miércoles, 11 de junio de 2008


¿DE QUÉ SE NUTRE LA ESPERANZA?

Hace ya bastante tiempo, cuando aún estudiaba, encontré en los campos de la universidad a la cual asistía una tapa de botella de pisco, no sé qué circunstancia me llevó a tomarla, si mal no recuerdo estaba a mis pies y mientras conversaba con un compañero y amigo me dediqué a moverla entre mis dedos, pasó media hora y seguía con la tapa en la mano, de pronto la miré con detención y cavilé por unos minutos de silencio que ésta sólo era una más de las botellas que habrían abierto otros compañeros de quizás qué carrera, quizás cuánto tiempo debió de haber estado en el suelo, quizás qué conversaciones ayudó a amenizar aquel contenido que desde su interior llegó al interior de otros quizás iguales a nosotros, quizás cuántos secretos logró liberar aquella caja de Pandora, que ya era una prueba del pasado pero que algo de ella quedaba en aquel presente que ahora es sólo un recuerdo. Logré limpiar la tierra que estaba adherida a aquella tapa, mis dedos se llenaron de tierra, la conversación con mi amigo seguía su curso, luego él fue al baño y contemplé una vez más aquel pequeño recuerdo que había encontrado, para descubrir que alguien se había dado el trabajo de escribir de manera circular sobre ella el siguiente mensaje: “Ya no hay nada en que creer”.
Al volver del baño mi amigo le mostré el hallazgo y éste concluyó, seguro que es otro desencantado que las vende de maldito.
Aquella tapita aún puebla mi recuerdo, no sé si tendrá mayor sentido porque al parecer es lo más inútil analizar la tapa de una botella de licor, pero para mí el punto no es ese. Ni siquiera puedo recordar de qué cosas hablábamos aquella tarde, pero han transcurrido casi diez años y aquel enunciado aún persiste en mi memoria. No sé por qué, pero fue como un verdadero golpe a mi conciencia. Pensé por un tiempo que quien lo escribió estaba pasando por un mal momento, era lo más lógico, que producto de la ingesta habría garrapateado aquella frase, que se sentía al margen de todo aquel sistema en el cual se veía inserto, que solamente necesitaba canalizar su rabia. Muchos hacen lo mismo golpeando a sus mujeres o hijos, o bien entregándose a la bebida.
Pronto aquel recuerdo se fue cubriendo de otros más inmediatos que prontamente se diluían por otros más necesarios y así hasta llegar a descubrir dentro de mi persona que deambulaba sin tener la mayor certeza de aquello en lo cual podría sustentar mi vida y de pronto zas, se apareció en un momento de mi vida aquella proposición “Ya no hay nada en que creer” fulguró el recuerdo, como en un palimpsesto fueron abriéndose las hojas de mi memoria, reescritas entre años monótonos y horas perdidas en donde guardaba conciente o inconscientemente aquella sentencia. Para aquel entonces había ya leído a varios escritores que abogaban por ideas llamadas “utópicas” siendo mis predilectas las del comunismo anarquista. Podría ahora señalar quizás que aquel que escribió era sólo un nihilista, un atormentado joven que transitoriamente se encontraba confundido, pero aquello no me contentaba.
En una obra de Albert Camus, El Mito de Sísifo, el autor señala que Sísifo se ve condenado a mover una enorme piedra hacia la cumbre de un monte, la cual rueda hacia abajo, esto durante toda la eternidad, lo cual significa que uno es parte de una inutilidad, la inutilidad de vivir, pero que sin embargo al llegar a la planicie, nuevamente se ve en el trabajo de volver a llevarla hasta la cumbre, tarea odiosa si se quiere y que desgasta. Pero entre aquel intertanto de bajar la cumbre para volver a elevar la roca el hombre piensa, ahí es donde está el quid del asunto, puesto que somos herederos de un absurdo, aquellos que cuestionamos la inutilidad de nuestra existencia, que no tiene mayor sentido nos decimos, debemos de seguir parados en esta tierra y hacemos lo que nos parece mejor para mejorar la existencia de nuestra humanidad. Presumo que aquel atormentado seguirá viviendo su miserable existencia, llena de ruindades y oscurantismo o bien haya mejorado su estado de ánimo y sea padre de familia, ame a sus hijos y quizás ya no escriba mensajes en tapas de botellas. Bien puede haberse pegado un tiro, lo cual no solucionaría nada, pues su vida habría concluido y todo seguiría tal cual, porque sólo sus amigos de aquel minuto tal vez lograron leer aquel mensaje y quien escribe.
La pregunta que me surge en este minuto es de qué se nutre la esperanza... Cada uno es dueño y portador de un sueño, de una idea, que la mayor de las veces tiende a ser beneficiosa a nuestra sociedad, entendiendo por sociedad aquel contexto en el cual cada uno pueda hacer posibles sus aspiraciones. A menudo no encontramos cabida para hacer posibles estas aspiraciones y la frustración se apodera de nuestra esencia. Siempre existe un ser disociador que nos avasalla, que nos reprime, que nos cuestiona y nos desprecia. Eufemismos para tales están a la orden del día, llamémosles: rutina, autoridad, gobierno. La mayor de las veces el ser humano se ve condicionado a hacer lo que otros que rigen esperan que se haga, y mejor aún cuando es rápido y sin costo. Así nos alejamos del compromiso, la autonomía y el libre acuerdo por llevar a cabo lo que cada uno desea hacer para conseguir plasmar sus logros y ser una persona íntegra. Sumidos en el vendaval de las obligaciones que nos se complementan con los deseos el ser humano marcha dando la mitad de su verdadera esencia.
Olvidamos la esperanza, nos alienamos en el cumplimiento de deberes que se nos imponen, denostamos a los soñadores y educamos a un sin fin de autómatas que deben aprender obligaciones y mutilar toda creatividad que pueda nacer de cada uno de ellos. Condicionamos.
