viernes, 31 de agosto de 2007

LA SONRISA DEL CAIMÁN


Debo reconocer que la lectura de Dauno Tótoro me asombró por sobre todas las cosas, hacía tiempo que no leía una novela contundente, me apasionó la forma en que trataba a los personajes, en especial la figura de Clerence Jones y de Fabián, singulares si se les quiere llamar de algún modo. El policía siempre atento, siguiendo los pasos de su sospechoso amigo, inclusive sembró sospechas en mí. En primer lugar, pensé que era este tipo quien estaba al servicio de Hiendrich, pero el error fue posible, posteriormente, creí que el pobre de Fabián moriría sin derecho a pataleo, pero a pesar de todas las desventuras sufridas por Marco y sus amigos, Fabián fue el único que pudo en cierta medida compensar las ansias de todos los revolucionarios que intentaron desbaratar el sueño de quince años de un viejo nazi que seguía abogando por la purificación de la raza en busca de aquel Uebermensch.
Se dio la ilógica y se pudo volver a cobrar venganza dentro de los márgenes preestablecidos, todo ese relato, está impregnado de la más nueva y actual narración, teniendo en cuenta que nuestro autor es un personaje que ha recorrido todos aquellos meandros por los que hace gala de buena erudición. Dauno Tótoro, es conocedor del paraje en que se desenvuelve, y a pesar de todo aquello parece llevar un sello de amargura en sus relatos, la clara negación y el pensamiento de no poder lidiar en contra de las fuerzas que parecen aplastar todos aquellos sueños de solidaridad y de bienestar común que tanto necesitamos. Sin embargo, el relato lineal en la obra de Tótoro, parece estar pagado de situaciones que nos hacen ver por su sencillez y dulzura la poca humanidad de la que nos asimos sin concesiones, es ésta la que nos transporta hacia lugares de fecunda creatividad, pero todo este manjar de sensaciones no es sino una nueva forma de plasmar la literatura chilena, tan seudo densa y sin sentido que hemos visto por décadas, aún recuerdo los pasajes de algunos escritores sumidos en la corriente de la conciencia, que fuera todo un proceso, toda una época ( debo reconocer que todos aquellos autores que desarrollaron este monólogo interior: Joyce, Faulkner y Droguett, en nuestro interior, por dar sólo unos nombres lo hicieron con total maestría) pero ahora surge con nuevos bríos esta narrativa que nos lleva a reconocer un estadio que nos parecía perdido, el manejo de todo aquello que significa lidiar con las más puras fibras de la biología o de las técnicas de la narración más perfecta. Tótoro nos muestra una sociedad corrupta hasta los huesos y es él nuestro antihéroe de mil batallas, que lidia ante un sinnúmero de situaciones que parecen no tener un asidero en esta realidad, las imágenes de los personajes resaltan en un revuelo demente y nos angustia pensar si realmente el joven Fabián perdió la vida en su venganza iracunda o si aquello que menciona el encargado y corresponsal de Clarence es realmente cierto, el hecho verdadero es que al parecer siempre se antepondrá el poder lucrativo y la máquina de un sistema avalado por las cúpulas verticalistas de un poder que por mucho tiempo (por no decir siempre) se ha deleitado con la humanidad que ven en los pobres, el medio y motor para continuar con su engaño y darle un pequeño placebo a una sociedad que tanto necesita de todo.
De esta forma, vemos a través de todo el relato una maraña de corrupción y de manejo al servicio de poderes ocultos , sí, aquellos que gozan de impunidad y de recursos que surgen del sudor de aquellos que se tornan anónimos ante nuestros ojos.
Ahora bien, la problemática con respecto al personaje principal ( Marco Buitrago) nos revela la figura del antihéroe que manifiesta un pesimismo casi absoluto ante las situaciones y los poderosos contra los cuales se ve enfrentado, de partida uno podría pensar que él así como otros personajes no harían nada para resolver el problema de fondo que se le presenta, sin embargo, en su fuero interno, aquella luz de esperanza sigue titilando en medio de una oscuridad brumosa estilo Londres 1850 y que sostiene el deseo de mostrar y demostrarse que todo ese cúmulo de situaciones poco apoco se irán desmadejando en medio de una red que por momentos parece confusa y sin solución aparente, pero nuestro obstinado personaje sabe sortear todas esas situaciones límites que se presentan no sin ello desconocer el apoyo de ciertos dioses del olimpo que por momentos parecieron ayudarlo en su angustiosa tarea por la búsqueda de la verdad. Lugares: inhóspitos, sitios marginales, balas, golfas mulatas y jóvenes ávidas de carne tersa, lugares sórdidos, lujosos hoteles, cruceros, lanchas y yates, droga, muerte, suciedad y por último el deseo inefable que supera o sobrepasa la expresión porque todo aquello que siente y contempla cala en las fibras más hondas de aquel hombre que tiene conciencia e ideales, aquel hombre que busca la tranquilidad personal y ajena, que lucha y siente dolor. Aquel hombre que siente que todo aquello que realizó, no fue más que otra experiencia que debía ser vivida, el verdadero cambio revolucionario consiste en este caso en abrir las puertas y luchar por un ideal que es o parece ser concreto y que está al alcance, todo cambio substancial surge de las manos que quieren cambiar lo establecido en pos de una sociedad más justa y humana.Por eso, La sonrisa del Caimán, de Dauno Tótoro es una novela que merece ser leída por todas las personas que gusten del relato policiaco, densa, casi espumosa, un dejo de Bukowski y una nostalgia que por momentos nos recuerda al obstinado y terco Heredia de Ramón Díaz Etérovic.

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