa que surge desde abajo, desde donde todo emerge.

LA EQUIDAD “Cuando dudo de las palabras, escribo...”

Todo me parece absurdamente arbitrario, injusto, digno de no ser creído, inverosímil, un mal juego del destino. Quizás sean las circunstancias, quizás sean las condiciones que me ligan a enunciar y proferir estas palabras, tan arbitrarias como los juicios que en todos y cada uno de nosotros gravita y pesa... porque tenemos conciencia, porque pensamos y cuestionamos. Esta rueda de helmintos que nos devana el seso, quizás no a todos... aunque mi deseo sería que por algún minuto todos lo cuestionáramos, sin embargo observo que no es así, que aquello no es tal, que pocos se detienen a pensar y a intentar desentrañar la madeja enorme que les puebla bajo ese entrecejo, que fruncimos en el alienante paso del tiempo, presuroso y feroz, que no se detiene a contemplar aquello que es materia de nuestro estudio. Toda palabra es un poco de mentira e injusticia, se nos enseña a seguir la norma, se nos condiciona en el lenguaje, en las leyes, en el hacer... qué hacemos, vagar como autómatas reproduciendo como un rebaño estúpido aquello que nos ha permitido reproducir nuestro lenguaje, consenso normativo de quienes auguran la armonía en esta babel enorme que nos aprisiona y no nos deja ver, limitados enormemente en este ruedo de miserias, en este enjambre de hermosas palabras que no pueden siquiera asir lo que realmente queremos decir, pues nuestro pobre vocabulario es sólo una prueba para mantenernos sujetos. Libertad y equidad sólo parecen palabras sin sentido, vacías a veces en medio de esta vorágine que nos aturde y aletarga. Enseñamos y reproducimos tal vez sin querer, una serie de códigos que ya están más que anquilosados, sentimos temor enorme a abrir las puertas del verdadero espacio y en ese caos enorme que nos es inefable nos silenciamos y admiramos que aquella libertad de manifiestos no es más que una palabra impresa y una sonrisa cómplice en aquellos que tienen la sartén por las asas. Equidad... pareciera que se ve lejano aquello. Pese a esto luchamos los perdedores de este mega mercado y nos entrampamos en un sin fin, en un caleidoscopio nos perdemos, enorme gama cromática que nos anuncia los abismos de un paraíso artificial que nos ha dejado mancos y sin pies. Solo nuestro cerebro lucha, pero nuestro padecer, nuestra agonía, nuestra lucha verdadera no tiene válvula de escape... Unos soberanos, otros subordinados, unos capataces otros expoliados, ilotas en el sin fin de la lucha perseverante por la libertad... Qué palabra más hermosa y más distante, cercana y distante como un sueño despierto en medio de un sueño, soy libre o soy esclavo, en dónde me encuentro, en dónde te encuentras, cuánto has cedido sin darte cuenta, cuánto terreno nos ha ganado ese maldito poder que esquilma al ser hum-asno... Intentando comprender y no comprender nunca, sólo tientos, asedios en un camino sinuoso que nos desgasta y envejece y la más de las veces nos envilece, llevándose nuestros mejores años en la reflexión o en el inútil vivir sin sentido, en medio de este cosmos o este universo que pocos dimensionan, la cósmica basura que se ocupa de las nimiedades que lo estrujan, aciberados, estrujados en el coco. En la sesera aún habitan los que ruegan por un mejor mañana, que no llegará sintiendo esa ENORME EUFORIA POR QUERER LIBRARNOS DE ESTE VORAZ SEÑOR DESTRUCTOR DE NUESTRA ESENCIA. Sin querer ser puros, sin intentar destruirnos, nuestro paso nos dice que somos los ofensores, los desclasados, los descolocados de este medio y qué diablos, somos los perdedores en este círculo vicioso que nos ha tendido la cofradía de unos pocos, en dónde está nuestra fuerza si ya han muerto los sistemas, los referentes de los más mal paridos medios de sujeción... pareces libre y eres esclavo de un sistema que ha colapsado en su inmundicia, que envuelto en su crespón de rancia elegancia te ordena incluso lo que es mejor para no rebelarte ante lo que es lo inadmisible, sólo palabras, sólo palabras, palabras arbitrarias, es todo lo que me parece este todo.