¿De qué se nutre la esperanza? Podrán reír algunos, los señores burgueses que esperan que todo les sea dado en bandeja, aquellas sanguijuelas que profitan incansablemente del trabajo de todo un ruedo de brazos que se descresta por conseguir logros y mejorar la sociedad. Aquellos que creemos en la justicia, en el verdadero sentido de grandeza que llevará a nuestra sociedad a encumbrarse por los caminos en donde las nuevas generaciones puedan esculpir con dignidad los nombres de sus antepasados dejando una prueba indeleble del compromiso en donde los principios de 1789-1793 fueron el gatillo para mejorar la condición de la existencia humana. Aún cuando aquella triada halla surgido de la burguesía. Tiemblen los parásitos de este minuto que han sabido conservar los bienes que han sido frutos de la clase trabajadora, puesto que es ella y solo ella de quien debe sentir temor. Puesto que la conciencia de los oprimidos sabe muy bien en donde se nutre la esperanza y es en el esfuerzo colectivo, en el apoyo mutuo y en la inclaudicable belleza de perseguir el sueño de ver crecer en los que quedan aquellas aristas llenas de vida y que se encabritan hacia la emancipación de la humanidad. Ya lo dijo Marx: “Trabajadores del mundo uníos”.
Ahora bien, el ser humano debe adquirir conciencia para poder enunciarse que ·”No hay nada en que creer”, es decir, se debe de haber vivido todo, ¿es posible aquello? Vivir lo que se ha vivido e inclusive aquello que no. Una persona muy querida me invitó a presenciar un film de Frank Capra, “It’s a Wonderful life” aunque parezca menor el hecho no lo es, a menudo nos vemos enfrentados a vicisitudes en nuestra vida, pero nuestro instinto de supervivencia es mayor. Agradezco enormemente los gestos, los detalles, aquellas pruebas ineludibles que nos alientan a creer en un mañana mejor, aquel en donde las inequidades, las injusticias y los derroteros sin significación sean segregados de nuestra vida, puesto que creemos en el ser humano, pese a los esfuerzos inútiles por cargar nuestras piedras hasta la enorme cima. Algo nuestro trasciende en estas cuatro paredes de la existencia. Materialistas, conscientes, jugados por una idea que pronto será una acción, aquella que dará las luces a un mundo nuevo y mejor en donde el hombre se sienta dueño de su ser consciente y parte activa de las decisiones sin pedir la venia de un zángano que se alimente de los esfuerzos colectivos. Queremos la felicidad, el reino de la justicia y de la ciencia, la armonía universal en esta tierra, para eso luchamos y pensamos que nuestra vida es parte de una savia que aceita los engranajes de la existencia toda. Nuestro compromiso es ser una voz más de aquellos que no tienen voz, de aquellos que han caído en el letargo y en el inconformismo y la negación de no saber de si vale la pena o no vivir la vida, de si debemos o no creer en algo, la vida es una tarea que construimos diariamente en nuestro entendimiento y nuestras luchas internas así lo avalan. La esperanza nuestra se nutre de cada aliento de los desposeídos, de cada tarde en donde el frío escalda las espaldas de los menesterosos, de cada mano extendida para confraternizar con nuestro hermano que está en la miseria, de cada sombra, de cada oscuro ser, de cada hombre oscuro, que porta su luminosa estrella indescifrable y que es nuestra labor darla a la luz. Infinitos pechos reclaman el día en donde la verdad no tenga resabios de dictaduras ni de sobornos, ni de coimas ni de enjuagues partidistas. El nuevo día reclama purificación, catarsis y autogestión, no aquella masa infecta en donde se refocilan los parásitos de todos aquellos que des engrandecen este medio. Autonomía, libertad y conciencia revolucionaria. Estos son los pilares que nos llevarán a salvaguardar la naturaleza humana. El resto sólo es un paliativo de pan y circo para aquel que no siente el compromiso y que sólo intenta ser un vasallo o un buen peón de un sistema anquilosado y rancio.
Somos parte de un medio, nuestra voz debe ser escuchada, si tienes voz escucha tu conciencia. Quizás sea más clara en enunciar lo que dices sin pensar. Procura siempre salvaguardar los caminos del que sufre y no claudica, ese es el camino verdadero. No lejos de ti se encuentra otro que sufre quizás más que tú, ser solidario sólo implica ser justo, hermanable y consciente, no te detengas en credos, ni en naciones, sé internacionalista, pues no existen barreras para el bien común.
Si existe algo en que creer, es en la conciencia de nuestra humanidad, que pese a todos sus designios se levanta y piensa y no claudica. La maravillosidad de la vida nos espera, y simplemente deseo que de algo nuevo se nutra tu esperanza.

1 comentario:

LA PROFE dijo...

Dos ideas: la primera es que la eseranza no se nutre, sino que se re-crea, se re-inventa en el ser humano que la piensa y la añora.No se nutre porque no se desgasta, ni adelgaza, ni ambiciona. No necesita hartarse ni satisfacerse. La esperanza espera, porque en su naturaleza está la paciencia y al fe en todo aquél y aquélla que la busca y que la añora.
La segunda idea: Sísifo no es el protagonista de esa historia, sino la piedra y la huella que surge de su acción. Cada vez que se sube y se baja en esta vida con una piedra que se deja caer y otra que se carga, exorcizamos miedos y fantasmas, los dejamos caer y vamos por otros que nos atormentan más que el absurdo de la tarea. Cada huella marca y distingue el peso, el volumen de nuestros pavores.
Perdona, pero esto me llamaba a gritos desde cada una de tus palabras.
Laura