jueves, 19 de abril de 2007

JORGE TEILLIER Y LA PROXIMIDAD EN SUS LECTORES


JORGE TEILLIER Y LA PROXIMIDAD EN SUS LECTORES

El poeta no se propone ser un personaje privilegiado dentro de las letras, es por ello que la más de las veces se ampara y se oculta en un lugar casi inaccesible, lo cual no significa que no lleve una vida como cualquier otro individuo común y corriente que deambula por las calles sin aspiraciones de trascendencia y menos, sintiéndose profeta de la humanidad, pretendiendo salvarla de la lenta o vertiginosa realidad que le depara esa misma cotidianeidad que él embellece, realza o simplemente proyecta.
El poeta sólo intenta expresar una posible realidad, la cual no es, pero que podría ser y que se sustenta en una actitud vital, que la vorágine pareciera no percibir o peor aún, negar. Dentro de esta posible y necesaria actitud frente a la vida, el poeta se presenta como el artífice de un espacio que no tiene espacio en este espacio, pero que fuera de toda duda debiera ser, es por ello que su necesidad prioritaria es la CREACIÓN, cuando comprendemos que el término creación implica hacer, nos damos cuenta que aquellas palabras reflejan una realidad que espera ser descubierta por muchos o por pocos. Es por ello que la comunión, aquel momento en donde el mensaje entra en contacto con el lector de la obra poética se torna una verdad, un especial vínculo que aflora entre lector y poema que muchas veces pareciera que quien lee, sintiera que aquello que sus ojos y labios van siguiendo con curso natural pareciera que fuese un Deyavou. Es el momento en el cual sentimos o pensamos que un poema, un verso, una estrofa, una entonación nos interpreta como si nosotros mismos lo hubiésemos escrito, o más simplemente, como que algo dentro de esto que no necesariamente sea un hecho, forme parte de nuestro contexto o lo haya sido en algún momento, o pudiera serlo.
El nexo se produce por la complicidad que surge entre la obra y el lector y como es sabido, una cosa lleva a la otra y saz, no nos damos cuenta cuando ya entramos de lleno en el mágico mundo de las palabras, que representan esa actitud vital, que sostiene y mejora la vida, esa vida que antes fue cotidiana rutina.
Así, dejamos que aquellas palabras penetren en nuestro universo, nos enriquezcan y nos cobijen de aquel desamparo, llenando nuestras carencias, enseñándonos a vivir y a percibir el mundo dentro de un nuevo espacio.
La tarea de Teillier parece ser la de un ser preocupado, que no se duerme en los laureles de la obra escrita, sino que se logra introducir en la esencia de aquella palabra que surge como un rayo incesante que por momentos pareciera fulminar la impresión de quien logra capturar aquella esencia, que fugaz, pareciera perdurar eternamente en los más condensados y sencillos versos que caen y crepitan en la conciencia atropelladamente, ordenándose para ser prontamente parte de un juego que se encabrita hacia los lugares más recónditos del pensamiento de quien los hace suyos.
Cada una de aquellas sensaciones y percepciones del poeta revisten un cuerpo que se nutre de historia, de recuerdos, de reminiscencias que pronto afloran y dan vida en el interior de su receptor. Una, dos o varias lecturas nos hacen retroceder en nuestra historia, viajar a nuestra infancia, redescubrir las viejas lecturas, pensar una y otra vez en aquello que el verbo o la palabra encierra, como un juego en donde se concentra un laberinto del cual ya no se puede salir. Laberinto hermoso. Caleidoscopio. La lectura es parte de este mágico mundo, en donde nos arrellanamos y solazamos para descubrir aquello que el tiempo no nos dejó descubrir o que simplemente se cobijó en nosotros y que lentamente fuimos perdiendo por la razón involuntaria de seguir existiendo. He ahí la labor del poeta. Darnos las claves para poder hacer el alto en el camino y como decía Drummond de Andrade, aquella piedra con la cual uno se tropieza en el camino. Sí, en el camino de quien lee. En el camino de quien se siente cercano a aquel mundo en donde se puede salvaguardar un mundo mejor que este mundo, un mundo de espacios pretéritos, futuros que es nuestra necesidad de ir construyendo en cada lectura, en cada conversación, en cada recuerdo, en cada mirada hacia la infancia, para revivir la memoria colectiva o particular de todo aquel quien se siente llamado a vivir la vida de un modo completo, bello y perdurable. Sobre todo en este tiempo en donde nos replegamos en nosotros mismos, en donde nos alienamos y consumimos en la inconsciencia absurda del querer tener, de la cosificación. El poeta abre su ventana, muestra su visión de mundo. Pareciera que algunos, los profetas, los dueños del medio apuraran los fermentos repulsivos que el entorno nos ordena y absorbe sin tener reparo alguno, apremiando a los que repentinamente tienen ciertos atisbos de conciencia, degradándolos, mostrando el rostro más turbio de la naturaleza de quien escribe, tildando al poeta de iluso, idealista, maldito o borracho.
Para aquellos que no han sabido buscar las claves de una vida sincera resulta sencillo arrojar las pedradas, resulta fácil denostar o llenar de prejuicios a aquel que opta y hace su elección por el camino más difícil, aquel en donde el individuo se proyecta solitario o marginado del sistema mismo en el cual se desenvuelve.
Si dejáramos de lado todos estos prejuicios, quizás podríamos degustar con mayor pasión aquello que esconden las palabras, aquellos sabrosos panes que nos entrega, quien se concentra o se inspira para que nuestra realidad sea más soportable o posea el sentido de la belleza y felicidad que tanto nos hace falta por estos días. No puede ser más verdadero aquello de buscar la belleza en las sencillas palabras de un poeta inspirado, aquel que se contenta haciendo relucir el brillo de las palabras que el tiempo ha horadado para darles nueva vida, en la evolución de esta sociedad que cada día involuciona más y más, de seguro no es tarea fácil encontrar en estos momentos el instante adecuado para beber y libar la ambrosía de las letras que nos pueda procurar un libro.
Teillier nos dejó un legado, del cual muchos quisieron hacer la vista gorda, pero así como ellos también existen otros que intentamos salvaguardar aquella memoria que tanto nos procuró y lo cierto es que en cada rincón se oculta la verdad, aquella que respiramos, que experimentamos y que es tarea de todo poeta o no poeta expresar para que el tiempo y la bellaza de esta vida junto a toda su experiencia no haya sido en vano.

2 comentarios:

Unknown dijo...

" y tú quieres oir y tú quieres entender y yo ye digo: olvida lo oyes lees o escribes.Lo que escribo no es para ti, ni para mi, ni para los iniciados.Es para la niña que nadie saca a bailar,para los hermanos que enfrentan la borrachera y a quienes desdeñan los que se creen santos, profetas o poderosos" Esto es Teillier, una voz para cuestionar el vil aburguesamiento de la poesia.

Unknown dijo...

" y tú quieres oir y tú quieres entender y yo ye digo: olvida lo oyes lees o escribes.Lo que escribo no es para ti, ni para mi, ni para los iniciados.Es para la niña que nadie saca a bailar,para los hermanos que enfrentan la borrachera y a quienes desdeñan los que se creen santos, profetas o poderosos" Esto es Teillier, una voz para cuestionar el vil aburguesamiento de la poesia.