INTERESES CREADOS

Parece un tanto extraño, hoy en día, conseguir y reconocer muestras de desinteresada probidad cuando en vertiginosa carrera individual la gran mayoría de las personas no se detiene ni siquiera por un segundo a pensar en el problema del otro y más importante e inquietante aún a actuar en beneficio o ayuda de aquellos a quienes la vida les ha negado una oportunidad en donde puedan desarrollarse íntegramente. La pregunta que surge en torno a esta cuestión es ¿por qué siendo cada uno de nosotros seres racionales, podemos permitir que estos problemas de carácter social sigan y perduren a través del tiempo? Al parecer no todos se sienten lo suficientemente comprometidos con el problema que afecta al otro, es más, muchas veces algunos actúan aparentemente de manera inconsciente, despojando inclusive de su dignidad a algunos seres humanos y hermanos. Tal es el problema de la explotación, que la sociedad avala, que la ley sostiene y permite en la permuta de mano de obra, trabajo y salarios de miseria, ya que a nadie o a muy pocos les importa la calidad de vida que lleva el que está al lado. Más aún, problemas ingentes sólo presentan una risa socarrona de aquellos que detentan el poder “el resto que se joda”. Esa es la verdad con la cual debemos convivir cada día. Sí, el sistema avala a aquellos que detentan el poder, ya sea de la economía, de la información y de todos los recursos que por siglos se han adueñado.
Cuando precisamos cariño, nos dan con el látigo de la cruda realidad diciéndonos que no caigamos en sentimentalismos, que nos ocupemos por conseguir lo que queramos, exacerbando nuestro individualismo, consume, consume, vive cuanto más puedas, reviéntate en tu trabajo. ¿Qué resta para aquel obrero que se desgasta? ¿para aquella mujer que se saca la mugre lavando o cosiendo ropa ajena, vendiendo en la feria? A aquellos le hacemos la vista gorda, ¡Que se las arreglen como puedan!
Cuántos no andan por ahí sufriendo lo mismo o más que otros y que se las deben tragar porque su sueldo de miseria no alcanza para cubrir ni siquiera un tratamiento psicológico, de seguro ahí tenemos potenciales homicidas, pero a quién culpar. Claro, era un golpeador, que más se podría esperar pero ¿por qué?, Cuánto cubría su seguro de salud. Los problemas mayores de nuestra sociedad están hoy en día en el ámbito de la psiquiatría y la sicología, pero muchos no pueden sanearse, por qué, porque simplemente aquello resulta una perogrullada para burgueses, de qué manera canalizan sus problemas los obreros que llegan a casa después de una extenuante jornada y en donde ven que las cosas no andan para nada bien, que la leche, que falta esto y lo otro. Carencias, carencias que intenta cubrir este sistema con rostros bellos y sin problemas, un placebo para aturdir las conciencias de quienes ya vienen aletargados por todo el ruedo de recriminaciones de que son partes en el trabajo cotidiano. A quién culpar. La respuesta es clara. No es la esposa que se queja, no es el niño que grita pidiendo lo que ve en televisión, ni el padre que se recuesta cansado de tanto fermento en donde se revienta su cerebro que se llena de helmintos. Sólo es la verdad de una realidad que no queremos aceptar y menos ponerle coto, pues el día en que podamos despertar y liberarnos del cansancio que nos procuran las doce o quince horas de trabajo cotidiano, el día en donde dejemos de reproducir los mismos errores que nos muestra las casta de gobernantes como algo que no es más que un pequeño problema que se puede solucionar con voluntad, no estaremos libres de aquel temor que nos procura la miserable realidad que nos aliena. Nuestra vida es una mierda. Eso lo aprendí de una persona hace muy pocos días y parece que la respuesta sería reeducar a toda nuestra imperfecta sociedad. No lo creo así, pienso que sólo se debe destruir esta corrupta red de sistema que nos tiene enfrascados en la miseria en donde solo los muchos seguirán hambrientos y carentes y en donde unos pocos sabrán del goce que les procure lo que la mayoría haga por ellos. El trabajo de todos puede ser y es el peor enemigo de todos aquellos quienes se descrestan por alimentar a los parásitos que sólo profitan de los ideales y quimeras que sin duda no serán nunca realidad si no nos damos el trabajo por hacerlas efectivas.Así, los intereses creados surgen de la cercanía de quien quiere creer aquello que muestra una sólida luz de falsas promesas, algo así como un oasis en medio del estercolero. Pero algunos piensan (me incluyo) que existen verdades que son demasiado potentes y que requieren de un tratamiento quirúrgico para sobrellevarlas, verdades dolorosas, verdades en donde los efluvios trascienden la propia vida y van a incrustarse en la vida del otro. A veces alimentamos esperanzas que no nos llevan a sitio alguno. A veces nuestras esperanzas juegan con nosotros. A veces las esperanzas son el único camino que tenemos para decir que al menos hicimos el intento, como en el Mito de Sísifo, esperamos no desesperar para no caer en el intento de suicidio, pues aún creemos en lo que nuestra naturaleza humana sea capaz de proyectarnos y... porque sin duda, amamos esta vida.



