viernes, 31 de agosto de 2007

NICOMEDES GUZMÁN Y SU OBRA



LOS HOMBRES OBSCUROS

Ésta, la primera novela de Nicomedes Guzmán, escrita entre 1937 - 1938 y publicada en 1939, a la edad de veinticinco años, recordemos que el autor nació en 1914, es dentro de su producción una de sus mejores obras.
En ella, se relata la vida de un lustrador, Pablo Acevedo, quien vive en un conventillo, este pequeño mundo suburbano, es donde se concentra toda la fuerza de su narración.
Dentro de este espacio, podemos presenciar la prosecución de acontecimientos que son aquellos que nutrirán el mundo del autor. Desde un inicio, y en un tono más intimista al que viéramos en González Vera, nos acercamos a la vida del protagonista, quien nos da un recorrido, y nos muestra a través de sus imágenes la dependencia en la cual habita, sin duda, un lugar plasmado de miserias y amarguras, dentro de las cuales la tragedia cubre con su densa manta las vidas misérrimas de sus moradores.
A través de una descripción llana e inteligible, el personaje nos adentra en su mundo, en donde viven todos aquellos seres que comulgan y experimentan las vicisitudes de la amargura y el duro vivir de aquellos que poco o nada tienen y que sienten como todo ser humano, las mismas inquietudes que cualquier otro: amor, anhelos, cariño, odio, celos, desgano y desilusión (ante la vertiginosa rueda del sistema capitalista que consume sus vidas en el día a día del trabajo explotador que lacera sus pulmones, sus anhelos y esperanzas).
Casi sin darnos cuenta llegamos a las fibras más íntimas del protagonista, quien se ocupa por mostrarnos a cada uno de los personajes que mora dentro de aquel arrabal, llegamos a hacernos parte de sus aflicciones, a comprender su pensamiento, a olfatear las miserias y la humedad en la que pueblan y viven, en medio de ese rincón olvidado por todos. La situación del joven Pablo es un tanto expectante, se siente cercano a los ideales revolucionarios, la mayor parte de los hombres que pueblan aquel conventillo son obreros comprometidos con la causa reivindicativa por los derechos de aquellos parias explotados. Obreros sindicalizados, trabajadores ferroviarios, mujeres que son tan obreras como los hombres, lavando ajeno, curtiendo sus manos en medio de la lavaza. En un primer momento notamos en el protagonista aquel deseo de observación, de aprendizaje, siente el ímpetu por ayudar, por solidarizar, pero se mantiene en un estado distante. Escucha a los obreros con los cuales se encuentra en un café, ellos discuten con total claridad la situación del proletariado, hacen alusión a los mítines del año veinte, se enarbola una preciosa apología en pro del poeta José Domingo Gómez Rojas, quien fue encarcelado y torturado y como consecuencia de todo aquello enloqueció y murió, dando su vida por la clase trabajadora. Sentido homenaje de aquellos que nunca lo olvidaron y que nunca lo han de olvidar.
En medio de esta discusión, de la cual el protagonista sólo participa como oyente, se van desgranando por medio de los oradores sendas defensas de posiciones con respecto a la realidad de aquella época, por un lado Robles, un trabajador que había dado años de lucha por la causa revolucionaria se muestra y hace notar su desencanto, en cuanto al llamado a unidad de los trabajadores, una especie de nihilismo pareciera incrustarse en su discurso, mientras que su compañero González, el ferroviario ve que la clase necesita de la unidad y de la fuerza que sólo el mismo proletariado puede infundir a la lucha que se ven llamados. La situación es tensa por momentos, cada uno de los hombres esgrime sus razones, que no dejan de ser alejadas de la realidad, por un lado Robles le señala a su compañero que mientras son pocos los que se desgastan ¿qué ocurre con el resto de los trabajadores al momento de actuar? Nada. Se responde. González por su parte le señala que cada uno está llamado a contribuir en lo que significa la causa. Ambos gozan de cierta razón, sin duda. Ambos hablan de experiencias vívidas, que hasta el día de hoy tienen y mantienen a la clase obrera en un estado de cierta quietud. El trozo recuerda en cierto momento a algún opúsculo de Errico Malatesta, que bien podría ser En el Café o Entre Campesinos.
A la luz de las discusiones, Pablo siente ese deseo de expresarse, sin embargo, la experiencia de aquellos dos obreros termina por opacarlo y calla.
Surge la figura de una mujer, Inés que viene a traer al protagonista la inquietud que significa el amor. Uno de los primeros encuentros se produce en el conventillo, en la fiesta que da un viejo para celebrar su onomástico. Sin muchas ganas de seguir al viejo, y más por compromiso que por deseo, se allega a la casa de éste y en aquel lugar queda obnubilado ante la presencia de Inés, que es cortejada por un “colorín” que acecha a su presa sin darle tregua. El joven observa, siente celos, pues dentro de sí se ha enconado aquella raíz de la cual no podrá jamás desprenderse y que traerá aparejada un sinnúmero de situaciones que nutrirán la novela.
Más allá de hacer un comentario de cada uno de los momentos que desarrolla el relato, es preciso centrarnos en la relación de Pablo e Inés que pese a todo, es el nudo que une de modo más fuerte esta obra.
Inés, es una joven trabajadora, una muchacha que siente en su piel el calor de la primavera, Pablo la corteja, conversa con ella, su belleza lo deslumbra, la admira. La joven, en alguna situación lleva sus zapatos para que él los lustre, el joven presiente que algo nuevo se gesta en el corazón de aquella hembra así como en el suyo. No contento con lustrar sus zapatos, va remendando el cuero de uno de ellos, la joven va a buscarlos, lo mira, se miran, le agradece y le tiende una moneda, él, orgulloso, la rechaza, pero luego la acepta, es el juego de los nuevos amantes. Poco a poco, en ambos comienza a crecer ese lazo que sólo separará la muerte.
Entre la cotidianeidad de sucesos que atiborra el conventillo, la muerte no se muestra lejana. En una de sus piezas vivía un viejo alcohólico, bonachón y viudo que había sido uno de los forjadores de una organización gremial, era un viejo pequeño, gordo, que cada vez que se emborrachaba llenaba de dulces y caramelos a los niños que vivían en ese particular recinto. El viejo murió, quizá de pena, de soledad o de desesperanza, lo cierto es que ante este acontecimiento todos los moradores sintieron la perdida que produce la partida de alguien que sacrificó gran parte de su vida al movimiento obrero.
Ante esta situación, es necesario hacer un paréntesis, ya que aún hoy en día mueren hombres nobles y entregados a una causa de la cual sólo son instrumentos, llenos de abnegación, y la mayor parte de las veces no existe tal reconocimiento, son ignorados en su lucha, el recuerdo lentamente decrece, cae y el olvido tiende su voz de espanto en la riqueza de una vida que se lleva el viento y la tierra. Por esos hombres, por los olvidados, por todos los trabajadores que han entregado años y años de sacrificios, es necesaria la lucha, la lucha vindicativa, cimiento y voz de los postergados.
Sucesos tras sucesos, la obra se va llenando de desgracia. Un número significativo de personas llega al conventillo, provenientes del norte salitrero, familias pobrísimas, entre ellas la Gringa Pobre con su hijo, que representan a una casta más baja en cuanto a sus valores, que bien podría ser tildada de lumpen proletario. Todos ellos vienen a engrosar el cúmulo delos renegados que pueblan las áreas más suburbanas de nuestra realidad social, hecho que aún no concluye.
Así como el gallo canta todas las mañanas y el sol vuelve a brillar sin exclusión para nadie. El conventillo reanuda su curso cada día, Pablo sigue los pasos de su amada Inés, quien se enferma siempre un poco más, esa tisis que carcome sus pulmones en el silencio de su interior, se niega a ser víctima, vive cada hora en el silencio que engrandece a quienes pueden luchar desde aquel lado peor de su costado, esto representa en ella una muestra de lucha por el deseo de vivir. La tos y la hemorragia callada, la dulzura de una mirada enriqueciendo una vida, su amado, quien no pregunta por no llevar más aflicción a aquel pecho, sin embargo, se duele, se muerde, se silencia, se reprime, esa es la realidad que lo ha acondicionado, ese es el sistema en el cual se mueve y vive.
La vida sigue su curso, el amante vuelve a los pasos siguiendo el aroma que rocía su mujer, sin el beneplácito de los padres de la muchacha, los jóvenes consuman su amor en el Hotel la Marina, viviendo un minuto de alegría que sellará por siempre aquel amor puro que se han confiado.
Posteriormente, viene la persecución en “pro de la limpieza”. Muchos hombres, mujeres y niños son llevados a desinfectarse de piojos y bacterias al Regimiento Cazadores, lugar habilitado para dicho proceso, todo resulta ser una humillación. Son llevadas familias completas a una desinfectación, en la cual se hace abuso de los derechos más íntimos del ser humano, todo ello movido por aquel afán del gobierno por extirpar los piojos de la sociedad, lo que trae aparejada la muerte de muchos que son acarreados hasta aquel recinto. ¿Quiénes son los piojos en sí? ¿Con quién se pretende acabar? Son preguntas que surgen de la lectura en cuestión.
Inés muere, la tuberculosis ha vencido toda su lozanía, Pablo siente esa perdida como parte de su muerte misma, en el ínter tanto ha muerto un gran número de personas que habitaron el conventillo, entre ellas la madre de su amigo Robles, la muerte ronda el lugar. La angustia, las vidas.
Su amigo Robles le ha ofrecido un trabajo en una empresa, el paso del tiempo y el recuerdo vivo, lo hacen sentirse más hombre y más comprometido en la carrera por la revolución.
En una de las últimas conversaciones se apela a la cultura, a la falta de conocimientos que presenta la clase trabajadora. Ante esto, debiera surgir la necesidad de educar e incentivar la creación de la cual está provista la masa proletaria, ya que en la realidad ésta sólo muestra una intuición e instinto, sin objetivos claros, sin muchas proyecciones ni aquel asidero que las contenga. Para ello, es necesario que dentro del mismo conglomerado surja aquel deseo por allanar y encauzar ese camino, sin prejuicios ni egoísmos, los cuales llevarán al hombre a ser un ente autónomo lleno de esperanzas y prontos a acciones que puedan llevar a cabo esa sociedad esperada por mucho tiempo, y por muchos desposeídos, dejando de lado aquella sociedad burguesa y corrupta, viciada, que maneja los hilos de la sociedad actual sumiendo al grueso de la masa en una automatización de la cual ni siquiera muchas veces tiene el tiempo de enjuiciar ni darse cuenta.
Con esto sella la obra nuestro autor, sin duda, una verdadera apología a la clase trabajadora, fermento en donde se incuba la verdadera esencia revolucionaria, lo cual se evidencia claramente en las citas que a continuación señalamos:
“Las autoridades son una pura mierda” y “El porvenir de la humanidad nace desde abajo.”
Estos, resultan ser dos aciertos incuestionables. Es necesario conocer, llegar a las fibras más íntimas de lo que somos, toda experiencia es aprendizaje y esta novela, en su esencia alberga todo un espectro de situaciones, sucesos y acciones que nos llevan a mostrarla como una de aquellas obras que se destacan dentro del ideario de los escritores de esta tierra, tan olvidadiza de su historia, y de sus consecuencias.
Por otro lado, surge la necesidad de hacer hincapié en las canciones que se mencionan dentro de la novela, la mayor parte de ellas conocidas por aquel que tenga un bagaje mínimo dentro de la cultura folclórica de nuestra sociedad, así podemos recordar temas como el Canto a la Pampa de Francisco Pezoa: Canto a la pampa, la tierra triste, y muchas otras como el : Hay un pájaro verde allí en la esquina..., o alguna otra de carácter menos folclórico, y mayormente politizada, como: Agrupémonos todos. Así, este es el mundo iniciático que creó Nicomedes Guzmán y del cual nos ha dejado una simiente que pueda ser el alero de las nuevas generaciones.
Manuel Rojas, en su Breve Historia de la Literatura Chilena, nos dice respecto a la obra de este autor: “ Obra que describe tipos de bajos fondos y tendencia política. Constituyó un éxito. Su lenguaje estaba de acuerdo con sus personajes... En suma Los hombres Obscuros, donde hay menos política y más adecuado lenguaje, es su mejor obra. Allí, Nicomedes Guzmán relata uno de los idilios más tiernos y conmovedores de nuestra novelística; lo sitúa en un conventillo, lo hace animar por dos muchachos de miserables condiciones de vida y de trabajo y le coloca el agitado trasfondo de la insurgencia proletaria”. Cita ampliar.
Ante el juicio de Nicomedes Guzmán, uno de nuestros grandes narradores, debemos decir, que la obra de éste, si bien es una de las mejores de su producción, como señala Rojas, no por ello deja de tener gran valor el resto de su obra. Muchas veces el lector no hace hincapié en la forma, en la estructura, en el lenguaje y esto lleva aparejado el deseo de inmiscuirse hasta lo más hondo en el deseo que pretende proyectar el autor, lo cual motiva a impregnarse en la obra, tal cual es, con su lenguaje, con sus aciertos y sus defectos que sin lugar a dudas los tiene, pero su contenido sigue manteniendo la vigencia y trascendencia que cada obra que se precia de ser tal, debiera tener.

Ver:
Guzmán, Nicomedes, Los Hombres Obscuros, Empresa editorial Zig-Zag, Sexta Edición, 1964, Santiago, Chile.Rojas, Manuel, Breve Historia de la Literatura Chilena, Empresa editorial Zig-Zag Primera Edición, 1964, Santiago, Chile.

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