jueves, 8 de enero de 2009


LOS MARINOS DE KRONSTADT


Es marzo de 1921, la Rusia bolchevique ha impuesto su mecánica burocrática y centralista de partido revolucionario. León Trotski es comisario del ejército rojo. Un grupo de marinos ha decidido en asamblea, es decir, a través del órgano representativo de la democracia obrera ( el soviet ) manifestar sus inquietudes, desacuerdos y descontentos frente a los actos planteados por la dirección del partido bolchevique, lo cual implica rebelarse. Esto es para los burócratas leninistas un acto de insubordinación y de traición. Trotski será el encargado de doblegar al movimiento alzado que se ha generado en las costas de Ucrania. Sí, son los mismos que lucharon por la revolución de octubre, pero una vez que han servido a la dirección son dejados de lado y tratados de conspiradores, pequeño burgués y de traidores a la revolución.
Pocos autores y estudiosos han abordado el tema, puesto que las purgas del partido tendieron su eficaz mano en todas las direcciones y la pesadilla orwelliana vio la luz de la experiencia cuando los supremos gobernantes comulgaron con la imantada fuerza del poder, aduciendo que ellos eran quienes podrían orientar a la clase trabajadora, esto solo sirvió para generar un poder centralizado y un nuevo proletariado con una clase dominante, no se había hecho más revolución que despojar el dominio autocrático por otro grupo de jefes.
Voline, en su magnifica obra testimonial “La Revolución Desconocida” nos muestra la otra cara de la medalla. Los anarquistas ya habían servido a la vanguardia de la revolución de octubre y esa fuerza soliviantada debía ser aplastada, Petrichenco y sus hombres ya eran reaccionarios. Al parecer no se hizo jamás efectiva la proclama de Todo el poder a los Soviets, puesto que los consejos no fueron representativos, fueron mutilados, acallados y diezmados, puesto que las aspiraciones de unos cuantos iluminados poseedores de la verdad sujetos a la dirección central hicieron valer la lección bien aprendida del marxismo doctrinario, llevando al cadalso en los mejores casos a quienes defendieron la revolución y en el peor de ellos al paredón o ajusticiando sin más a aquellos que anhelaban la verdadera libertad y la autonomía. Todo se transformó en un volver a lo mismo. Paul Avrich en su obra Kronstadt 1921 refuerza una vez más lo señalado por Voline.
En la obra anónima y novelada Los espectros de Kronstadt, podemos asistir a la experiencia vital de este episodio oscuro y turbio que se intentó ocultar por mucho tiempo y que los más ortodoxos marxistas intentaron justificar a sangre y fuego, ya que rápida o lentamente acallaron a aquellas voces disidentes que esperaban una verdadera fraternidad que nunca llegó, todos aquellos que lucharon y murieron por esa meta fueron vilmente diezmados. No fueron cientos, sino miles y esas voces que hoy claman por no ser olvidadas puesto que su sangre dejó inscrita la necesidad que existe en nuestra sociedad por revertir aquello que no es más que una falsa ilusión, aquello que no tiene más cuerpo que una máquina que termina devorando al ser humano, deshumanizándolo. Cuánto tiempo debe transcurrir para que verdaderamente podamos volver a ser lo que nuestra naturaleza de hermanos y nuestro internacionalismo nos remitan a congregar las fuerzas necesarias para madurar nuestros principios y no caigamos en el árido lugar en donde todo se desvanece en beneficio de aquellos que solo perpetúan su mezquina irracionalidad, su falta de amor. Aquel principio humanitario que redimirá a los que más han sufrido y que nos han dejado su huella de sangre y clamor durante toda esta historia de ambiciones humanas, aún espera por la reivindicación.

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