2666 O LA NOVELA TOTAL


No es que parezca complicado referirse a una novela, lo es. Más aún cuando el lector se siente embriagado de aquel poder narrativo del autor que lo ha cautivado. Lo cual presupone a lo más juicios subjetivos, panegíricos literarios y toda suerte de hipérboles laudatorias en torno al mentado narrador. ¿Qué resta para los objetivos lectores cuando a todo esto se suma que el novelista ya ha muerto? De seguro pensarán que es un reconocimiento al trabajo que jamás en vida logró reconocimiento u aprobación general, puesto que es más que sabida aquella famosa frase de que no hay muerto malo. Pero pese a ello, debo reconocer que de Roberto Bolaño no había leído prácticamente nada, sólo algunos cuentos de su libro Putas Asesinas, que dejé a un lado puesto que algo en su ritmo no me cautivó del todo.
Después de leer los comentarios de su novela póstuma 2666 en el periódico The Clinic, de observar en aquella hoja el precio de referencia deduje que pasaría un buen tiempo sin conocer más de este narrador, pero el azar me llevó a comprar en una feria su libro Amberes, que aún no he tomado ni siquiera por curiosidad, simplemente lo compré por lo barato y porque además sabía que en algún momento despertaría aquella obsesión por leer a uno más de los narradores “chilenos”, aquel deseo se aplacó, en la búsqueda de lecturas que mi oficio requería. Caso curioso, para mí Bolaño ha trascendido ya las fronteras de nuestra literatura, pero eso lo explicaré más adelante.
Jamás imaginé que los amigos fuesen tan necesarios en esta vida, razón por la cual he cultivado este vínculo sólo con una persona, efectivamente quien me facilitó la novela de Bolaño y me instó a leerla inmediatamente. Asentí con el mismo entusiasmo que el me demostró por la lectura que él había hecho de la novela, pero al sentir el peso del libro en mis manos, algo se tronchó. Pensé que dentro del libro había un revólver, por su peso, pero no. Sólo 1125 páginas de una historia llena de intriga, crímenes, soledad, amor, esperanza-desesperanza, etc. Algo similar me había ocurrido con El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, y al igual que lo ocurrido con el Quijote, saqué fuerzas de resistencia ocular e intelectual y me lancé en picada al libro. Ahora me pregunto, por qué no leí de un tirón Putas Asesinas y por qué ni siquiera hojee Amberes, siendo ambas obras de menor volumen.
Reconozco que todos aquellos escritores que se sientan a explicar su vida y sus obras en un canal de televisión me merecen enormes suspicacias. Bolaño no fue la excepción, recuerdo haberlo visto en el programa de C. Warkner, La Belleza de pensar, ya no sé que año, sí en la década del noventa. De aquella conversación sólo me quedaron grabadas tres situaciones, la primera cuando Bolaño reconoce que los libros son carísimos (en especial en Chile) y alienta en pantalla al robo de éstos en las librerías. Su deseo de robarle o quedarse con un libro o antología de poesía que el entrevistador se pavoneaba como su gran tesoro y finalmente lo incómodo que por momentos se sentía el entrevistador, aunque mirándolo a la distancia todo aquello logró en un momento determinado conspirar para alejarme de la literatura de Bolaño.
Llegó el verano del 2007 y mi amigo me conminó al claustro de las letras, fue así como comenzó mi acercamiento a la obra de Bolaño, es decir, 2666.
La obra está dividida en cinco capítulos, cada uno denominado las partes. En primer lugar se presenta la parte de los críticos, lo sigue la parte de Amalfitano, luego la parte de Fate, posteriormente una de las partes más densas y cansadoras del libro, la de los crímenes y finalmente la parte de Archimboldi.
Desde la parte de los críticos hasta la parte de Fate, la leí de un tirón, diría algo así como dos noches sin dormir, concentrado o reconcentrado en la novela, en donde surgían una serie de nombres, un gran cúmulo de información y una facilidad extraordinaria para narrar, como si el propio bolaño se hubiese mantenido en un trance hipnótico que lograra sugestionar sin ningún reparos al más díscolo de los lectores. Mientras leía pensaba, este tipo se las trae, se las trae y se las lleva, a qué se asemeja, Las Mil y una Noche, no. Paul Auster, puede ser, seguramente en la parte de los críticos, algo de aquella literatura me hacía ver cierta técnica o ritmo común, no sé cabalmente, pero un dejo a Auster había ahí. Luego la parte de Amalfitano, qué cantidad de recursos, pensé, que ambición más desmedida. El tipo este se contenta despanzurrando a toda la historia de la literatura. Es como si llegara con un corvo entre los dientes y se sintiera con la tarea del profeta que debe abrir las carnes de toda una historia para mostrar la esencia de lo que ha sido hasta nuestros días el curso de nuestra magullada existencia literaria (filosófica y literaria). Ahí se pueden apreciar los nombres de Hegel, Marx, Duchamp, Spencer, Flores Magón, etc. Por ABC motivos todos estos nombres son expuestos en la novela, no sin razón, cada uno forma parte del caudal de los personajes, y a la vez del narrador, quien denota ser una persona cultísima, un conocedor completo, cabal. Sin afanes de presunción, este recorrido entre mapuches, arios, hombre comunes y otros no tantos nos van orientando en la verdadera trama de la obra, una sociedad en la cual la decadencia se ha instaurado con necesidad de arraigarse. Se aferra en este prolijo cúmulo la desesperada inquietud por aquello que Camus llamaba el Absurdo, el vivir en una sociedad en la cual se ha perdido el norte pero aún siente el deseo de endilgar su paso, que no tiene sentido alguno y se aferra a la vida necesariamente con instinto animal. Ese instinto animal que a veces traiciona por no tener un objetivo claro, por carecer de valores por el hecho de estar cimentada en el vacío y en donde nadie puede sentirse como un parangón para poder hacer más de lo que su entorno le dicta o bien sus propias fuerzas, porque la sociedad está condicionada a sufrir en medio de este infierno que resulta ser 2666.

GOGOL EN CHILE A Hermenejildo David Valero Armijo

Siempre escuché que debía leer a los rusos. De hecho mi padre era un lector contumaz. No sé muy bien si él me procuró el ansia por la literatura o fue su yerno, más me inclinaría por el yerno, que en aquel entonces, cuando yo solo tenía doce años me embistió con una novela de Dostoiewsky. Antes no había leído prácticamente nada, solo el silabario hispanoamericano en el colegio. Aunque fui un muchacho tranquilo y más bien introvertido, miré con cierto desdén aquella novela, que era Crimen y Castigo. Sin embargo fue para mí como un remezón, un fuerte golpe que no entendí demasiado. Pese a mis cortos años, logré ver o dilucidar que había algo bello entre las palabras que ahí se anidaban. Lo leí de un tirón. No dormía lo suficiente, me comencé a preguntar por qué mi cuñado me habría pasado tal novela, pero nunca, jamás se lo dije, en esa corta infancia. Sólo después, cuando ya era mayor. Cuando ya había cumplido los veintiuno. Pero a esas alturas ya daba lo mismo, puesto que me encontraba enfrascado en otras lecturas, más cercanas a mi realidad o más atingentes. Sí, me sentía viciado por la enorme biblioteca que tenía mi ponderado amigo Hermenegildo eso no resta mayor importancia a estas palabras, porque fue él quien gatilló implícitamente mi pasión por la lectura. Hermenegildo padecía el mismo mal o bien del cual se ven angustiados los viejos libreros. Es decir, después de leer con profusión sólo intentan hacer acopio de lo mejor, de aquello excelso que entrega la literatura. O al fin y al cabo, de aquello que los medios signan como la mejor literatura. Nada más hermoso y ruin. Hermenegildo se convirtió para mí en un Quijote que buscaba deshacer los entuertos que yacían entre las páginas inacabables de toda la literatura universal. Su selectiva visión autodidacta, lo encumbraba sobre muchos otros ponderados críticos de nuestra literatura. Es cierto que creía más en él que en un Hernán Díaz Arrieta o que en un fatuo Camilo Mark, para mí, su palabra siempre fue verdad, un dogma en donde se centraba el nihilismo, el materialismo dialéctico y la esperanza para los que deseaban no morir desesperanzados.
Hermenegildo me dio la clave. Abrió la puerta con su ganzúa feroz para que pudiera bucear en el enorme e inacabable lecho de un mar lleno de vastedad.
Por aquel entonces, miraba sus rumas de libros, sus relojes, sus diarios con noticias añejas y que rezumaban desesperación y ansias por rescatar de la ignorancia las fuentes claras de una historia que se diluía por las manos de todos, de todos aquellos que en parte sentían inquietud por rescatar parte de aquella memoria colectiva que él guardaba. No es una tarea menor ser el acopio intelectual para aquellos mendicantes de intelectualidad, que la más de las veces vuelven siempre a las mismas fuentes a nutrirse de experiencia y recursos que nadie más podría nutrirlos.
Hermenegildo es un ser enormemente honesto, una suerte de Gorki en estos días, que cobija a los más angurrientos espíritus de una época en donde se intenta claudicar con toda la esencia de la naturaleza realista y social. Sumido siempre en su estado de misántropía, Hermenegildo nunca me habló de Nicolás Gógol, no sé por qué, ha de ser que admiraba demasiado a Dostoiewsky, pero tampoco me dijo nada de Tolstoy, o de Turgueniev, conocería mi cuñado a Goncharov. En una época condicionada, sólo pude amar a Feodor Mijailovich Dostoievsky, pero me perdí de conocer a muchos otros, como: Goncharov, Turgeniev, Nekrasov, Gógol, etc, etc, etc.
Pero bien, es cierto que Hermenegildo no posee responsabilidad alguna y de más está decir que fue él quien abrió una vertiente que no se acaba en esta vida que poseo y que agradezco y sinceramente a él que me entregó los primeros instrumentos para comprender las bases de la experiencia literaria.
Razón por la cual he comprendido en mayor profundidad a Máximo Gorki, puesto que he sabido descubrir en el silencio mayor las menudas y consistentes fuentes en las que se nutre la experiencia del ser humano. Hermenegildo me conminó a trabajar, y no digamos que a un trabajo agradable o seguro, no. Simplemente fue en una empresa y ahí ambos estuvimos, recuerdo sus enseñanzas como un bálsamo vivificador que no lo ha tenido ni siquiera el mejor de sus hijos, es por esto que me siento amalgamado a él. Un hombre completo, que merece ser recordado por quienes lo conocen y lo admiran y por sobre todas las cosas, por su amigo de viaje, que es como me siento ahora.

LA SOLUCION A GOGOL

Para poder lograr mi acercamiento al poeta y escritor Nicolai Gógol la tarea fue bastante dura o como dirían los argentinos, brava. Hago alusión al símil lingüístico debido a la sencilla razón de que en Santiago no pude encontrar una sola obra del escritor ruso. Luego de los alcances extraídos de la obra de Kropotkin, La Literatura Rusa: Ideales y la Realidad, sentí el impulso irrefrenable de estudiar con mayor profundidad la obra del autor de Almas Muertas, El Inspector General, etc.
Programé una visita a Buenos Aires, que paraa los inicios de enero eran aires calurosos, pero a la vez otros aires, aires de descanso, aires de armonía, de solaz. Una vez instalado en el Hostal en donde se congregaba la diáspora de diversas nacionalidades, decidí encaminarme al centro de la capital federal, transité por Corrientes, Florida, hurgué en librerías de viejos con el propósito de encontrar como siempre algo que en Santiago se hace difícil de hallar o caro de adquirir. Justamente en la primera librería en la cual me detuve junto a mi mujer, a quien le indiqué que si veía algún libro de Gógol o Goncharov, me avisara enseguida. Mientras minuciosamente miraba aquella gran cantidad de libros, leía sus títulos y hojeaba sus páginas, mi pareja se acercó y me dijo, esto es lo que buscabas y me extendió un voluminoso libro azul de buena encuadernación. Miré el lomo de éste y leí: Nicolai V. Gógol, en preciosas letras doradas. Por su estado y conservación pensé en quizás unos cuarenta mil pesos chilenos, cifra que ya me habían advertido los libreros santiaguinos si contaba con la buena suerte de dar con el paradero de alguna de las obras completas de este escritor, pero para suerte de quien escribe este pequeño texto, grande fue mi sorpresa al descubrir por boca de mi mujer que ésta, las obras completas, estaban a un valor casi irrisorio de diez pesos argentinos, lo cual significaba que haciendo la conversión en moneda chilena, el libro costaba mil setecientos sesenta pesos. Casi me desplomé de la impresión. Lo cogí con celeridad y abrí una de sus páginas, la primera, para corroborar si el precio que me había dado mi buen ángel era el verdadero y dicho y hecho, así no más era. Debo señalar, es cierto, que el resto de los libros que miré ya no me atraían lo suficiente, pues sentía dentro de mí que algo se comenzaba a sellar, un capítulo de interminable búsqueda infructuosa que me había desazonado enormemente en mi recorrido por las librerías de Santiago. Con el libro en las manos pagué aquellos diez pesos, el tendero me sonrió y fin de la búsqueda.
Cuando salí de aquel lugar aún no dejaba de pensar en el costo de aquel libro, mil cuatrocientas páginas, papel de arroz o papel biblia y a ese precio. ¿Qué ocurría en mi país? Pensé, por qué razón los libreros de Santiago, como en un acto de completo automatismo me decían, ese es un libro difícil de encontrar y por lo tanto el precio debe ser alto: cuarenta mil pesos. Puede que si le faltaran algunas hojas o su encuadernación estuviese deteriorada se bajaran a unos veinte mil, pero de ahí a mil setecientos pesos, no, eso nunca. Más aún si demostrabas interés por conseguirlo, no se restarían a nimiedades, no. Quizás hasta aumentarían su valor. Por qué razón ocurre esto, ah, la ley de la oferta y la demanda y es claro que quien tiene algo preciado para otro intentará sacar el máximo de provecho para poder desasirse de aquello que os interesa. Sea esta o no la respuesta, pensé muy mal de mis queridos compatriotas tenderos de librerías. Quizás por ello viajé a Buenos Aires con el velado propósito de traerme algunos buenos libros, aunque es mi deber reconocer que jamás pensé en encontrar este libro en especial.
Al día siguiente, caminamos por el centro de la Av. Corrientes, luego sin querer llegamos a Av. Callao, no sé cómo, pero de pronto frente a nosotros vimos la librería Antígona, entramos y luego de ver gran cantidad de interesantes libros me decidí por adquirir tres títulos: Sobre la servidumbre voluntaria, de Esteban de la Boétie; La revolución de Gustav Landauer y La estética anarquista de André Reszler. Eso sí, esta vez, pagué un poco más por estos tres libros, 61 pesos, o sea, algo así como diez mil pesos chilenos, digo esto para que se formen una idea general de lo barato que es la literatura en nuestro vecino país y que dicho sea de paso podamos hacer algo para poder rebelarnos ante tan altos costos por los libros que se venden en nuestro país y en donde además y este es el tema profundo no se publica o edita texto alguno que pueda ser considerado atentador contra el statu quo de este sistema. Más aún se lo relega al olvido o bien se lo omite puesto que es y representa el caldo de cultivo en donde el individuo pueda formarse una conciencia clara y así poder tener las herramientas para enfrentar directamente las condiciones impuestas de aquellos que detentan el poder político, puesto que sin educación y sin cultura para ellos es más fácil regir a toda una manada de ovejas que no sabe o no tiene los argumentos necesarios para disentir.
