jueves, 19 de abril de 2007

BUSCANDO AL GUARDIAN PERDIDO ENTRE EL CENTENO




¡Maldito dinero! Siempre acaba amargándole a uno la vida!


Fue por octubre o noviembre del 2005, que mi único amigo me recomendó la lectura de El Guardián entre el Centeno, de Salinger. Inclusive, me facilitó la novela, sin temor a verla por última vez (no porque no la quisiera, sino porque era pirateada) Ahí quedó, en los anaqueles de la biblioteca, empolvándose. Pasaron los meses, me enemisté con mi amigo, por el mes de agosto del 2006. Aún no volvemos a hablarnos. Qué vientos le correrán, no lo sé. Lo que sí sé es que hace un par de semanas atrás, me dediqué a buscar el libro en cuestión, no lo encontré. Vino el tan esperado cambio de casa. Hacer cajas con libros, sellar, abrir, ordenar, etc, etc, etc. El famoso libro no aparecía, no aparecía y no aparecía. Menos mal que ya no me pedirá su libro el pichón de poeta, porque jamás apareció. No hubo caso. Se perdió como se pierde un indigente en una sociedad vertiginosa y terriblemente poblada. Oleada, tras oleada hasta que todo se cubre de olvido. Será que fue descuido, será que fue desinterés, no lo sé, pero como decía anteriormente, en aquel momento mientras lo buscaba me surgió repentinamente el interés de leer el maldito libro. Era como una maldición, como un amor desesperado y no correspondido. Al no poder encontrarlo, me vi en la necesidad de salir a comprarlo, y qué mejor que esperar el fin de semana y adquirirlo en la feria persa. Revolví toda la casa un miércoles, el jueves la ansiedad me fulminaba, el viernes ya no me quedaban uñas esperando el sábado. Soy un pobre diablo obsesivo y lo acepto. No es falsa mi tensión cuando digo que algo dentro de mí se apodera del poco buen juicio que poseo. Por fin llegó el sábado, la noche anterior casi no pude pegar un ojo, parecía uno de estos mocosos que viajan por primera vez de paseo a algún sitio.
Sé muy bien que adquirir un libro en estas ferias ya no es como antes, cuando podías conseguir buenas novelas por una moneda. Ahora el cuento es distinto, parecen verdaderos especialistas quienes te venden un libro, cualquiera, te señalan que el libro que tienes en tus manos es la mejor novela, que ya casi no lo encuentras en ningún sitio, que por eso el precio, que está descontinuado, que es décima o primera edición, que fue candidato al premio no sé qué y toda sarta de estupideces para darle mayor valor a aquello por lo que ellos pagaron la misma mísera moneda que antiguamente se pagaba por aquellos libros. Verdaderos mercachifles, que disfrutaban su ruedo intelectual, snob, pero qué diablos, me encontraba sin salida, así que pregunté a todos los viejos. Agotado, no lo tengo, vuelva el próximo sábado, lo tenía, no me ha llegado, va a pasar más tarde, etc. Ya me estaba haciendo falta un refresco y mis pies se estaban acalambrando, me pasee por todos los lugares y finalmente lo encontré, barato y créanlo o no en versión original.
La verdad no sé si tenga demasiado sentido el preámbulo que he señalado, ha de ser quizás una digresión como aquella que señalaba Holden a su ex maestro de Literatura Antolini, sobre un compañero que comenzaba un tema y estaba hablando algunos minutos sobre éste para terminar refiriéndose a otro muy distinto. En fin, la cuestión es que al llegar a casa me senté a leer y al comienzo no me pareció nada espectacular, pero poco a poco me fui introduciendo en la vida de este joven que parecía tenía más suspicacias que profesor municipal. Holden Caufield es un muchacho que ha sido expulsado de su colegio por no mostrar demasiado interés frente a sus actividades académicas en Pencey el colegio al cual asistía. Esta es una novela de aventuras, de viaje, el viaje de un héroe adolescente que se cuestiona ante la hipocresía de un medio lleno de valores trastrocados que lo hacen divagar ante cualquier situación o realidad que observa. Así su periplo se va construyendo y comenzamos a reconstruir ante un narrador protagonista que pese a sus cortos años nos muestra de una manera corrosiva y cáustica el entorno neoyorquino al cual pertenece: hipocresía, homosexualismo, prostitutas, recuerdos de un hermano ya fallecido, extremo cariño por su pequeña hermana Phoebe, crítica a su hermano escritor que se ha vendido al sistema y al medio de un Hollywood, que lo prostituye. Todo un amplio espectro en la fauna de una sociedad que permanece rancia hasta el día de hoy. Cosa curiosa, el joven protagonista odia febrilmente el cine, pero su prosa es digna de un guión cinematográfico que por momentos nos recuerda The Citizen Kane, en ese entorno sumido de recuerdos que nunca volverán, pero que se perpetúan en la memoria de quien los ha vivido. La sátira que desarrolla Holden frente al sistema educacional nos trae al tapete toda la discusión que hoy en día se ha generado por lar revuelta que han experimentado los estudiantes