viernes, 13 de junio de 2008


DONDE TODO EMERGE

Desde abajo es el lugar en donde todo emerge y no hay que haber estudiado demasiado, ni ser un gran científico para darse cuenta de esto. Se necesita plantar una semilla para tener un fruto, alimentarla con agua día a día para verla crecer, darle sol. La naturaleza nos da pruebas de toda esta realidad que muchas veces no nos detenemos a presenciar. De vez en cuando atendemos a los animales que se reúnen en comunidad para salir adelante, pero aquello lo miramos por debajo del hombro o la más de las veces ni siquiera le prestamos atención. Nuestra naturaleza ha demorado millones de años en ser lo que es y sin embargo, prontamente la hemos estado colapsando.
No queremos darnos cuenta de que es en nuestro entorno en donde debemos concentrarnos, resguardando cada espacio para dejar algo a las futuras generaciones que algún día llegarán a habitar estos parajes.
Pese a ello, nos obstinamos en la fácil carrera de talar, asfaltar, cementar y colapsar nuestro medio, pensando simplemente en el bienestar inmediato que nos pueda procurar la venta de nuestro espacio, que ni siquiera es nuestro. Aún no comprendemos que somos pasajeros de este estadio que se llama vida. Necesidad de perpetuarnos, ambición de trascender en vida y en nuestra segura muerte se nos priva de la verdadera razón, que es el vivir.
Y siempre el hilo se ha de cortar por la hebra más delgada. Así, como bandidos que somos, negamos los verdaderos derechos en los cuales se sustentan los principios del ser humano. Sí, aquellos principios de quienes consciente o inconscientemente resguardan mejor el patrimonio de nuestro entorno.
Obstinados en producir, en consumir, en ganar, nos hemos olvidado y enceguecidos ante quienes se han sacrificado por producir, por generar recursos y dar fuentes laborales a nuestra tierra. El peón, bracero o jornalero que se revienta el lomo día a día produciendo es la pieza menos tomada en cuenta de todo este engranaje y por decir lo menos aquel quien vive más alienado y profundamente colapsado entre deudas, miseria y podredumbre en nuestro medio.
Algunos señores de terno y corbata nos hablan desde su púlpito con la grandiosa voz de profetas, diciéndonos que el salario mínimo es digno para nuestra clase trabajadora. Y yo me pregunto ¿Cuándo estos señores se han puesto un mameluco o han revuelto la mezcla para levantar una casa?¿Saben siquiera ellos, lo que cuesta alzar cuatro paredes dignas? ¿Si ni siquiera conocen el concepto de dignidad? Pero en este mundo del revés, en donde los pocos crápulas que rigen nuestro medio se contentan con dar paliativos que no producen más que estériles resultados, sólo pueden mostrar su rostro de inmundicia que a ningún lugar nos ha llevado.
Sumido entre las profundidades de la tierra, el obrero levanta nuestra tierra, ha desbrozado vías, para que sólo unos cuantos vivan en el disfrute de las recompensas que la tierra engendra. Nuestra tierra de riquezas ha sido saqueada por estos señores que lo único que han hecho, y seguirán haciendo mientras no sean arrancados de sus sitiales, es aprovecharse y alimentarse a costillas del trabajo de otros, de los más, de la masa trabajadora, que duerme inactiva en la espera de tiempos mejores, que solo podrán venir al amparo de una verdadera transformación que dicte el camino en donde germine la verdadera sabia, esa que surge desde abajo, desde donde todo emerge.

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