Sin la intención de querer desviar el camino, diré que comencé primeramente La estética anarquista de Reszler y entre los ensayos que iban descubriendo toda mi ignorancia frente a los temas de interés ideológico y social de los cuales carezco y ansío estudiar afloraron obras como las de Rodolf Rocker; Nacionalismo y cultura, ¿Qué es el arte? De Tolstoi y muchas otras, pero Reszler hace un alcance que me pareció interesante nuevamente sobre una obra de Kropotkin, que al parecer se encuentra en Palabras de un rebelde, cito del texto de Reszler las siguientes palabras de Kropotkin.” El escritor ruso debe inspirarse en Gógol, que ha demostrado a sus discípulos como el realismo puede subordinarse a los más altos fines, sin perder nada de su fuerza o dejar de ser representación fiel de la vida”.En los ensayos de Reszler, se analiza con detención el tema del poder y la cultura, según palabras de Rocker: a mayor poder, decrece la cultura. Kropotkin señalaba que el escritor debía acercarse al pueblo, ser parte de él. No ser el escritor del pueblo solamente sino el escritor del pueblo y por el pueblo, puesto que la burguesía sólo se ocupó largo tiempo de representar las carencias de éste tomando la distancia necesaria y sin formar parte de ésta.
Aunque este alcance sólo sirva para demostrar mi necesidad de acercarme a la comprensión de aquello que cada día nos está pareciendo más lejano y que es simplemente la necesidad de poder actuar en medio de este medio como un “loco” ya que de aquello seremos tildados aquellos que nos alejemos del poder y francamente nos mostremos carentes de este deseo de gobernabilidad y de sumisión. Para ello, es preciso acercarnos a la necesaria reconstrucción de nuestra memoria histórica, de nuestra cultura, que es en fin, el verdadero golpe argumental que se debe asestar a las inconscientes y estúpidas castas que detentan el poder, y como ultimo fin devolver aquello que pertenece a todo el pueblo, la necesidad de expresión en completa libertad de aquellos ideales que quisieran promover, luego que esta sociedad y sistema en donde pocos tienen demasiado y muchos carecen de todo. Cultura es el término que debemos alimentar, conciencia es la tarea que debemos crear, para en igualdad de condiciones poder disfrutar y aprovechar aquello que hoy sólo unos pocos pueden comprar o adquirir y es menester que nuestra conciencia genere los caminos de apertura para instaurar espacios colectivos en donde el arte inmediato tenga su espacio. Puesto que todos somos en potencia artistas. De todos esos pienso que muy pocos si no ninguno puede expresarse con libertad frente a este monstruo enorme de fauces siniestras que intenta devorarnos a todos sin exclusión. Eso sí, a todos aquellos que estamos del lado opuesto a quienes hacen y ejecutan las leyes.
Verdaderamente veo que todo este preámbulo ha servido para hablar de dos temas que son cruciales en el ámbito de la obra literaria, por un lado de qué manera poder acercarnos a ésta, con qué medios. En segundo lugar, la necesidad de abrir los ojos a la comprensión de la obra artística, sus alcances y su significación.
Nicolai Gógol, 1809-1852, pese a su corta vida no fue un escritor malogrado, pues logró plasmar la mejor parte de sus posibilidades antes de morir. A esto debemos considerar que su primera obra debió ser arrancada de las vitrinas por el propio autor debido a la acerba crítica que se le prodigó, pese a ello, el autor perseveró y pudo plasmar en su narración la verdadera esencia del pueblo petersburgués, que dicho sea de paso poco o nada se ocupaban los autores en observar por aquel entonces, Gógol, cuenta con el apoyo de Pushkín, quien le otorga la idea para que el novelista cree con posterioridad su mayor novela El caso Chichicov o Almas Muertas, pero no sólo la novela será del cuidado de Gógol, nuestro autor también se detuvo en la obra dramática, en este alto, podemos señalar su obra de mayor alcance El Inspector, de la cual se han realizado múltiples ediciones, traducciones, representaciones una adaptación para el cine.
En nuestro país uno de los autores que ha profundizado en su obra ha sido Claudio Giaconni, perteneciente a la generación de 1950, quien escribió El hombre en la trampa, biografía crítica de Gógol, 1960.
Como todos los escritores rusos, Gógol nos orienta en su época, nos muestra con sencillez las costumbres y tradiciones del pueblo ruso, nos perfila tipos humanos, son reveladores en este sentido sus relatos de San Petersburgo, así como los personajes de Taras Bulba. Es importante develar las caracterizaciones psicológicas de los personajes que anidan en sus obras puesto que de esta forma comenzamos el viaje lleno de dificultades e impresiones que nos va enseñando la naturaleza de los seres que viven en aquellos parajes aparentemente tan lejanos a los nuestros pero que por vaya a saber que cosa se semejan tanto a los nuestros, algunos taciturnos, otros pendencieros, quizás algo exista entre estos dos puentes que haga que tanto nos identifique con la literatura de los rusos y en especial con este escritor que dio en su corta vida muestras de completa maestría en el arte de las letras. Gógol ha dejado su página escrita en la obra universal de los grandes autores literarios es por esta razón que se hace extensible para todos aquellos amantes de la lectura que den una mirada a las obras de este autor antes de que el tiempo cubra de polvo y olvido aquella magna obra que nos ayuda a comprender a los seres humanos de nuestra historia y de paso nos enriquece y nos hace comprender la naturaleza enrevesada que somos y que es el ser humano, con todos sus logros y carencias.

miércoles, 11 de junio de 2008


APUNTES VELOCES SOBRE CHARLES BUKOWSKI

Sin duda, uno de los escritores contemporáneos que más ha despertado el interés dentro de la inconformista juventud actual, idolatrado muchas veces por aquellos bebedores anónimos que se sienten identificados con su obra (dentro de los cuales me incluyo) otras veces, odiado por las feministas, ya que sus temas parecen herir las fibras himeneicas e inmaculadas de aquellas mujeres que no aceptan la dureza con la cual el autor o narrador presenta sus descarnados sucesos, algunos lo consideran prosaico, juicio que parece apresurado si no se logra visualizar la profundidad que anida en sus relatos cotidianos, otros se ocultarán tras el velo literario para desmerecer su producción, atrincherados en el palco de la crítica, destruirán o harán el intento, al menos, por prejuiciar la lectura de su obra, aduciendo el hecho de que el autor parece ser “mejor bebedor que literato” . Los dueños de la sabiduría, al parecer sólo han leído quizás la contratapa de alguna edición de bolsillo, cosa que ya es mucho decir, ya que no pueden otorgar demasiado crédito ni tiempo a un viejo que para ellos sólo escribe relatos obscenos e indecentes.
Charles Bukowski o Mr. Chinaski o Henry o simplemente Hank es el último bastión de la literatura underground norteamericana, hijo de un sistema agresivo que sólo tiene espacio para los triunfadores, supo dar su buena pelea a brazo partido, acertando un fuerte y certero uperk out bajo el mentón del tío Sam para lanzarlo a la lona y mostrarnos así el otro lado de una sociedad degradada o a veces podrida hasta la médula y llena de íconos que sólo existen en lamente de quienes sueñan con una grandeza vacua.
Bukowski, el despeñado, el ignorado por mucho tiempo, hoy es el plato fuerte de algunos críticos de terno y corbata que se sientan a tomar desayuno temprano por las mañanas, que beben su buen café y jugo natural, natural de naranja y que escriben para la elite literaria criolla sólo las bellezas que ésta quiere leer o que ellos quieren que lea, en el fondo todo se reduce a un círculo vicioso envuelto en una frágil y delicada estela de mierda, fruto del discurso unilateral de los medios que mueven los hilos y manejan a su antojo toda clase de información.
Son aquellos quienes nunca han abierto suficientemente los ojos, o más simple aún no les interesa, así como en los E.E.U.U, en nuestro rincón también hay muchos que se sienten y viven presas de la pirotecnia mercantil. Creo que esos nunca entenderán al viejo Hank, quien con su superrealismo y su Delirium Tremens logró graficar y develar la conducta de aquellos (y la propia) a quienes siempre se trata de obviar o dar con el mazo.¿Por qué? La respuesta es sencilla, porque aquellos no sirven y no son útiles para los intereses del sistema capitalista.
Gran parte de su obra es un cúmulo de anécdotas autobiográficas, siempre guiadas por la imagen de su Alter Ego, el marginal Henry Chinaski, dipsómano por excelencia y rapsoda de los bares más sórdidos, amante de clásicos como Malher, lector apasionado de Dostoiewski, de las carreras de caballos, Chinaski-Bukowski es uno de aquellos escritores que puede descubrir y mostrarnos la belleza humana y tierna de aquellas putas que se entregan tan solo para seguir manteniendo su estado inconsciente, puesto que al igual que Hank, han sido marginadas del sistema y del sueño americano, de la mentira de la cual sociedad norteamericana ha hecho su slogan.
Este es Hank o Henry o Mr. Chinaski o simplemente Bukowski, el poeta, el ebrio inmortal, el hombre que luchó, que puso así como otros el dedo en la llaga, en medio de un sistema fláccido y burgués que trató de opacarlo, de derrotarlo en su pelea cotidiana y titánica por querer ser dueño de su vida. El mito es innecesario, para quien pone todas las cartas sobre la mesa, sin ocultar absolutamente nada, con un lenguaje sencillo que realza aún más sus escritos, por tal razón, es fundamental reconocer la obra de este autor, la cual corrobora aquella máxima que en torno a la idea del fracaso, al ser el perdedor, en todo sentido de la palabra, ya que el sistema hoy se lucra y es un éxito de ventas, sin embargo existen sólo dos caminos en la vida: uno falso y uno verdadero, el optó por el verdadero, La Senda del Perdedor, aquel en donde se debe dejar algo para poder ganar y ser consecuente con una idea, la de mostrar la belleza que surge desde los rincones en donde el ojo común se niega a ver por temor a salir magullado, lastimado, aquel en donde la dolorosa verdad anida y que muchos no quieren reconocer, ahí donde la miseria tiene algo de encanto y en donde las fuerzas contradictorias se encuentran en constante lucha, para abrir los caminos de enseñanza y no el espacio unilateral desde donde muchos miran sin querer contemplar la otra verdad.

¿DE QUÉ SE NUTRE LA ESPERANZA?

Hace ya bastante tiempo, cuando aún estudiaba, encontré en los campos de la universidad a la cual asistía una tapa de botella de pisco, no sé qué circunstancia me llevó a tomarla, si mal no recuerdo estaba a mis pies y mientras conversaba con un compañero y amigo me dediqué a moverla entre mis dedos, pasó media hora y seguía con la tapa en la mano, de pronto la miré con detención y cavilé por unos minutos de silencio que ésta sólo era una más de las botellas que habrían abierto otros compañeros de quizás qué carrera, quizás cuánto tiempo debió de haber estado en el suelo, quizás qué conversaciones ayudó a amenizar aquel contenido que desde su interior llegó al interior de otros quizás iguales a nosotros, quizás cuántos secretos logró liberar aquella caja de Pandora, que ya era una prueba del pasado pero que algo de ella quedaba en aquel presente que ahora es sólo un recuerdo. Logré limpiar la tierra que estaba adherida a aquella tapa, mis dedos se llenaron de tierra, la conversación con mi amigo seguía su curso, luego él fue al baño y contemplé una vez más aquel pequeño recuerdo que había encontrado, para descubrir que alguien se había dado el trabajo de escribir de manera circular sobre ella el siguiente mensaje: “Ya no hay nada en que creer”.
Al volver del baño mi amigo le mostré el hallazgo y éste concluyó, seguro que es otro desencantado que las vende de maldito.
Aquella tapita aún puebla mi recuerdo, no sé si tendrá mayor sentido porque al parecer es lo más inútil analizar la tapa de una botella de licor, pero para mí el punto no es ese. Ni siquiera puedo recordar de qué cosas hablábamos aquella tarde, pero han transcurrido casi diez años y aquel enunciado aún persiste en mi memoria. No sé por qué, pero fue como un verdadero golpe a mi conciencia. Pensé por un tiempo que quien lo escribió estaba pasando por un mal momento, era lo más lógico, que producto de la ingesta habría garrapateado aquella frase, que se sentía al margen de todo aquel sistema en el cual se veía inserto, que solamente necesitaba canalizar su rabia. Muchos hacen lo mismo golpeando a sus mujeres o hijos, o bien entregándose a la bebida.
Pronto aquel recuerdo se fue cubriendo de otros más inmediatos que prontamente se diluían por otros más necesarios y así hasta llegar a descubrir dentro de mi persona que deambulaba sin tener la mayor certeza de aquello en lo cual podría sustentar mi vida y de pronto zas, se apareció en un momento de mi vida aquella proposición “Ya no hay nada en que creer” fulguró el recuerdo, como en un palimpsesto fueron abriéndose las hojas de mi memoria, reescritas entre años monótonos y horas perdidas en donde guardaba conciente o inconscientemente aquella sentencia. Para aquel entonces había ya leído a varios escritores que abogaban por ideas llamadas “utópicas” siendo mis predilectas las del comunismo anarquista. Podría ahora señalar quizás que aquel que escribió era sólo un nihilista, un atormentado joven que transitoriamente se encontraba confundido, pero aquello no me contentaba.
En una obra de Albert Camus, El Mito de Sísifo, el autor señala que Sísifo se ve condenado a mover una enorme piedra hacia la cumbre de un monte, la cual rueda hacia abajo, esto durante toda la eternidad, lo cual significa que uno es parte de una inutilidad, la inutilidad de vivir, pero que sin embargo al llegar a la planicie, nuevamente se ve en el trabajo de volver a llevarla hasta la cumbre, tarea odiosa si se quiere y que desgasta. Pero entre aquel intertanto de bajar la cumbre para volver a elevar la roca el hombre piensa, ahí es donde está el quid del asunto, puesto que somos herederos de un absurdo, aquellos que cuestionamos la inutilidad de nuestra existencia, que no tiene mayor sentido nos decimos, debemos de seguir parados en esta tierra y hacemos lo que nos parece mejor para mejorar la existencia de nuestra humanidad. Presumo que aquel atormentado seguirá viviendo su miserable existencia, llena de ruindades y oscurantismo o bien haya mejorado su estado de ánimo y sea padre de familia, ame a sus hijos y quizás ya no escriba mensajes en tapas de botellas. Bien puede haberse pegado un tiro, lo cual no solucionaría nada, pues su vida habría concluido y todo seguiría tal cual, porque sólo sus amigos de aquel minuto tal vez lograron leer aquel mensaje y quien escribe.
La pregunta que me surge en este minuto es de qué se nutre la esperanza... Cada uno es dueño y portador de un sueño, de una idea, que la mayor de las veces tiende a ser beneficiosa a nuestra sociedad, entendiendo por sociedad aquel contexto en el cual cada uno pueda hacer posibles sus aspiraciones. A menudo no encontramos cabida para hacer posibles estas aspiraciones y la frustración se apodera de nuestra esencia. Siempre existe un ser disociador que nos avasalla, que nos reprime, que nos cuestiona y nos desprecia. Eufemismos para tales están a la orden del día, llamémosles: rutina, autoridad, gobierno. La mayor de las veces el ser humano se ve condicionado a hacer lo que otros que rigen esperan que se haga, y mejor aún cuando es rápido y sin costo. Así nos alejamos del compromiso, la autonomía y el libre acuerdo por llevar a cabo lo que cada uno desea hacer para conseguir plasmar sus logros y ser una persona íntegra. Sumidos en el vendaval de las obligaciones que nos se complementan con los deseos el ser humano marcha dando la mitad de su verdadera esencia.
Olvidamos la esperanza, nos alienamos en el cumplimiento de deberes que se nos imponen, denostamos a los soñadores y educamos a un sin fin de autómatas que deben aprender obligaciones y mutilar toda creatividad que pueda nacer de cada uno de ellos. Condicionamos.
¿De qué se nutre la esperanza? Podrán reír algunos, los señores burgueses que esperan que todo les sea dado en bandeja, aquellas sanguijuelas que profitan incansablemente del trabajo de todo un ruedo de brazos que se descresta por conseguir logros y mejorar la sociedad. Aquellos que creemos en la justicia, en el verdadero sentido de grandeza que llevará a nuestra sociedad a encumbrarse por los caminos en donde las nuevas generaciones puedan esculpir con dignidad los nombres de sus antepasados dejando una prueba indeleble del compromiso en donde los principios de 1789-1793 fueron el gatillo para mejorar la condición de la existencia humana. Aún cuando aquella triada halla surgido de la burguesía. Tiemblen los parásitos de este minuto que han sabido conservar los bienes que han sido frutos de la clase trabajadora, puesto que es ella y solo ella de quien debe sentir temor. Puesto que la conciencia de los oprimidos sabe muy bien en donde se nutre la esperanza y es en el esfuerzo colectivo, en el apoyo mutuo y en la inclaudicable belleza de perseguir el sueño de ver crecer en los que quedan aquellas aristas llenas de vida y que se encabritan hacia la emancipación de la humanidad. Ya lo dijo Marx: “Trabajadores del mundo uníos”.
Ahora bien, el ser humano debe adquirir conciencia para poder enunciarse que ·”No hay nada en que creer”, es decir, se debe de haber vivido todo, ¿es posible aquello? Vivir lo que se ha vivido e inclusive aquello que no. Una persona muy querida me invitó a presenciar un film de Frank Capra, “It’s a Wonderful life” aunque parezca menor el hecho no lo es, a menudo nos vemos enfrentados a vicisitudes en nuestra vida, pero nuestro instinto de supervivencia es mayor. Agradezco enormemente los gestos, los detalles, aquellas pruebas ineludibles que nos alientan a creer en un mañana mejor, aquel en donde las inequidades, las injusticias y los derroteros sin significación sean segregados de nuestra vida, puesto que creemos en el ser humano, pese a los esfuerzos inútiles por cargar nuestras piedras hasta la enorme cima. Algo nuestro trasciende en estas cuatro paredes de la existencia. Materialistas, conscientes, jugados por una idea que pronto será una acción, aquella que dará las luces a un mundo nuevo y mejor en donde el hombre se sienta dueño de su ser consciente y parte activa de las decisiones sin pedir la venia de un zángano que se alimente de los esfuerzos colectivos. Queremos la felicidad, el reino de la justicia y de la ciencia, la armonía universal en esta tierra, para eso luchamos y pensamos que nuestra vida es parte de una savia que aceita los engranajes de la existencia toda. Nuestro compromiso es ser una voz más de aquellos que no tienen voz, de aquellos que han caído en el letargo y en el inconformismo y la negación de no saber de si vale la pena o no vivir la vida, de si debemos o no creer en algo, la vida es una tarea que construimos diariamente en nuestro entendimiento y nuestras luchas internas así lo avalan. La esperanza nuestra se nutre de cada aliento de los desposeídos, de cada tarde en donde el frío escalda las espaldas de los menesterosos, de cada mano extendida para confraternizar con nuestro hermano que está en la miseria, de cada sombra, de cada oscuro ser, de cada hombre oscuro, que porta su luminosa estrella indescifrable y que es nuestra labor darla a la luz. Infinitos pechos reclaman el día en donde la verdad no tenga resabios de dictaduras ni de sobornos, ni de coimas ni de enjuagues partidistas. El nuevo día reclama purificación, catarsis y autogestión, no aquella masa infecta en donde se refocilan los parásitos de todos aquellos que des engrandecen este medio. Autonomía, libertad y conciencia revolucionaria. Estos son los pilares que nos llevarán a salvaguardar la naturaleza humana. El resto sólo es un paliativo de pan y circo para aquel que no siente el compromiso y que sólo intenta ser un vasallo o un buen peón de un sistema anquilosado y rancio.
Somos parte de un medio, nuestra voz debe ser escuchada, si tienes voz escucha tu conciencia. Quizás sea más clara en enunciar lo que dices sin pensar. Procura siempre salvaguardar los caminos del que sufre y no claudica, ese es el camino verdadero. No lejos de ti se encuentra otro que sufre quizás más que tú, ser solidario sólo implica ser justo, hermanable y consciente, no te detengas en credos, ni en naciones, sé internacionalista, pues no existen barreras para el bien común.
Si existe algo en que creer, es en la conciencia de nuestra humanidad, que pese a todos sus designios se levanta y piensa y no claudica. La maravillosidad de la vida nos espera, y simplemente deseo que de algo nuevo se nutra tu esperanza.