secundarios, así que nada más atingente esta enorme novela creada por J. D. Salinger, quien dicho sea de paso supo plasmar una verdad con parámetros clásicos o bien universales. Todo vuelve a lo mismo, todos los temas surgidos en estas páginas nos vuelven a cuestionarnos sobre el medio en el cual nos vemos insertos, aunque de una manera distante del mismo modo que el narrador, sabiendo que la cuestión es más que podredumbre, pero aparentemente sin poder revertirla, pese a la clara intención del mismo protagonista por no olvidar y dejar esta seguidilla de sucesos que nos permiten estar alertas frente a la gran maraña de un sistema que ha perdido su norte, en donde las apariencias cuentan más que aquello que verdaderamente se es. Lo superfluo se ha antepuesto a la verdadera razón, a los verdaderos valores, una familia que prácticamente es sólo circunstancial, un amasijo de profesores o educadores que francamente han perdido las directrices, etc.
Ahora bien, la novela en sí nos recuerda aquellos contextos mencionados por Auster en El país de las últimas cosas, las descripciones del Central Park, el gusto por la literatura y la belleza que se puede arrancar de las palabras, resulta poético y significativo el episodio del guante de béisbol del hermano muerto, situación que puede ser la hipótesis para el desenvolvimiento del chico en toda la novela y el cariño que demuestra por su pequeña hermana. Asimismo, asistimos al ensayo propio de una vida que busca su propio camino en el deambular de los días previos a la navidad.
El humorismo dentro de la novela es uno de los temas centrales y que por momentos señala el narrador para mantenernos en el más ameno de los estados, nos desternillamos a mandíbula batiente con sus pesadeces, con su humor negro, con sus reiteradas ironías sin dejar a nadie de lado. El muchacho es entre sus acciones y reacciones el joven que siempre está alerta y que debe de algún modo mostrar la rudeza, ya sea en sus palabras o acciones, muchas de ellas impulsadas por el instinto irreflexivo, para llegar a decirnos cuídado, debes ser fuerte para no caer víctimizado en medio de este miasma en donde la corrosiva sociedad puede hacerte desaparecer. Este escudo de aparente individualidad, no es más que el desamparo en el cual se ve inmerso el protagonista quien poco a poco nos prueba la más noble humanidad que lo mueve, pues para él lo más preciado o lo que más le gustaría ser es el guardián entre el centeno, aquel que cuida a los pequeños para que no caigan al abismo, siempre alerta en medio de la ronda que puede significar el tiovivo de la sociedad, que gira y gira en la turbia e innecesaria razón de los valores que degradan a los que vivimos presa de lo que realmente se nos ha entregado.
Pareciera que el tiempo sepulta a algunos escritores, pareciera sencillo escribir, dejar fluir la pluma, entregar como el hermano de Holden un guión barato para ser representado en la próxima película de moda, pero lo cierto es que son pocas las obras, sí, aquellas que de verdad se sostienen en el tiempo y que nos dan una luz entre el ciego mundo que está en el día a día, la verdadera razón para algunos es sumirse en lo que se desea, sin mirar más allá de lo que se tiene o que se quiere, sin precisar de alguna búsqueda constante de una meta inalcanzable que es el verdadero motor de lo que somos. No de aquel encuentro simple en donde se coronan los abogados, los profetas o literatos que se duermen en el voladero de los destellos que provoca su obra. Es más, es el deseo de estar en la constante búsqueda en el ensayo sin fin para iluminar los oscuros espacios en donde aquella luz sólo llega por los delgados hilillos de obras que parecen perdidas, extraviadas en el tiempo, para que sin más en el momento preciso podamos descubrirlas y sepamos extraer aquello que en ella se nos presenta como en un cristal que por momentos parece enceguecernos con toda la belleza y la sencilla misión de aquellos que no se han puesto más misión que abrir un poco más nuestro adormecido y obstruido entendimiento.
No todo es rutina, no todos se desperezan de la misma manera, menos aún los que parecemos andar con pasos de ciegos buscando aquellos pequeños tesoros que siempre están en las mínimas grandes cosas, como puede ser la lectura de esta novela. Salinger nos ha dejado esta novela que causó polémica y controversia en su tiempo, al presentar la verdadera cara de una sociedad, esa que muestra el vacío que nos inunda, vacío que solo se puede llenar volcándonos en no dejar que aquel ¡Maldito dinero! Siempre acabe amargándole a uno la vida!
Ahora es tiempo de reencontrar aquello que hemos perdido, y dejar de ser la miseria que se nos exige que seamos, embrutecidos, enceguecidos, semi esclavos o esclavos de un mundo que no hemos elegido y que no deseamos que así sea. El lector tiene la palabra, que juzgue el lector.

No hay comentarios: