viernes, 13 de junio de 2008


INTERESES CREADOS

Parece un tanto extraño, hoy en día, conseguir y reconocer muestras de desinteresada probidad cuando en vertiginosa carrera individual la gran mayoría de las personas no se detiene ni siquiera por un segundo a pensar en el problema del otro y más importante e inquietante aún a actuar en beneficio o ayuda de aquellos a quienes la vida les ha negado una oportunidad en donde puedan desarrollarse íntegramente. La pregunta que surge en torno a esta cuestión es ¿por qué siendo cada uno de nosotros seres racionales, podemos permitir que estos problemas de carácter social sigan y perduren a través del tiempo? Al parecer no todos se sienten lo suficientemente comprometidos con el problema que afecta al otro, es más, muchas veces algunos actúan aparentemente de manera inconsciente, despojando inclusive de su dignidad a algunos seres humanos y hermanos. Tal es el problema de la explotación, que la sociedad avala, que la ley sostiene y permite en la permuta de mano de obra, trabajo y salarios de miseria, ya que a nadie o a muy pocos les importa la calidad de vida que lleva el que está al lado. Más aún, problemas ingentes sólo presentan una risa socarrona de aquellos que detentan el poder “el resto que se joda”. Esa es la verdad con la cual debemos convivir cada día. Sí, el sistema avala a aquellos que detentan el poder, ya sea de la economía, de la información y de todos los recursos que por siglos se han adueñado.
Cuando precisamos cariño, nos dan con el látigo de la cruda realidad diciéndonos que no caigamos en sentimentalismos, que nos ocupemos por conseguir lo que queramos, exacerbando nuestro individualismo, consume, consume, vive cuanto más puedas, reviéntate en tu trabajo. ¿Qué resta para aquel obrero que se desgasta? ¿para aquella mujer que se saca la mugre lavando o cosiendo ropa ajena, vendiendo en la feria? A aquellos le hacemos la vista gorda, ¡Que se las arreglen como puedan!
Cuántos no andan por ahí sufriendo lo mismo o más que otros y que se las deben tragar porque su sueldo de miseria no alcanza para cubrir ni siquiera un tratamiento psicológico, de seguro ahí tenemos potenciales homicidas, pero a quién culpar. Claro, era un golpeador, que más se podría esperar pero ¿por qué?, Cuánto cubría su seguro de salud. Los problemas mayores de nuestra sociedad están hoy en día en el ámbito de la psiquiatría y la sicología, pero muchos no pueden sanearse, por qué, porque simplemente aquello resulta una perogrullada para burgueses, de qué manera canalizan sus problemas los obreros que llegan a casa después de una extenuante jornada y en donde ven que las cosas no andan para nada bien, que la leche, que falta esto y lo otro. Carencias, carencias que intenta cubrir este sistema con rostros bellos y sin problemas, un placebo para aturdir las conciencias de quienes ya vienen aletargados por todo el ruedo de recriminaciones de que son partes en el trabajo cotidiano. A quién culpar. La respuesta es clara. No es la esposa que se queja, no es el niño que grita pidiendo lo que ve en televisión, ni el padre que se recuesta cansado de tanto fermento en donde se revienta su cerebro que se llena de helmintos. Sólo es la verdad de una realidad que no queremos aceptar y menos ponerle coto, pues el día en que podamos despertar y liberarnos del cansancio que nos procuran las doce o quince horas de trabajo cotidiano, el día en donde dejemos de reproducir los mismos errores que nos muestra las casta de gobernantes como algo que no es más que un pequeño problema que se puede solucionar con voluntad, no estaremos libres de aquel temor que nos procura la miserable realidad que nos aliena. Nuestra vida es una mierda. Eso lo aprendí de una persona hace muy pocos días y parece que la respuesta sería reeducar a toda nuestra imperfecta sociedad. No lo creo así, pienso que sólo se debe destruir esta corrupta red de sistema que nos tiene enfrascados en la miseria en donde solo los muchos seguirán hambrientos y carentes y en donde unos pocos sabrán del goce que les procure lo que la mayoría haga por ellos. El trabajo de todos puede ser y es el peor enemigo de todos aquellos quienes se descrestan por alimentar a los parásitos que sólo profitan de los ideales y quimeras que sin duda no serán nunca realidad si no nos damos el trabajo por hacerlas efectivas.Así, los intereses creados surgen de la cercanía de quien quiere creer aquello que muestra una sólida luz de falsas promesas, algo así como un oasis en medio del estercolero. Pero algunos piensan (me incluyo) que existen verdades que son demasiado potentes y que requieren de un tratamiento quirúrgico para sobrellevarlas, verdades dolorosas, verdades en donde los efluvios trascienden la propia vida y van a incrustarse en la vida del otro. A veces alimentamos esperanzas que no nos llevan a sitio alguno. A veces nuestras esperanzas juegan con nosotros. A veces las esperanzas son el único camino que tenemos para decir que al menos hicimos el intento, como en el Mito de Sísifo, esperamos no desesperar para no caer en el intento de suicidio, pues aún creemos en lo que nuestra naturaleza humana sea capaz de proyectarnos y... porque sin duda, amamos esta vida.

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